Un delicioso olor a café asaltó mi olfato, abrí los ojos y me encontré con la tentadora vista de unas muy definidas curvas envueltas en las sábanas, acaricié con delicadeza la linea curva de su cuello y decidí levantarme para ir a la cocina, mi estómago rugía.
>La noche de ayer fue estupenda, Sofia es excelente en todo lo que hace<, pensé.
-Por fin te levantas mi niño -mi Nona me vio con cariño desde el mesón dónde colocaba el desayuno que parecía más un banquete aunque mi vista estaba fija sobre unos apetitosos panqueques de avena con Nutella y fresas, mi favorito.
-¿Sabes que te quiero Nona bella? -deposité un beso en su frente y luego tomé asiento en una butaca para disfrutar de mi desayuno.
-No utilices tus encantos conmigo mi niño. No puedo creer que hayas traído hay a "esa" otra vez -masculla. Yo sabía que no lo iba a dejar pasar.
-¿Qué se le puede hacer? No puedo negarme ante los deseos de las damas -dije encogiéndome de hombros, una sonrisa apareció en mi rostro al recordar a la sexy mujer pelirroja en mi cama.
-Nunca aprenderás -reprendió.
-Vamos, mi Nona bella.
Terminé de comer y mientras me dirigía a la ducha mi Nona me llamó para atender una llamada.
-Doctor Martinez -saludé.
-Señor Dachs, necesito que venga inmediatamente a la clínica, ya están listos los análisis y tengo que comentarle algo al respecto ¿podría estar aquí en una hora? -algo en el tono de su voz me alertó.
-No me diga, ¿salí positivo en alguna enfermedad venerea? Yo sabía que no se puede confiar en mujeres que acabas de conocer en un bar de mala muerte... -comente pensando en aquella noche loca, tomé demasiado esa vez.
-Por favor, venga lo más pronto posible -es lo único que dice antes de colgar y dejarme más preocupado que antes. Mi gira mundial está a la vuelta de la esquina, este no es el mejor momento para enfermarse, igual no debe ser tan grave, yo me siento mejor que nunca.
Me metí a la ducha y me relaje en un baño caliente. Al salir me encontré con Samalia y Tatiana, mis dos guapas estilistas, esperándome en el Salón. La primera una rubia digna de ser una modelo de Victoria Secret, me ayudó con la ropa mientras la otra, una sexi castaña con tremendo cuerpazo, arreglo mi cabello. Una vez listo vi mi reflejo en el espejo y como de costumbre me veía grandioso y no era para menos cuando soy irremediablemente perfecto, o eso creía.
-¿Lamborghini o maserati? -pregunta Raúl.
-Lamborghini, y esta vez voy a conducir yo, Milena me espera y tengo que impresionar -le respondí a mi asistente con orgullo.
Raúl blanqueó la mirada -el idiota cree en el matrimonio y el amor para toda la vida, así que mi vida libertina no es de su agrado -, va por las llaves y salimos del lugar.
Piso el acelerador hasta el fondo y en cuestión de segundos íbamos a 210 km/h y en aumento, me agrada sentir el viento en la cara y la adrenalina corriendo por mis venas, no hay nada mejor que eso, a excepción de las mujeres. El idiota de Raúl, después de lloriquear como niña porque según él soy un peligro sobre ruedas, me puso al tanto de mi agenda, por suelte para mi ese día no tenía muchos compromisos pero el día siguiente sería otra historia.
Llegamos a la clínica en menos de treinta y cinco minutos, el flacuchento de Raúl por poco y besa el suelo al salir de auto, no tengo la menor idea de por que lo Contraté; solo Dios sabrá que estaba pensando en ese momento.
Entramos al lugar que tenía más pinta de hotel 5 estrellas que otra cosa, llegamos a la recepción donde una linda rubia que no dejaba de darme miradas picaras nos atendió y luego una hermosa morena nos guió hasta el consultorio de doctor Martinez, poco hacia falta porque ya me sabía el camino pero resulto muy agradable la vista que ofrecían las prominentes curvas de la bella mujer. Mientras la mujer iba delante de nosotros le hice señas a Raúl para que se deleitará con el paisaje pero como siempre se limito a mirar el suelo. Perdedor.
-Toda una ricura -comenté en tono bajo viendo las caderas de aquella morena.
-No deberías referirte de esa manera a las mujeres, ellas merecen...
-Que te pongas el hábito y te metas en un convento y así nos libras a todos del aburrimiento -reí al ver su cara, el idiota estaba rojo de rabia.
-Gracias -dije a la mujer que pretendía irse una vez llegamos frente al consultorio, le di una tarjeta con mi número y una sonrisa, no iba a perder la oportunidad con semejante belleza.
El idiota de mi asistente me dio unas de sus miradas llena de reproches que ignoré por completo y pasamos a través de la puerta para encontrarnos con el doctor sentado tras un gran escritorio repleto de carpetas con papeles y más papeles.
-Que bueno que ya llego, señor Dachs, le tengo noticias no muy alentadoras -dijo en tono serio y directo mientras se levantaba de su asiento y nos guiaba hasta unos cómodos sillones de recibo. Raúl y yo compartimos miradas de preocupación.
-Digame doctor, ¿qué es lo que tengo? -la ansiedad me estaba hormigueando en ese momento.
El doctor, a punta términos médicos que yo no entendía en aquel entonces, explicó todo con lujo de detalles. Mi ánimo terminó de irse por la borda con sus palabras:
-... por lo que hay que internarlo lo más pronto posible. Aún estamos a tiempo para ponerlo bajo tratamiento y ver como reacciona su cuerpo, no hay tiempo que perder... -el doctor continuo su charla pero no le presté atención.
Me aisle por completo del mundo exterior, aquello no tenía sentido, ¿como era eso posible cuando me sentía de lo mejor?
-¡Tiene que haber un error! -dije alterado y me levante del sillón -. ¡En este maldito lugar no saben hacer su trabajo! -me negaba a creer todo aquello que estaba diciendo ese doctor -. Tiene que ser un error -repetí con más convicción de la que sentía y empecé a reír como un maniático en una crisis nerviosa.