¿se conocen? – los mira Pedro asombrado. ¿desde cuándo? – su mirada va de Julio a Ana y viceversa – ¿desde cuándo? – volvió a preguntar.
- ya hace rato – responde Ana – tenía tiempo de no verte – sonrió
- lo mismo digo – Julio la saluda – ¿Cuándo llegaste?
- hace una semana llegué de New York, pero me fui con mi hermano y mis sobrinos a la playa a relajarnos de tanto trabajo – ¿y tú? ¿Cómo estás? ¿y las gemelas?
- yo estoy bien, también me fui de vacaciones por una semana y mis hermanas están enojadas conmigo, por no haberlas llevado – sonrió cuando ellas se enteraron del viaje. En estos momentos estoy castigado por ellas.
- ¿Cómo así, castigado? – le preguntó sorprendida – Fer no me dijo nada, hablé con ella el día siguiente de mi llegada de New York y me sorprendí de todas las nuevas noticias.
- sí, a todos nos sorprendió - dijo Julio y con respecto a tu pregunta, Sí, ellas son terribles cuando se enojan, te castigan con látigo de su indiferencia – se carcajeó – así que, no me hablan y eso me va a costar caro.
- ¡no me digas! Y ¿te quitan dinero por eso? – Julio se le acerca un poco más
- No sé todavía, pero te aseguro que están pensando en algo que me cueste mucho- le dijo al oído - ¿quieres bailar?
- ¡Claro!, vamos – ella sonrió y tomó la mano que Julio le tendió – Lo mejor de todo fue se acoplaron en el baile, se la pasaron en la pista todo el rato, solo fueron por bebidas refrescantes y volvieron a la pista a seguir bailando. Sentían que se complementaban muy bien en ese sentido, pero Ana, sintió que Julio se tensaban cada vez que cambiaban la música a un ritmo lento, que requería estar bien juntitos, a diferencia de ella, que se sentía en el cielo, cada vez que él la acercaba a su cuerpo.
A las dos de la mañana, él le dijo que debían irse, y ella asintió, se dirigieron a donde estaban Pedro y Yolima que estaban bailando.
- chicos, ya nosotros nos vamos – habló Julio – Pedro, yo llevo a Ana a su casa, para que no tengas que desviarte hasta allá, ¿vale?
- claro, jefe, nosotros también nos vamos, ya es tarde – contestó Pedro y comenzaron a caminar hacia la salida. Julio llevó a Ana a su coche y le abrió la puerta, cuando ella entró, la cerró y dio la vuelta para subirse él, luego le preguntó cuál era la casa.
- mira, esa de allí – él miró la casa y le dijo:
Vaya, pero si somos casi vecinos – le sonrió
¿Por qué lo dices? – Ana también le sonrió
- porque mi apartamento está a tres cuadras de aquí, por la avenida el Libertador – pensó que el destino los estaba juntando - ¡qué casualidad!, ¿verdad?
- sí, que es una casualidad – dijo ella al mismo tiempo que se quitaba el cinturón de seguridad e intentó de abrir la puerta – gracias por esta noche, me gustó mucho saber que eras tú mi pareja – Julio le tomó la mano y la detuvo
- a mí también me gustó mucho, de verdad – se acercó un poco más y le dijo – creo que demasiado, diría yo – le hizo un guiño y con una sonrisa pícara le miró los labios y… - me gustaría verte de nuevo.
- a mí también me gustaría, Julio – ella miró sus ojos gris-verdoso, se queda hipnotizada, siente que él va acortando la distancia “Dios, va a besarme”. Y es lo que hace, Julio toca sus labios, logra introducir la punta de su lengua y se da cuenta que Ana abre la boca para dejarlo entrar a ella. Él de inmediato profundiza el beso y con sus brazos la atrae más a su cuerpo, aunque, no logra su objetivo por culpa de la barra de cambio, pero eso no le impide seguir besándola. Ana siente que él se comienza a retirar para poder recuperar el aliento.
- ¡Dios mío! – expresó ella – eso fue intenso – lo mira de reojo.
- sí. Muy intenso – él sonríe también – dame tu número y te llamaré – sacó su celular para anotar el número – tengo primero que mirar mi agenda; como me tomé una semana de descanso, se me acumuló el trabajo – Ana le dictó el número y se lo guardó en el bolsillo del pantalón, luego regresó a tomarle el rostro con ambas manos y volvió a besarla – ven, te acompaño hasta la puerta – se bajaron y como lo prometió, la acompaño hasta la puerta, Julio le toma la mano y se la lleva a los labios – bueno, te dejo, que pases buena noche, Ana – luego se acerca para darle un beso tierno en los labios para despedirse de ella, regresa al auto y se marcha a su apartamento.
****************************
Cuando llego a mi habitación, me tiró en la cama y doy un gran suspiro, me sentía feliz por el encuentro con Julio, mi príncipe; ese hombre que me había robado el corazón el día que lo conocí. Era tan atractivo, esos ojos tan hermosos que tiene, ¡Dios mío! ¡cómo sabe utilizar esa boca! Casi que me derrito allí mismo en su auto – y se regañó – pero Anita, mija, cómo se te vino a ocurrir de dejarte besar de esa forma. Casi le entregas tu tesoro más preciado, por favor, contrólate. – pues sí, que se hubiera entregado, ummmm, que rico besa. – luego me levanto para quitarme la ropa e ir al baño para asearme y ponerme su pijama, regresé de nuevo a mi habitación, retiré la sábana y me metí en la cama, tomé una almohada y la abrazo – ummmm, voy a soñar con mi príncipe, espero que sueñes conmigo, mi corazón – cierro los ojos y me quedo dormida de inmediato.