Creo que sonará lo más raro del mundo, y tal vez lo más atrevido que te puedas esperar de alguien que ni conoces. Pero, quiero pedirte que aceptes una salida conmigo. Normalmente no soy de hacer de esto, pero, créeme, hoy me has salvado de una. Si tu respuesta es, sí, escribe a este número. 098*****5.
¡Ten un buen día!
Ian
—No puedo creer que él te haya buscado —pronuncia William.
Sin decir nada a su comentario, con la mente ocupada en otras cosas. Los dejé solos, yendo por un momento a comprar un par de botellas de agua, para después ir a tomar el bus. Porque, ya era hora de ir a casa.
—No puedo creer que él te haya buscado —pronuncia William.
Sin decir nada a su comentario, con la mente ocupada en otras cosas. Los dejé solos, yendo por un momento a comprar un par de botellas de agua, para después ir a tomar el bus. Porque, ya era hora de ir a casa.
—¿Qué sucede Ian? No has dicho nada desde hace rato —enuncia William, mientras vamos en el bus.
—¡No es nada! Solo estoy pensando —respondí con un tono sutil, soltándole una pequeña sonrisa de medio lado, mientras veo por la ventana.
¿Por qué hacer eso?
Su nota fue peculiar.
Sorprendente, por así decirlo.
Es la primera vez que me sucede algo así.
—¡Buenas noches, Gladys!
—¡Buenas noches! ¿Cómo te fue? —dice ella desde la cocina, mientras las niñas están jugando debajo de la mesa, y Alex está viendo videos en el computador.
—¡Bien! Solo que, ha pasado algo —me acerqué, dejando la mochila en una de las sillas del comedor, y le di un beso en la mejilla.
Se me era necesario un consejo de ella.
—¿Quieres hablar? —intriga.
Antes de poder responder, tome un vaso para sacar agua del garrafón y tomarme una pastilla para el dolor de cabeza, que aun no se me pasaba. No sabia si era por la calor, el estrés, o el estar mucho tiempo pensando en lo que decía esa nota.
—Me doy una ducha, me cambio y regreso a conversar con más calma —respondí, rosando con mi mano el marco de la puerta donde están las escaleras, dirigiéndome de inmediato a la habitación.
Trascurrido unos minutos, baje al primer piso de manera rápida. Sabía que había dejado con dudas a Gladys, aunque no era nada grave.
—¿Mi tío va a llegar esta noche? —pregunte pausadamente. Era clara la pregunta y tan necesaria la respuesta.
—¡Sí! —afirmó —Hace poco llamó diciendo que llegará eso de las once.
—¡Ok! Así tengo más tiempo para hablar con usted —dije sonriendo, aprovechando el momento a solas con ella.
La verdad, es que no tarde mucho en explicarle lo que ha sucedió con respecto a lo del docente, del cual aún no sabía su nombre.
En eso mientras estoy acostado. «Escríbele», escuché la voz de Gladys resonar en mi cabeza. «Date la oportunidad de conocer quién es… No dices que es un profesor de la universidad. ¡No creo que sea un desconocido para todos!».
Para mi si lo era. Aun así, dichas palabras no paran de resonar. Estaba en duda si responder o no.
—¿Qué puedo perder? —me pregunte en voz alta, mientras que estoy con el celular en la mano.
Yo:
¡Hola!
«Tal vez ni responda».
Desconocido:
¡Hola!
¿Eso quiere decir un sí?
Yo:
Creo que sí…
Me da su nombre.
Desconocido:
Noah, un gusto.
Yo:
El gusto es mío.
No sé qué más decir.
Noah:
Yo tampoco sé qué decir.
Qué tal si empiezas diciéndome, lo qué estas haciendo en este momento.
Yo:
………
Pocas son las veces en las que se congenia tan perfecto con una persona por chat, a tal punto en el que no se quiere que la conversación termine. Todo con una excusa para poder darme las gracias. La noche fue larga, donde el uno al otro compartió algo de sí mismo.
Noah
A pesar de la noche tan larga que había acontecido por la conversación con Ian, y con muy pocas horas de sueño. Esa mañana me había levantado con mucho ánimo.
—¡Buenos días, mamá! —dije algo somnoliento.
—¿Te has quedado otra vez despierto? —exclama con algo de duda.
—¡Sí!
Era claro que la conversación con Ian se alargó mucho.
—¡Hey! Mírame. ¿Y esa carita toda iluminada? ¿Qué ha pasado?
—¡Nada, mamá! —solté una pequeña sonrisa. Escuchando en ese momento una notificación de mi celular.