El miércoles veinticuatro de noviembre, tres días antes de la boda de Roberto, Sofi, Annette, Stella, sus amigas Julia y Deisy; que eran las damas de honor de la novia y la señora Yolanda, madre de la novia, estaban midiéndose el vestido de dama de honor y Lucía Fernanda, se medía su vestido de novia, en la tienda de vestidos más famosa de Santa Marta.
Pasaron las horas volando, con las medidas de los vestidos, aunque Ana no era dama de honor, fue a acompañarlas ya que era su futura cuñada y como tenían una sección de vestidos de fiesta, ella había elegido el suyo y se le estaba midiendo para la última prueba, le estaba quedando flojito de cintura. Era un vestido largo muy hermoso, en color verde claro con un fino encaje decorando la parte delantera de la blusa con manga sisa, entallado a la cintura y la falda larga que tenía un par de pliegues para darle vuelo, de la parte de atrás, salían tres tiras delgadas para terminar en la parte media de la espalda; se le veía muy hermosa.
- Te queda un poco flojo, voy a meterle, para que te quede mejor – Ana negó.
- No, déjalo así, no hay tiempo para venir a medírmelo después, porque tengo mucho trabajo en la universidad.
- ¿Qué sucede con tu vestido, Ana? – le pregunta Fer – haz adelgazado
- Si, pero no se nota, porque es amplio en la falda, así que lo dejaré con está, porque tengo que irme a la universidad con los chicos, además, hemos tenido problemas con el lugar de la implementación de nuestro programa.
- Roberto me dijo que se iban para Ciénaga – le dijo ella
- No nos sirve el hotel de mi tía, porque es un hotel normal, necesitamos que sea un hotel turístico – explicó Ana – hoy vamos a ver en Gaira, para mirar si podemos hacerlo en alguno de sus hoteles.
- está bien, no te preocupes, nos vemos el sábado, ¿vale? – le dice Lucía Fernanda, dándole un fuerte abrazo a su cuñada.
- vale, adiós a todos – ella toma la bolsa de su vestido y sale. Cuando llega a la universidad, se encuentra con sus amigos. – hola chicos – los saluda.
- Hola amiga, te has demorado mucho – le dijo Ernesto con cara de pocos amigos.
- no me jodás, Ernesto, que no tengo humor para tus bobadas – le contestó con enojo – vengo de medirme el vestido que llevaré en la boda.
- ¡vaya, estás enojada! – dijo Ariel, dándole un puñetazo en el hombro a Ernesto – no te preocupes, amiga, que este no te molestará – le toma del brazo y la lleva aparte y hace que se siente un banco – amiga, debes tranquilizarte, ¿vale? Todos esos cambios, le hace daño al bebé. Yo sé que estás así, por Julio, ya que lo vas a ver en la boda, pero yo sé que puedes aguantar la ceremonia – le toma las manos y comienza a friccionarlas porque las tiene muy heladas – mira cómo estás.
- ¡ay Ariel! No sabes cómo me siento – comenzó a llorar recostada al cuerpo de su amigo – siento que voy a morir de dolor, no sé cómo quitármelo del corazón, ¡lo amo tanto!
- lo sé, cariño. Lo entiendo, pero debes tranquilizarte, ¿vale? Por el bien del bebé – le da varios golpecitos en el hombro. Sienten pasos a sus espaldas y se dan cuenta que son los chicos.
- hermosa, perdóname, por decirte eso. Estoy muy arrepentido – le dice Ernesto con cara de arrepentimiento y con sus ojos llorosos. Se sienta al lado de ella y la abraza dejándola que se desahogue, luego toma un pañuelo y le limpia la cara – ya, ya, ya; por favor Anita, deja de llorar. Vámonos todos a comer helado, quiero mimar a nuestro bebé, para que no tenga hambre, ¿sí? – le sonríe y ella le corresponde asintiendo con un movimiento de cabeza.
- vale. Vamos a comer helado – se levantan para dirigirse a sus autos, para ir a la heladería.
****************************************************************
- abuelo, vamos a quedarnos esta noche en casa de Roberto, para irnos todos juntos mañana a la Iglesia - le informa Ana al señor Rafael – además, debemos acompañarlo en su última noche de soltero – sonríe cuando le pasa los brazos a su abuelo por la cintura.
- ¡ay, mi niña, creo que no saldré hoy – mientras la abraza – debo tener fuerzas para mañana, así que me quedaré en casa, pero… - la separa un poco de su cuerpo para mirarla a los ojos – ve tú, yo llegaré temprano allá, para irnos a la ceremonia, ¿vale?
- está bien, Tata, pero te esperamos temprano. Ven a almorzar con nosotros – le dice Ana
- eso sí, puedo hacerlo, cariño – él le da un beso en la frente y se retira a su habitación, mientras ella va a la suya a recoger sus cosas para llevarlas a casa de su hermano. Él contrató a una estilista y manicurista para peinar, maquillar y hacer la manicura a ella y a Angie. Así que toma sus cosas y sale de la habitación, bajando las escaleras y se va a la cochera para colocarlas en el asiento de atrás, sube al coche y sale de la cochera, para dirigirse hacia la casa de su hermano.
Al día siguiente, Ana se levantó temprano, ya que su estómago no se quería quedar quieto, sentía muchas náuseas y salió disparada para el baño, llegó justo a tiempo, vomitando todo lo que tenía en su estómago. – pueda ser que Roberto no me haya escuchado, porque no quiero que se entere todavía que estoy embarazada, <Dios mío>, se levantó y se lavó la boca, se cepilló los dientes, luego se quitó su pijama y se metió a la ducha para darse un baño, así que en esos momentos sentía morir, por los síntomas del embarazo. Salió de la ducha, se envolvió en una enorme toalla esponjosa y regresó a su habitación, fue directamente a su bolso, saca un paquetito de galletas saladas y se come una, lentamente. Becky le había dicho que su hermana comía una galleta salada antes de levantarse cuando tenía náuseas al comienzo de su embarazo. Así que ella también trató de hacer lo mismo, y había tenido resultado. Se puso ropa interior y una bata; en ese momento se abrió la puerta y entraron sus sobrinos.