Tres días en la oscuridad

 14. Opciones

 

—Quizás encontremos alguna otra forma. Esa no es tan agradable —dijo Ezequiel, mientras se arrodillaba en frente de Abigail y el cuerpo de Arex, que apenas mostraba señales de vida, Abigail hacía presión en la herida con su mano, intentando detener el sangrado, pero él seguía perdiendo mucha sangre, nada de esto estaba funcionando. El vestido de mi amiga estaba repleto del líquido vital para la vida.

—Tristán. Corta un trozo de cobija y dámelo, necesitamos detener el sangrado o sucumbirá en poco tiempo —ordenó Gail.

El ángel no dudó ni un instante en hacerlo, se descolgó la mochila y se puso a buscar el objeto de su interés, sacó la cobija y la rasgó con sus manos, le pasó una larga tira de tela a Ezequiel. Entre él y Abigail le envolvieron el pedazo de cobija de forma que quedara cubriendo la herida, pasando por uno de sus hombros y después por las costillas del lado contrario, le dieron alrededor de tres vueltas con la tela y la anudaron para que no se soltara.

—Salgamos de aquí antes de que alguien nos venga a atacar de nuevo —dije con la voz temblorosa, intentaba ocultar mi nerviosismo, pero eso era algo complicado.

Ezequiel cargó a nuestro compañero caído, hasta el patio trasero de la casa. Todos lo seguimos tratando de evitar que nos vieran los demonios, pero lo único que se podía escuchar era el viento que había vuelto a rugir al igual que los rayos de la tormenta eléctrica. El clima variaba de un momento a otro, grandes tormentas azotan al planeta sin piedad, ni misericordia. 

En el patio había un par de columpios que se balanceaba lentamente, como si alguien que no pudiéramos ver lo estuviera moviendo. Lo único que faltaba era que aparecieran fantasmas, que a estas alturas, ya no sería algo raro o espeluznante, ya habíamos visto de todo.

Justo en el centro detrás de la casa, había dos puertas pequeñas en el suelo que llevaban a un sótano, avanzamos a paso rápido. Estaba cerrado con una cadena y candado. Saqué mi espada,  con un movimiento limpio quebré el candado, me acerqué para quitar el resto de él y correr la cadena de las argollas.

Ely abrió primero la puerta del lado izquierdo y después Gail la de lado derecho, el lugar estaba oscuro, aún más que afuera, me concentré en que Arya brillara lo suficiente, para ver por dónde caminábamos. 

—Tenemos que entrar ahora —ordenó Abigail. 

—Yo primero —me ofrecí.

—Voy contigo —dijo Deniel tomando mi mano de nuevo y sacando su espada para ambos iluminar el camino a los demás, el sótano olía a humedad y polvo. 

Bajamos los peldaños de las escaleras, tratando de no hacer ruido, para evitar atraer a nuestros enemigos hasta aquí, seguimos adelante. Al llegar al fondo del sótano, encontramos un catre, al lado derecho de las escaleras, había un calentador de gas cerca del catre, el cual encendió Ely para que Arex recibiera algo de calor. La temperatura de la tierra había estado bajando notoriamente en éstos días, pero nosotros no podíamos percibirlo, sólo los humanos o los que sufren transformaciones sin terminar, como Arex. Debe de haber más casos similares al de nosotros en el mundo.

Ezequiel recostó a Arex, que había comenzado a convulsionar y le salía espuma blanca por la boca.

—Quizás sea demasiado tarde  —dijo Ely tratando de subir la temperatura a la caldera.

—No digas eso —la reprendimos Abigail y yo al mismo tiempo.

—Necesitamos a alguien que monte guardia en la puerta. El tercer día está por terminar, queda unas cuantas horas para que llegue al final y la guerra más grande de todos los tiempos de inicio—dijo Gail.

—Para ser exactos quedan diez horas. Al parecer el tiempo en la burbuja pasaba más despacio que fuera de ella, por eso sentimos que fue un par de horas pero en realidad fue más que un par de minutos —dijo Ezequiel, mientras le quitaba la venda a Arex para ver la herida. 

Ely y Tristán salieron a la superficie para estar vigilando, se habían ofrecido para la primera guardia, después seguiríamos Ezequiel y yo, y al final Gail y Deniel. 

—Podemos hacer que la transformación a demonio se complete —dijo Ezequiel viendo la herida, pensativo. Cada vez que lo tocaba, sus dedos quedaban marcados en la piel del joven, eran quemaduras de primer grado, que hacía que Arex se estremeciera con cada roce.

—¿Cuál es la otra opción? —susurró Abigail.

—Terminar con su vida y tratar de que su alma sea salvada y llegué a un mejor lugar. No estoy hablando del que hemos visitado hace poco tiempo —dijo Ezequiel ocultando su tristeza.

—Tiene que ver otra alternativa —dije rascando mi nuca, buscando en mi cabeza algo que hacer y como el rayo incendió un árbol en segundos, una pequeña idea vino a mi mente.

—Deniel ven conmigo —le susurré en el oído, tratando de ocultar mi emoción.

Asintió con la cabeza, hice que me siguiera hacia las escaleras para llegar a la primera planta de la casa, subimos despacio sin hacer ruido alguno, aunque no era necesario tener tanto cuidado, todos estaban concentrados en Arex y Abigail.

—Se me ha ocurrido una idea —le dije a Deniel tratando de no sonar muy entusiasmada.

—¿Cuál es tu idea? —preguntó algo incómodo ante mi actitud.



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En el texto hay: angeles, demonios, apocalipsis

Editado: 01.11.2020

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