Tu Alma, Mi Alma y el Secreto Prohibido

CAPÍTULO 4: TE AMO, PERO… ¿Y AHORA QUÉ HAGO CON LO QUE ACABO DE SABER?

Pasó una primavera más en el pueblo pequeño en el Sur de América. Se acercaba otoño, hacía un frío bastante soportable para ser la época en que estaban y el sol era radiante, quemaba al estar expuesto directamente a él, pero el aire frío lo hacía sentir muy suave.

Mientras tanto en la casa materna de Alma…

-¡Alma, te llegó una carta, hija!

-¡¿De quién, Mamita?!

-¡No lo sé, chiquilla, no tiene remitente!

-¡¿De quién podrá ser?! ¡A ver..!

 

Alma cuidadosamente se dispuso a abrir el sobre que contenía la misteriosa carta con sus hermosas y delicadas manos, ya había sentido mucha curiosidad, puesto que, además de no tener remitente, sí tenía un olor que le parecía bastante familiar.

 

Mi adorada y hermosa Alma:

Ya ha pasado casi un año desde la última vez que hablamos en el cumpleaños de mi padre. Te confieso que desde que me dejaste solo en el jardín, no he vuelto a sonreír. Mi padre me dijo que te habías recibido, y, me alegra que así sea, pero me duele que no me hayas acompañado en la despedida hacia la eternidad de mi madre, tu tía.

No les quise preguntar a mis tíos el porqué no fuiste con ellos a los oficios fúnebres, no quise contrariarlos con mi estúpida pregunta. Dime cómo estás, ¡por favor!... ¡Necesito saber de mi Alma, sin ti no puedo seguir respirando!

¡Sé que aún debes estar dolida por lo que te dije esa vez, pero te juro que mi amor por ti sigue intacto, mi Alma! Y si tú aún sientes lo mismo, por lo menos déjame verte por última vez, pues, dentro de una semana parto para la capital nuevamente a continuar con mis estudios de Posgrado.

 

¡Te estaré esperando en la playa del río que está cerca de tu casa, mañana a las 16:00. No faltes, mi Alma!

 

Con amor:

 

Mateo.

 

-¡¿Y ahora qué hago con lo que acabo de saber… Cómo le digo que lo sigo amando; que no quiero que se vaya, pero que me duele mucho aún lo de esa otra mujer y su hijo?! ¡No, no puedo ir. No sé cómo voy a reaccionar al volverle a ver! Es que… LO AMO TAANNTOO! –Pensó Alma en voz alta.

 

Alma no sabía cómo lidiar con todo lo que su corazón sentía, no tenía amigas íntimas a quien confiarles su sentir, pues, solo tenía a las compañeras de universidad, que eran muy pocas, y con ninguna de ellas había entablado, por el momento, una amistad muy cercana; y lo otro sería hablarle a su madre de lo que ella sentía por su primo, pero si lo hacía era como firmar su propia sentencia de muerte. Así que no le quedaba de otra que tragarse su dolor, sus dudas y confiar en sus instintos.

-¡Gracias por venir, mi Alma!

-¡No me agradezcas, no lo hago por ti, sino por mí! –Le dijo secamente Alma a Mateo en su encuentro puntual en la playa del río, tal y como él se lo había pedido en su misiva.

-¡En realidad vine porque necesitaba decirte algunas cosas, primo!

-¡¿PRIMO?! – Le gritó Mateo.

-¡Sí, primo. O… ¿Es que acaso no lo somos? -Replicó Alma.

-¡Bueno, sí lo somos. Pero no hace falta que me lo digas con desdén, mi amor!

-¡Ya basta! ¡Párale ahí con lo de “mi amor”! ¡Yo no soy tu amor, obviamente!

-¡Alma, tú eres mi amor!

-¡¿Aunque vivas con otra y el hijito de ambos?! –Le reclamó Alma.

-¡Ya basta tú! ¡Y…Sí, tú eres mi amor, mi único y adorado amor! ¡La mujer que es dueña de mis pensamientos, de mi corazón. Eres la dueña de mi Alma! ¡Tú eres mi Alma!

-¡Pues te equivocas, Mateo. Lo nuestro no puede ser, no podemos ser otra cosa que no sea primos!

-¡Alma, por Dios… Estoy a punto de irme lejos y sigues con esa actitud! Entiendo que estés dolida aún, pero quiero que sepas que me voy solo, que dejo a Elizabeth y ella se queda con el niño!

-¡Pero, ¿qué dices, Mateo… Vas a dejar a tu hijo por unos estudios de mierda?!

-¡No son solos los estudios, me voy para alejarme de este pueblo que me hace daño! –Dijo Mateo. -¡Ya no puedo más. Este amor por ti me está matando y antes de que termine de destruirme, prefiero marcharme lejos de ti y de este pueblo. Aun sabiendo que dejo a mi pequeñito también!




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