Tres meses

Cap. 19: Regreso al pasado

—¿En qué piensas tanto? —pregunté a Jen. 
Entendía su silencio. Después de todo, íbamos de camino a casa de mis 
padres. Se me ocurrían pocos sitios más deprimentes que ese. Mike, en el 
asiento trasero, parecía pensar lo mismo; estaba recostado con la cabeza en 
la ventanilla, y ni siquiera hizo ninguna broma. 
Mamá y yo habíamos vuelto a hablar… más o menos. Le había pedido 
consejos para comprarle un regalo de cumpleaños a Jen, porque quería que 
estuviera relacionado con la pintura y ella era la única persona que podía 
aconsejarme bien sobre ello. A raíz de eso, me pidió que la visitara y lo hice 
sin poner muchas pegas. Fue incómodo de narices, pero al final sugirió que, 
ya que Jen cumplía años, fuera a cenar con ella y con la abuela un día de 
esos. 
De haber sido por mí, habría dicho que no, pero como a Jen le apetecía, 
acepté la invitación. 
La dura vida del enamorado. 
De todos modos, no lo celebramos en una fecha cercana a su 
cumpleaños. Más que nada porque esa misma noche falleció la abuela de 
Jen y tuvo que volver a casa y ocuparse de su familia; a pesar de que fuimos a verla y regresamos a casa con ella, estuvo bastante tiempo desanimada y 
no le apetecía ir a cenar a ningún sitio. 
Así que esa noche, varias semanas después, fuimos a cenar a casa de mi 
madre. 
Ella seguía sin responderme, la miré de reojo. 
—En que deberías estar agradecido por esa sudadera tan bonita y nueva 
que llevas puesta —murmuró, medio en broma. 
Suspiré y volví a mirar la carretera. Algo que nunca le agradecería eran 
las compras. Cómo las detestaba…, qué aburrimiento. 
Aun así, la sudadera no estaba mal. No lo admitiría en voz alta, pero era 
la verdad. Eso me animó un poco. Aparcamos, entramos en casa de mis 
padres y pasamos al salón. Mamá salió de la cocina justo a tiempo para 
saludarnos con una gran sonrisa. 
—¡Hola, chicos! ¿Cómo estás, Jenna? Me alegra mucho que hayas 
podido venir. 
Jen aceptó su abrazo con una sonrisa. 
—Estoy bien, gracias por invitarme. 
—Faltaría más —aseguró, separándose para mirarla. Luego fue el turno 
de mi hermano, y dio un brinco—. ¡Mike! ¿Se puede saber qué te has hecho 
en la cara? 
Él frunció el ceño y, con orgullo, se acarició el bigotillo. 
—Todo el mundo recibe abrazos o cariñitos… ¿y yo recibo una crítica? 
Muchas gracias, mamá. 
—Ay, cariño…, es que es para reflexionar. 
Finalmente, llegó mi turno. Mamá me miró, y al ver mi expresión supo 
que no era una buena idea acercarse mucho. De todos modos, sonrió e hizo 
un gesto a Jen para que la siguiera. 
Nada más quedarnos a solas, Mike se lanzó sobre el sofá y encendió la 
televisión, que era su actividad favorita. Yo fui al cuarto de baño. 
Cerré la puerta, puse el pestillo y apoyé las manos en el lavabo. Me había aguantado todo el camino, pero estando sereno era incapaz de enfrentarme a 
una cena con mi familia. Respiré hondo, dudé unos instantes y recordé que 
le había dicho a Jen que intentaría dejarlo. Sin embargo, no tenía por qué 
ser esa noche. 
Al final, me coloqué un poco de cocaína en el dorso de la mano, la aspiré 
con fuerza, y tras unos instantes me lavé las manos. Una vez que tuve el 
ánimo suficiente para salir, volví al salón. 
La abuela acababa de llegar y jugaba con Mike a la consola. Ya mucho 
más animado, me senté a su lado y contemplé la partida. Así nos encontró 
Jen al cabo de un rato; de no haber sido porque papá nos interrumpió con 
esa aura de amargura que paseaba por todos lados, nos lo habríamos pasado 
mejor. 
La cena, como cabía esperar, resultó incómoda de narices. Tan solo 
hablaban mamá y Jen, y era dolorosamente evidente que solo pretendían 
fingir que no estaban tensas como los demás. 
—Esto está buenísimo —dijo Jen, muy convencida. 
Mike dio un respingo y asintió rápidamente. Se metió tanto puré en la 
boca que, por un momento, pensé que se atragantaría. 
—Parte del mérito es de Agnes —aseguró mamá—. La idea de la cena 
fue suya. 
—Teníamos que celebrar el cumpleaños de nuestra chica favorita — 
comentó la aludida, e hizo sonreír a Jen—. ¿Cuántos cumpliste, querida? 
—Veinte. 
—Ay, si yo tuviera veinte años… 
—Los tienes —comenté—. Solo que multiplicados varias veces. 
Aunque me lanzó una servilleta a la cara, le había hecho gracia. De 
hecho, todo el mundo se rio menos una persona. 
Sorpresa, sorpresa… ¿Quién será? 
—¿Es que no podéis comportaros como personas normales durante una 
cena? —protestó mi padre en voz baja.

La abuela lo contempló unos instantes antes de volverse de nuevo hacia 
mí. 
—¿Qué era ese regalo que ibas a darle? Parecía grande. 
—Una caja de pintura —respondió Jen por mí, y me gustó notar la 
alegría en su tono de voz—. Ha sido todo un detalle. Estoy deseando 
estrenarla. 
—¿Qué encanto tiene pintar? —protestó Mike—. Parece un 
aburrimiento. 
Puse los ojos en blanco. 
—Es que destrozar un micrófono a gritos es mucho más entretenido. 
—Pues tiene su arte. ¡Y no solo grito, también jadeo! 
Mamá dejó de beber, trataba de no reírse. 
—No sé si eso juega a tu favor, hijo. 
—¡Claro que juega a mi favor! —protestó, indignado—. ¡Ross, diles 
cuántos fans tenía en el bar! 
—Tres o cuatro. 
—¡Eran cientos! 
—En ese bar no caben cientos —lo contradije. 
Mientras Mike continuaba protestando, Jen se inclinó hacia mí para 
hablarme en voz baja: 
—Hazme el favor de no matar a tu hermano en mi ausencia. 
—Lo intentaré, pero no será fácil. 
Ella sonrió y se puso en pie. Nada más irse, Mike recalcó que él era 
mucho mejor y más famoso de lo que pretendíamos. Era cierto que había 
ido a un curso de canto y no se le daba mal, pero eso no significaba que 
tuviera la razón en todo lo que decía. Mamá, como siempre, se la dio para 
que se callara, y la abuela suspiró y se rellenó la copa por enésima vez. 
Fue exactamente en ese momento, justo cuando me volví para comprobar 
qué hacía mi padre, cuando me di cuenta de que no estaba. Y Jen seguía en 
el cuarto de baño.



#11174 en Novela romántica

En el texto hay: humor, amor, amistad

Editado: 31.12.2023

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