Intenté ponerme en pie, pero me sentía todavía débil. Busqué valor en mi interior, hasta en lo más profundo de mis entrañas, tenía que levantarme, para seguir luchando, miré a Deniel y después a Abigail, estaban tratando de hacer lo mismo que yo, buscábamos muy en el fondo, alguna manera de derrotar a aquella bestia, que era dueña de todo el infierno.
Escuché un sonido metálico. Ezequiel me sonrío mientras se ponía en pie. Gail respiró profundamente y también lo hizo. Después seguimos; Abigail, Deniel y yo. Se notaba en nuestros rostros el sacrificio que era mantenernos en posición de combate.
—Al parecer, el estar en el territorio enemigo nos debilita —susurró por lo bajo Deniel.
—¡Eres un genio! —dijo Abigail, sarcásticamente.
Busqué con la mirada a Arex. Él estaba sentado sobre una roca, sujetándose la nuca con su mano izquierda como si le doliera, con la mirada perdida en el suelo. Quise acercarme a él, pero algo que no podía ver, me lo evitaba.
—Bueno, bueno, bueno, ¿Qué tenemos aquí? —Dijo la voz escalofriante y áspera —un grupo de pajarracos —puso cara de asco al decir eso y escupió al suelo, mostrando su larga lengua viperina y naranja —tres hombres y dos pequeñas inocentes —espetó ahogándose de risa —¡ah! y no olvidemos al joven que no quiere formar parte de mis fuerzas. Todos terminan rindiéndose ante mí. EL señor Oscuro. —Terminó con la voz alzada casi en un grito.
La bestia salió de la sombra y miré hacia otro lugar. No me atrevía a ver a esa cosa que teníamos frente a nosotros. Con sólo escuchar su voz sabía que era espantoso, no existen palabras para describir a esa criatura demoníaca.
—Tú no puedes contra el poder de nuestro señor, él es el único amo y señor de todos los reinos —lo dijeron Ezequiel y Gail al mismo tiempo, como si estuvieran sincronizados, las voces salieron con más fuerza y autoridad de lo que podía imaginar.
Era momento de atacar, apunté mi espada hacia donde esa cosa estaba, pero lo único que se podía ver era una nube de humo color marrón, que después se convirtió en un enorme remolino que nos envuelve de pies a cabeza, la ropa ardía en llamas y caía al suelo como plástico. Me arde toda la piel.
Sujeté mi espada con ambas manos, lista para atacar y sin saber exactamente lo que hacía, pero teniendo toda la seguridad y fuerza de voluntad que podría tener, ordené al demonio.
—No seas cobarde, aparecer y desaparecer es un juego de niños. ¡Muéstrate, maldito! tú final ha llegado.
La risa burlona del demonio resonó en todo el abismo, haciendo que las almas corrompidas, chillarón del dolor creciente, que los verdugos les daban en su tortura eterna. Los demonios estaban festejando prematuramente la victoria de su líder.
—Esto apenas comienza, chiquilla impertinente, tengo tres días, para hacer lo que yo quiera con tu estúpida humanidad y no dejaré que ninguno se salve, ni siquiera ustedes —dijo creyendo cada una de sus palabras, tratando de destruir la esperanza en nosotros.
—Eso crees, nosotros nos encargaremos de que tus planes no se lleven a cabo —escupí las palabras como bofetadas con guante blanco.
En ese momento, dejó de ser un remolino y tomó una forma más real. Era casi un gigante, medía aproximadamente dos metros y medio, su cuerpo estaba cubierto con escamas de reptil, de color verde esmeralda, que brillaban rojizas con el reflejo del río de magma, que estaba detrás de él. Traía puesta una capa negra que sólo le dejaba ver sus patas y garras afiladas, como las de un dinosaurio y a través de la sombra de su capucha se veían un par de ojos rojo, como una hoguera, que te hacía sentir el peor sufrimiento, en tan sólo un par de segundos.
—Izy, esto no está bien —dijo Arex muy preocupado y Deniel volvió a tomar la postura de ataque, al escucharlo.
—No se preocupen, sé lo que hago.
—Te ayudaré —dijo Ezequiel. Estaba listo, para atacar con su espada de oro puro.
—Yo también —dijo Deniel firme, que por un momento había cambiado su actitud.
—Y nosotros —dijeron Abigail y Gail.
Arex estaba algo tembloroso con el cuchillo en la mano, observé la marca que tenía en su brazo, la serpiente se acercaba al corazón dibujado en la palma de su mano. Sin darse cuenta puso el cuchillo entre sus dientes y lo mordía frenéticamente.
—Tenemos que sacarlo de aquí —dije viendo a Arex.
—¡No! —Dijo haciéndose un corte en la lengua que no tardó mucho en curarse —Yo ya estoy perdido, ahora deben seguir ustedes. Sin mí.
—Esto es tan lindo y conmovedor, creo que primero acabaré con la chica mandona. Izy, es tu nombre ¿verdad? —al terminar de hablar su boca se hizo tan grande que podría destrozarme en una fracción de segundos. Respiré hondo, equilibrando mis miedos y virtudes.
Escuché que alguien desenfundó su espada, un pensamiento fugaz vino a mi mente, no podría ser alguno de mis amigos, volví a ver al Señor Oscuro y entre sus manos con largas y puntiagudas garras sostiene su negra espada. Estaba dispuesto a asesinarme, lanzó su primer ataque y yo lo cubrí con mi espada.
—Abigail hazte cargo de Arex. Sácalo de aquí. ¡Ahora! —grité, sosteniendo el ataque del Oscuro.