Tu chico de los ojos grises

Fin

-Mira Alexandra... es difícil de decírtelo pero el que hizo todo esto es Benedict --intentó explicar muy incómodo, ¿Benedict? ¿Mi Benedict? ¿Mi mejor amigo?, no, debía estar equivocado, puede que lo hicieron creer eso, que él también estuviera engañado -ahora vámonos Alejandra -dijo tomando mi brazo y guiándose por los pasillos, ¿Dónde estaba la salida? -¡Maldición!, ¡Todo aquí es muy parecido!

-Sigamos por aquí -indiqué un pasillo -si nos quedamos quietos nos encontrará.

-Tienes razón -Concordó y seguimos corriendo hasta que tras una vieja puerta de hierro herrumbrada que era de cerradura normal salimos a un pequeño patio interno rodeado de paredes, las plantas estaban descuidadas y habrían crecido más de lo normal, la tierra estaba seca y árida, había un viejo árbol seco y otra puerta vieja, miré algo en el árbol y no pude evitar acercarme -¿Qué haces Alejandra? vámonos de aquí –de cerca vi que era un gravado.

-Espera - Ante mis palabras sólo suspiró con cansancio y emitió un bufido de frustración, se notaba que había sido hace muchos años, era un corazón y en él las letras L y T en mayúscula, debajo la frase "Eres mi chico de los ojos grises".

-Vámonos nos van a atrapar -Insistió Alexander, ¿Una T?, seguí a Alexander por la otra puerta, ahí las puertas estaban abiertas, habían muchas aulas viejas por ese pasillo, era como estar en una escuela desierta o tal vez… un orfanato que también brindaba la enseñanza.

-Espera, salgamos por la ventanas -la idea llegó a mí repentinamente, nos acercamos a uno de los aulas, las sillas seguían junto a sus pupitres, la pizarra, el escritorio, las ventanas eran de vidrio y no tenían barrotes, Alexander tomó una de las sillas viejas de madera con patas de hierro y quebró la ventana provocando un fuerte escándalo.

-Hay que salir ahora -comunicó pasando por el hueco de la ventana y dándome la mano para ayudarme a salir, afuera el pasto estaba algo opaco, tal vez por falta de agua, pero había un muy grande muro de cemento con alambre de púa en la sima -corre -dijo Alexander sin soltarme la mano y corrimos por el patio buscando algún punto por donde salir -Voy a asegurarme que no nos atrapen -comunicó y fue a revisar, había un viejo portón que con costo se mantenía de pie de lo herrumbrado que estaba, la cadena del candado estaba en el mismo estado de deterioro, de milagro no se había desplomado, de ahí un camino de piedra desgastado pero que debió ser muy bonito en su época hacia una gran puerta de madera, probablemente la principal del orfanato.

-Alejandra -al oír su voz volteé asustada, él estaba allí de pie con una camisa a cuadros arrugada y sudada, o mejor dicho... mojada, era agua -puedo explicarte – intentó hablar al ver que yo me ponía aún más nerviosa.

-¿Por qué hiciste esto? -Pregunté aterrada, aún tenía la idea de que Benedict no podía ser mi opresor, tenía que haber un mal entendido.

-Yo... Alejandra yo... --dijo Benedict frustrado mientras pasaba la mano por su cabello -mi vida no fue fácil, sufrí mucho aquí y... explicarlo llevaría mucho tiempo, ella murió y me atormenta la culpa constantemente porque yo pude evitarlo, todo pudo a ser sencillo, tú te pareces a ella eres… dulce y buena, me quisiste sinceramente y sin ver mis errores, a tu lado podía olvidarme de mi pasado, iba a ser tu amigo hasta que aprendieras a amarme, por las buenas, pero luego llegas y me dices que el estúpido de Jeffrey también es tu mejor amigo y que quieres tener algo con el tipo que te trata mal desde que te conoció –dijo con ira en el tono de voz.

-Benedict, yo... -empecé decir pero mi voz falló, si seguía iba a llorar, él era como mi hermano, un hermano al que amo, ¿Por qué no me dijo nada? ¿Por qué me hizo todo esto?

-Quería que conocieras mi mundo, que fueras como ella, como yo -siguió con voz desesperada –que me amaras, que le temieras a los payasos, que supieras lo que sufrió cuando casi la ahogan en el escusado, yo... quería que fueras ella.

-Fuiste muy malo Benedict, yo jamás sería ella, ella murió -comuniqué entre llanto.

-¡Maldito! ¡Aléjate de ella! -Interrumpió Alexander cuando lo vio -¡Sólo le has hecho daño!

-Yo la amo, sólo quería que fuera Liliana, ¡Que me quisiera a mí! –le respondió Benedict casi desquiciado a Alexander.

-Benedict -Dije con voz quebrada, no lo reconocía en ese estado.

-Mi nombre es Tomás, Tomás Maslow -comunicó gritando, pero luego se detuvo asustado al ver que estaba perdiendo el control de sus acciones.



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En el texto hay: está lleno de mosterio

Editado: 27.06.2018

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