Al menos una vez por semana, Will o yo cometíamos el gravísimo y
peligrosísimo error de tocar algo de Sue, por lo que esta nos echaba una
bronca. Ese día le había caído a Will, así que yo lo esperaba sentado en los
escalones del edificio. Tardó tanto que incluso me dio tiempo a fumarme un
cigarrillo. Al pobre lo había dejado solo ante el peligro; sin embargo, se
llevaba mejor con Sue que yo, así que seguramente la estaría ayudando a
arreglar lo que fuera y bajaría de un momento a otro.
Miré el móvil. La chica del bar me había hablado de nuevo, me
comentaba una tontería, pero claramente dejaba la conversación a punto
para que le pidiera que nos viéramos otra vez. Me quedé mirando la foto de
Emily unos segundos, dudaba entre el sí y el no, y entonces oí los pasos de
Will. Me puse en pie al tiempo que escondía el móvil.
—¿Qué tal la bronca? —bromeé.
Su expresión cansada me lo dijo todo.
—Cállate. Ya me reiré cuando te toque a ti.
—Es que no debes tocar sus cosas, señorito.
Will sonrió y nos subimos al coche, lo había aparcado frente a la entrada
mientras lo esperaba. Encendí la calefacción, bajé el volumen de la música y me encaminé hacia la residencia. Iríamos al cine con Jen y Naya.
Will suspiró y se acomodó en el asiento.
—¿Qué tal las clases? —le pregunté.
—¿En serio me vas a hablar de clases?
—Yo qué sé, intentaba romper el silencio.
—O intentabas no hablar de lo que no te interesa.
No dije nada. Will, sin embargo, continuó mirándome con media
sonrisita malvada.
—¿Qué quieres? —protesté, impaciente.
—Nada.
—No, ¿qué?
—Sabes qué.
—No lo sé.
Claro que lo sabía.
—Muy bien. —Se encogió de hombros.
—Sea lo que sea que estés pensando, estás equivocado.
—Ni siquiera sabes lo que iba a decir.
—Claro que lo sé.
—¿No has dicho que no lo sabías?
—Te crees que quiero algo con la amiga de Naya —dije finalmente—,
pero no es así.
Will soltó una carcajada bastante molesta.
—¡Ahora es la amiga de Naya! ¿Ya no es Jenna? ¿O Jen, mejor dicho?
Al oír lo último, di un respingo.
—¿Qué…?
—Se lo contó a Naya. Y ella a mí, claro.
—No me extraña que hayáis durado tanto, sois dos cotillas…
—Vaaale, voy a dejar el tema.
Will volvió la cabeza hacia la ventanilla, y yo me mordisqueé el labio
inferior. Ahora que había sacado el tema, ya tenía una excusa para preguntarle algo que me rondaba en la cabeza hacía ya unos días.
—Así que Naya te cuenta cosas de Jen, ¿eh? —le comenté con tanta
discreción como pude.
—Ajá.
—Y…, em…, ¿te ha dicho algo más?
Will me miró con curiosidad.
—¿Hay algo que quieras saber?
—Qué va.
—Iremos más deprisa si lo preguntas directamente, pero como tú veas.
Permanecí unos segundos en silencio; finalmente, suspiré y cedí:
—¿Te ha dicho algo de su…, em…, de su novio?
No quise mirarlo pese a que estábamos parados en un semáforo en rojo.
Will sí que me contempló. Durante un buen rato, además. Estaba analizando
mi expresión, así que intenté permanecer lo más neutral posible.
—¿Tanto te gusta Jenna? —preguntó al final, pasmado.
Apreté los labios.
—¿He dicho eso?
—No lo has dicho, no.
—No me gusta. Me parece… interesante.
—Sí, a mí Naya también me parecía interesante. Por eso empecé a salir
con ella.
Solté un gruñido de frustración, y él se rio entre dientes.
—No me ha comentado mucho sobre su novio —dijo al final, y me
centré en la conversación—. Creo que Jenna tampoco le habla demasiado
de este asunto. Solo sé que a Naya no le gusta demasiado. Dice que Jenna
siempre se queda con mala cara después de hablar con él, y que sospecha
que su relación no es demasiado sana.
Reflexioné unos segundos.
—Pues que lo deje —concluí—. ¿Qué problema hay?
—Ninguno. Solo tienes que decírselo a Jenna.
—No es mi problema.
—Pues bien que hayas preguntado.
—Es que estoy haciendo un corto sobre relaciones abiertas y me
interesaba saberlo, ¿vale? Nada más.
Will soltó una risotada. Subí el volumen para no oírla.
Llegamos a la residencia un poco antes de lo acordado. Chris saludó a
Will con un gesto, mientras que a mí simplemente me puso mala cara.
—Fíjate —murmuré, ya en el pasillo—. Cuando voy contigo, no me pone
ninguna pega.
Will sonrió y llamó a la puerta. Naya abrió casi al instante y, por
supuesto, se saludaron con un morreo. Suspiré.
—¿Y Jenna? —pregunté.
—Jen… —Naya hizo especial énfasis en la palabra, y ambos se rieron
—… está en la ducha. ¿Ya la echas de menos?
¿En qué momento habían convertido esa palabra en una herramienta para
burlarse de mí? Malhumorado, pasé por su lado y fui a sentarme en la cama
que ellos no usarían para continuar enrollándose.
Jen tenía las cosas bastante ordenadas. Había hecho la cama, tenía los
zapatos bien colocados a los pies de esta, el armario cerrado y varias fotos
sobre la cómoda. Era todo lo contrario a Naya y, sinceramente, a mí. Menos
mal que las pocas veces que había pisado mi habitación la había encontrado
ordenada.
Will le dijo algo a Naya, ella soltó una risita y tiró de su mano hasta que
quedaron tumbados en la cama. La cosa iba para largo. Suspiré y estiré el
brazo para alcanzar uno de los libros. Sin embargo, me sorprendí un poco al
averiguar que no era una novela, sino un álbum de fotos.
A ver… debería dejarlo.
Pero no lo harás.
Claro que no lo haría.
Con el ruido de la ducha de fondo, empecé a pasar fotos. Lo más probable era que Jen me golpeara nada más descubrirme, pero mi
curiosidad estaba venciendo la batalla a mi decencia. La mayoría de las
imágenes eran de su infancia, aparecía acompañada —supuse— de sus
hermanos. La que más salía era la mayor, era de quien más me había
hablado. ¿Se llamaba Shanon? Estaba casi seguro de que sí. Pasé página.
Estaban todos en la playa. Parecía que le gustaba. Hacía castillos, se
bañaban en el mar, merendaban todos sentados en las tumbonas y las
toallas…
—Míralo, qué tierno —comentó Naya entonces—. Intenta ponerse al día
con la vida de su chica.
La miré con cara de pocos amigos. Will y ella se reían abiertamente de
mí.
—Algo tendré que hacer mientras os succionáis mutuamente —murmuré.
—No va a admitirlo —le dijo Will a su novia.
—Ya lo veo. Ross Rossi Ross es un enamorado muy tímido, ¿quién lo
habría dicho?
—¿Por qué no os metéis mano y me dejáis en paz?
Lejos de ofenderse, Naya le dijo algo en la oreja y Will empezó a reírse a
carcajadas. Intenté que no me afectara, pero me resultó imposible.
—¿Qué? —mascullé.
—Nada, nada.
—No, ¿qué? ¿Qué es tan gracioso?
—Solo hacía apuestas sobre cuál será el próximo apodo cariñoso —dijo
Naya—. Hemos empezado por Jen…, ¿el próximo cuál será? ¿Amor mío?
¿Cariñito? ¿Luz de mi vida?
Will se rio ante mi cara de indignación. Sacudí la cabeza y volví a
concentrarme en el álbum.
—Sois dos críos.
—Y tú también —aseguró ella—. A ver, ¿no has quedado con nadie esta
noche?