Tres Lunas, Primera Luna

Nueve, Maldad y silencio.

Vladimir Cross había tomado el mando de su casa por fuerza propia, no había sido necesario matar. Todos aplaudieron ese acto y lo siguieron ciegamente. Las cosas para la casa Rufsky cambiaron drásticamente, nada sería lo mismo. Con la sabia guia de Cross saldrían adelante, él algún día reharía su vida. Quizá encontraría otra mujer, y tendría otros hijos.

Aun cuando eso me partía el alma, prefería pensar en esa posibilidad a pensar en que la visión de su muerte que me ha acosado desde niña se haga realidad. Sé que ha estado tras el rastro de esa mujer, y que un par de veces ha estado a punto de dar con ella. Él se ha encargado de ser la justicia de la raza, no siente temor, dolor o pena al matar. Tampoco lo disfruta, ni se alegra cuando esto pasa.

Como alguna vez Henrriette le llamo, él es el Lobo de Hielo. Mi Lobo de hielo, lo hecho tanto de menos. En este momento me encuentro en mi biblioteca, muchos de los libros o pergaminos que aquí se encuentran los he escrito yo, muchos de ellos contienen visiones que se han cumplido, otras que aún no se cumplen he incluso aquellas que han logrado ser cambiadas.

Siento que algo malo esta por cernirse sobre nosotros, sobre toda la raza, pero aún no sé qué es. Las visiones poco a poco se han detenido, como si por fin los dioses se hubieran apiadado de mí y me hubieran retirado esta maldición. Pero eso no es posible, ellos no son tan benévolos con los maldecidos, lo sé por experiencia, lo he visto miles de veces.

Tres golpes en la puerta me distraen de mis pensamientos, no me levanto simplemente les invito a pasar. La puerta se abre y un enorme Lobo de cabello negro, largos y rasgos muy duros me devuelve la mirada. Sus ojos son tan oscuros como su cabello, pero no es esto lo que me pone la piel de gallina. Es el hecho de que sé que es lo que sucederá, y no puedo evitarlo.

- ¿En qué puedo servirle señor Isidro Taftian?

-Necesito que me guíes en mi camino, debo tomar una decisión y quiero saber las consecuencias-. Me responde mientras entra en la habitación y cierra la puerta.

Me pregunto, ¿Quién de mis Lobos, Humanos o Latentes le dejo acceder al corazón de nuestro hogar?

-Mi clarividencia no funciona de ese modo, señor... no puedo ayudarle.

Sentí terror cuando esas palabras salieron de mi garganta.

- ¿No? Acaso ¿No sabes quién soy?

-Se bien quien es señor, pero no puedo ayudarle.

Su mirada de ser posible se tornó mucho más oscura, se acercó lentamente a mi escritorio, podía escuchar mi corazón estrellándose en mis costillas. Y estaba tan segura que él podía oler mi miedo, aun cuando mi rostro mostrara otra cosa.

- ¿Sabes lo que va a pasar esta noche, vedad?

-Si.

-Puedes gritar si quieres-. Se burló él.

- ¿De que serviría?

-Tienes razón, así que vas a decirme lo que deseo o lo pagaras con dolor, mucho dolor.

Mi corazón dejo de latir.

-No puedo forzar una visión.

-Pero yo sé que ciertas cosas pueden ser de estímulo, y quiero saber mi futuro de una forma u otra.

Solo me quede sentada en mi escritorio, Isidro se colocó detrás de mí y me tomo por el cuello con su enorme mano.

-Por favor, no-. Le suplique.

-Dime lo que deseo y no te tocare, de ninguna forma.

-N... No puedo.

-Respuesta equivocada.

Para cuando por fin pude decirle lo que estaba esperando escuchar, ya habían pasado horas. Me encontraba en el suelo de mi biblioteca, con mi ropa hecha girones, mi piel golpeada y mordida a partes iguales por cualquier parte de mi cuerpo. Lo peor no fueron las horas de tortura, lo peor fue que me tomara en contra de mi voluntad. El sentirme vulnerable y no poder defenderme de mi agresor, me demostró que no importa la raza, el mal siempre se apoderara de algunos corazones.

Cuando comencé a ponerme en pie, sus palabras resonaron en mi cabeza, "Una sola palabra de lo que viste esta noche y esto solo será una caricia comparado con lo que te are, y no solo vendré por ti, se lo are a cada mujer y niña de esta isla"

Sabía perfectamente que ese Lobo cumpliría su promesa, me di una ducha y queme esas ropas, me encargue de limpiar la sangre y de colocar hiervas especiales en la biblioteca para desaparecer el aroma de lo que allí había ocurrido. No podía decirle a nadie que él estuvo aquí, nadie podía enterarse de lo que me hizo y mucho menos de las horribles visiones que me hizo ver.

Tiempo, mucho tiempo tuvo que pasar para que yo sanara solo un poco, muchos notaron mi cambio, mis pesadillas, mi dolor, pero a todos les hice creer que era porque había tenido visiones de muerte. Cuando les decía eso, ya ninguno quería saber del tema, eso solo estaba reservado para mí.

No acudí a la ceremonia de vinculación de Záitsev y Henrriette, pese a que vinieron personalmente, me excusé diciendo que no podía dejar sola la isla. Además de que no podía ver a Cross, no después de tantos siglos. No después de lo que había hecho, aunque la verdad moría por volver a verle, aunque fuera de lejos.

La primera de mis visiones se hizo realidad cuando me entere del secuestro de Henrriette por parte de los Cazadores, sabía perfectamente lo que esto provocaría, sabía quién era él que lo había hecho. Y así como yo cumplí mi palabra de guardar silencio, el cumplió la suya de no volver a verme jamás.

La muerte de Záitsev a manos de Henrriette llego unos años después, la separación y corrupción de la manada fue tan gradual que no se dieron cuenta, nadie se dio cuenta.

Ese día en particular estaba sentada a la orilla de la playa, era invierno y los olas enviaban trozos de hielo enormes a la costa, estos avanzaban de forma lenta y aterradora. Estaba envuelta en mi prenda favorita, una chamarra hecha de piel de osos, que había pertenecido a Cross siglos atrás.

Me había hecho a la idea de mantenerme alejada de él, a no buscarle o estar cerca de él. Pero el destino o quizá el mismo Vladimir Cross, tenía otros planes.



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En el texto hay: lobos, amor, magia

Editado: 24.02.2021

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