Tres días para enamorarse

En un mismo plano astral

Noah

—¿En qué estás pensando Noah? —fue muy repentino lo que me dije.

 

Ian

«¿Qué paso por tu cabeza Noah?»

 

Ian y Noah

«¿Por qué me siento así?»

 

Ander

El cielo se pintó de un color anaranjado, marcándose los rayos del sol sus ojos, con su mirada completamente perdida. En otra sintonía, que, no es la habitual.

—¿Estás bien? Te noto algo distraído —interrumpí en sus pensamientos —¿Noah me escuchas?

—¿Ah? —responde con despistes —¿Me estabas diciendo algo?

¿Está pendejo o qué?

He estado hablándole por casi media hora, y, por lo que percibo, no ha escuchado casi nada de lo que he dicho.

—¿Me puedes explicar que te sucede? —necesitaba una respuesta, y una muy clara.

—Le invite a salir —dice algo atontado con mirada hacia el estacionamiento.

—¿A quién?

Aproveche el momento, porque si no, no me dice nada.

—A Ian. —Por lo chico, reaccionó de inmediato —¡Nada, olvídalo! —trato de esquivarse.

—Ve tú cara. Si yo fuese un espejo ni tú mismo te lo creerías… Por Dios, ¡está roja!

Aquí es donde digo: es bueno aprovechar cuando esta algo atontado.

Noah agacho su cabeza, cubriéndose el rostro con su cabellera, tocándose las manos con algo de nerviosismo. Su comportamiento no es habitual.

—¿Creo que me gusta? —suena algo nervioso —¡Joder! Le estoy dando la razón a mi madre. —dice en voz baja, con una risa nerviosa. —Aunque se lo he negado, ¿cómo es posible?

—¿Qué te gusta?

—Me gusta el corto tiempo que pasó, esos choques repentinos que me hacen tener una actitud rara… pero, ¿por qué estoy así? —me miro con un rostro lleno de muchas dudas —Ander…

—Te refieres a él —interrumpí —¡Es un estudiante afirmé!

—No es que sea un estudiante, ¡es su forma de ser! Sé que es un estudiante, sé en qué camisa me meto, pero, ¿qué te puedo decir? Su mirada, su actitud… tiene algo que no puedo ni explicarme a mí mismo.

Le gusta, eso es algo notorio. Tan solo que, ¿por qué ahora? Si se es consciente de lo que puede pasar. Aunque, aun así, no hay nada de malo en ello.

—Noah, ¡estás loco! De verdad que lo digo —afirme y tome su mano —Te ayudare —ante lo último que he dicho, Noah suelta una sonrisa; de lo cual, esperaba no arrepentirme a última hora.

—¿Crees que va funcionar?

—Haremos que funcione. Tan solo es intentarlo… Tú mismo me lo has dicho.

Noah a veces me hablaba de tomar riesgos, pero, es claro que él nunca lo ha hecho.

«¡Qué tontería, la vedad!»

Negué con mi cabeza, observando la tímides en él. Desde que lo conozco, no a muchos demuestra cómo es él. Tiene incluso reglas estúpidas, que ni yo puedo creer. Pero, parece que ha llegado alguien capaz de hacerlo romper sus propias reglas.

—Si no lo intentas, no lo sabrás.

 

 

William

—¡No puedo creer que Ian no nos haya dicho eso! —estoy indignado.

—Es algo de poca importancia. A cualquiera le puede pasar—responde Ariadna con la actitud más tranquila.

—¿Tú crees que a Ian le guste Noah?

—No lo creo. Pero, tú si estas interesado en él.

Es muy notorio el llamado de atención que me ha dado. De igual manera, me tomó por sorpresa lo que dijeron.

—Ian normalmente nos cuenta cuando algo así le pasa. Aunque en estos días lo he visto algo distraído.

—¡Deja de pensarlo tanto! ¡Él es así!

—¡Es verdad! Aunque lo vi extraño cuando el licenciado se nos acercó.

 

Ian

Comencé a sentir una rara sensación en el pecho.

—¡Hey! ¿Cómo vas? —aquella voz es la de Juliana, mi amiga de la infancia, que también estudia aquí, con quien llevo un nivel de diferencia a pesar de habernos graduados juntos. Siendo ella quien me dio la camisa, la cual se la di a Noah.

—¡No tan bien que digamos!

—¿Ian?

—Juli… ¿Qué haces si alguien te comienza a llamar la atención de manera repentina? Pero, a la vez, sientes que no es lo correcto.

—¿Por qué lo dices que no es correcto?... Aunque es rara esa pregunta viniendo de ti, Ian Larreta; cuando eres el que mejor respuesta da cuando se trata de algo parecido.

—Lo sé, pero esto es diferente… —guarde un momento de silencio, y es que, es verdad, a veces los consejeros no usan sus propios consejos, ¡que arbitrariedad! —Estamos en posiciones muy distintas. —Solté una sonrisa de medio lado, procediendo a tomar mi rostro.




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