Tres Zimmerman Para Una Grey (parte 3)

—7—

Repaso mi lista mental una vez más, nada puede quedarse. Absolutamente, nada. Maletas revisadas con anterioridad, Rose, Paul y mi niño hermoso. Mi resfriado tuvo una duración de cuatro días, cada vez iba sintiéndome mejor, hasta que el día cinco, era humana de nuevo. No tenéis mayor preocupación que la cancelación del viaje, con lo emocionada que se encuentra mi hija, no podía arruinarlo, tomé todas las pastillas y remedios caseros que me fueron recetados, con tal de no hacer venir abajo los planes. Aún he de aclararme de vez en cuando la garganta, y consumir pastillas de menta, nada que no pueda hacerse.

Cuelgo mi bolso de mano en el hombro, mientras cargo a Manuel y cierro la puerta de la habitación. No podemos retrasarnos más, por mí no perderemos el vuelo. En la sala, ya me esperan, muy guapos y rubios, mis amores más grandes. Rose lleva un vestido de flores que le ha conseguido mi madre, aprovechando mi estado de enfermedad, tiene cabello rizado suelto al viento, se ve preciosa, ya sé quién será el dolor de cabeza de papá en unos años. En cuanto estoy cerca de ellos, nos enrumbamos a la salida de casa, estamos listos para hacer un gran viaje en familia.

Ayer por la noche nos hemos despedido de todos, puesto que tardaremos un poco en volver. Espero que juntos podamos disfrutar de la aventura que nos espera, no puedo negar la emoción que siento por hacer esto, y por la compañía, claro que sí. Observo a mi esposo, va muy entretenido ayudando a nuestra hija en el juego de figuras que le he conseguido, así se le hará mucho más fácil memorizar las letras. Parece sentir mi mirada, por lo cual, me mira de reojo y hace un guiño ladrón de suspiro. Que un día de éstos, me voy a las nubes por tener tan divino hombre como marido. Soy bendita entre los Zimmerman.

Ciudad de México.

—Estimados pasajeros, les solicitamos abrochar sus cinturones, en breve iniciaremos el descenso. Bienvenidos a la ciudad de México, gracias por su atención. —Anuncian por el parlante.

Paul se encarga de ajustar el cinturón de Rose y el suyo, yo me encargo de mi bebé. Recién ha despertado de su siesta de horas, no habíamos despegado cuando él ya había perdido contacto con el mundo. En cambio Rose, ha sido una parlanchina durante todo el viaje, con todas sus preguntas, dudas y alguna locurita de su estilo. De que cae como piedra a la hora de dormir, cae. Pasan unos minutos, hasta que el jet se detiene y se nos es avisado que podemos bajar. Entramos por el área privada, donde pasamos una breve revisión, esperamos el equipaje y pronto nos encontramos yendo hacia la salida. Sawyer y Ever nos siguen de lejos, sin embargo, éste último está atento a los movimientos de mi hija mayor, es tan inquieta, sobre todo si es en lugares nuevos, se muere por conocer todo y su lado investigativo y descubridor sale a flote en todo momento. No le quito la mirada de encima, y en cuanto veo sus intenciones, digo:

—Ni se te ocurra correr, Rose —le advierto a la niña una vez que le soltamos la mano. —Te vas muy largo, y te robará el señor del saco.

Pone los ojos en blanco muy al estilo de mi madre mientras niega con la cabeza. No la voy a hacer caer en esas cosas por hacerle tener. Seguimos nuestro camino, escucho a Paul reír, igual quiero que lo haga cuando la niña se ponga toda pilla y le saque canas de colores. Manuel va abstraído en las luces de la habitación, haciendo ese su ruidito de «To, ti, ta, to, ti, ta» con la boca.  Lo tomo como su forma de querer ir a más en cuanto a seguir aprendiendo palabras, antes le he escuchado imitar el tic—toc del reloj. Salimos hacia la sala de espera, donde a la distancia puedo ver a los tíos de Paul, él es quien levanta la mano para llamar su atención.

—¡Hola, hola! —saluda una emocionada, Raquel. Reparten besos y abrazos a diestra y siniestra. Me llega su efusividad, sonrío. —Mira nada más, pero si es Paul. Joder, que le recuerdo, este pequeñín de acá es idéntico a papito. —Dice jugando con las pequeñas manos de mi niño.

El señor Juan Alberto, es menos efusivo en su saludo, aquí el torbellino es su esposa. Él me da un fuerte abrazo, para luego hacerme monerías a Manuel, quien lo mira fijamente, parece analizarle.

—Son una preciosidad —enuncia ella cuando llega el momento en que debe saludar a mi niña.

—Una guapa chiquina —murmura Juan Alberto, sin dejar de jugar con el pequeño.

—Solo hay que ver a su padres, es que les han quedado como de museo. ¡Sobrino mío! —exclama apretando las mejillas de mi esposo. Él le sonríe en respuesta, sabe que no tiene nada que hacer contra ella. —Venga acá jovencita, y saludé a su tía abuela.

—Hola, soy Rose —le dice sin demasiada emoción. Ya se puede ver su cansancio y a buena hora ha llegado.

—Ven aquí, princesa —le susurra mi amor a la niña, para cargarla en sus brazos. —Normalmente no es así, suele tener más energía. Ha despertado muy temprano por la emoción del viaje y no ha dormido en todo el vuelo.

—Vamos a casa, así esta criatura podrá descansar como Dios manda.

El viaje a la casa, es mucho más pesado de lo que podía recordar, o debe ser que todavía estoy un tanto resentida con lo del resfriado que no aguanto nada. Al llegar, nos facilitan las habitaciones, para entonces, Rose es un ángel durmiendo en el hombro de su padre, mientras el pequeño juguetea con Raquel, quien he de aceptar, es buenísima con los niños. Han habilitado un habitación para los dos niños, haciendo uso de la antigua cuna de Juanito, tiene sus buenos años, pero que le hayan guardado, le tiene en perfectas condiciones. Sawyer y Ever también tienen su lugar para descansar estos días, en cuanto dejamos a la niña en la cama, nos dirigimos a nuestra habitación para dejar las maletas ahí, ni siquiera planeamos desempacar, pronto partiremos a Cancún. Me tiro a la cama, estoy agotada, me quedo ahí, con los ojos cerrados, disfrutando de la comodidad que el colchón suavecito me brinda.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.