En una esquina de la sala de la casa de Ana en el pueblo se encuentra un hermoso árbol blanco navideño lleno de bolas de colores rojas y verdes. Las luces que lo iluminan de manera especial realzan su belleza. Edith lo ha organizado porque quiere que esta Navidad sea la más especial para ella y toda su familia y sobre todo para su adorada hermana Ana.
La madre la mira con los ojos llenos de dolor y sus lágrimas corren por sus mejillas. Su cansado corazón está agotado de soportar tanto dolor y esconderlo de sus hijas.
—¿Está segura de lo que quieres hacer?— preguntó sin dejar de mirar a su hija Edith .
La joven se giró en la silla de ruedas donde había pasado los últimos días. Ya las fuerzas se habían consumido y luchaba para mantenerse hasta esa Navidad. Su mayor secreto era haberle ocultado a su hermana que pronto partiría y la dejaría sola.
—Sí mamá, esto es lo correcto— dijo mirándola y acercándose para limpiarla aquellas lágrimas que tanto le dolía — no me lo hagas más difícil, por favor.
La madre tragó ese nudo de dolor que tenía en su garganta. No podía resignarse a perder a su hija mayor tras una devastadora enfermedad que la consumió en días.
—Tu padre preguntó por Walter. Él no ha vuelto a recibir las llamadas, ni quiere hablar contigo — dijo la mamá llena de dolor.
Edith miró a su madre y giró la silla hacia una ventana para mirar desde ahí.
—Solo dale tiempo, mamá — dijo la joven sonriendo con tristeza— él debe asimilar lo que realmente está pasando dentro de él y reconocer que sus sentimientos de amor son para Ana.
La madre bajó la mirada.
—¿Cómo puedes estar tan segura de eso?— preguntó la mujer.
—Ana siempre ha estado enamorada de él y él se ilusionó conmigo e ignoró el amor de Ana porque ella era muy joven, pero ahora es una mujer y él no tiene por qué sentirse avergonzado del amor que siente por ella.
Edith cerró los ojos para recordar aquella tarde que lo mandó a llamar para hablar con él. Aún recordó su rostro enojado y sus ojos brillantes de la misma furia que sentía.
—¿Qué me estás diciendo? Edith — dijo Walter molesto con la joven al saber que Ana era la que escribía aquellas cartas llenas de amor e intimidad.
—Que las cartas que recibes de amor no son mías, son de Ana — dijo la joven — y por eso te pregunté y quiero que seas sincero. A cuál quieres: a la mujer que está detrás de aquellas letras o de esta que está en esta silla. Porque yo no quiero tu lástima y menos cuando sé que tu corazón está unido al de ella.
Walter se levantó y pasó la mano por la cabeza. Está confundido, por aquel descubrimiento y es verdad que siempre ha sido posesivo con la chica, pero ¿Amor?
—Edith, yo no puedo hacerte esto— dijo él con la voz quebrada por el dolor — no es justo. Eres muy joven para que tengas que pasar por esta tan duro y dejar solo a tu familia y a Ana.
—Ana no va a quedar sola, si tú cumples tu promesa de casarte con ella. Tú le propusiste matrimonio a través de las cartas y ella aceptó — dijo la joven y tomó la mano de él— que esta Navidad sea de júbilo para cuando lleguen las próximas estén llenas de recuerdos de amor y felicidad y no de tristeza. Por favor, Walter, mira tu corazón. Está en el amor o en la lástima. ¡Ama y sé feliz!
Walter esa tarde se fue. Tiempo después Ana le comentó que llevaba dos semanas que él no escribía las cartas y se sentía triste al pensar que había dañado la relación entre su hermana y él.
Edith dejó escapar un largo suspiro.
—Mamá tienes que buscar la forma de que Ana venga esta Navidad a casa. Es más, obligala trayendo mi vestido de novia — ordenó la joven.
La madre de Edith se la quedó mirando y dejó escapar el aire de sus pulmones.
—Está bien, cariño. Le diré a “tu” hermana que traiga tu vestido de novia — dijo la mujer con cierta ironía — aun no entiendo cómo vas a hacer todo eso.
—No te preocupes, mamá. En la noche de Navidad habrá un milagro para mi— dijo.
La madre había aceptado la voluntad de su hija mayor, ella solo pensaba en la felicidad de su hermana y por eso haría lo que Edith le pidiera.
—Hola, cariño — dijo la madre al oír la voz dulce de su hija menor —¿A qué hora llegas?
Ana solo suspiró.
—Mamá, de verdad lo lamento. Yo no puedo ir esta Navidad a casa— mintió tengo mucho trabajo por hacer.
—Oh, está bien— dijo con tristeza — necesito que me hagas un favor al menos tráeme un encargo de tu hermana Edith.
—¿Qué encargo?— le preguntó distraída.
—El vestido de novia que va a lucir en la noche de Navidad — dijo la madre.
Ana tragó con fuerza porque ella sabía que esa noche se iba a celebrar la boda.
—Está bien, mamá. Llevaré el vestido, pero no me puedo quedar. Me entiendes ¿Verdad?
La madre suspiró y con la voz quebrada siguió hablando.
—Realmente quisiera tener a mis hijas juntas para esta Navidad la cual va a ser muy especial y diferente a la que hemos vivido durante todas nuestras vidas juntos— dijo.
Ana se sintió mal al oír a su madre hablar con tanto sentimientos.
—Mamá de verdad no puedo estar en la noche, pero prometo ir y llevarle el vestido temprano. Por favor, no me obligues a quedarme.
—¿Tanto lo amas que no lo puedes ver casado con tu hermana? — preguntó la mujer porque quería estar segura de que su hija Edith estuviera haciendo lo correcto.
—Mamá te voy a confesar algo, por favor no se lo cuentes nunca Edith— la joven tomó aire para confesar— yo desde que tengo quince años he estado locamente enamorada de Walther y él se fijó en ella y ahora solo deseo que sean felices. Yo no puedo estar ahí, no sería capaz de soportar tanto dolor.
—¡Está bien!, querida — dijo la madre sonriendo al parecer Edith tenía toda la razón con respecto a esos dos muchachos y ella ayudaría a que su hija cumpliera su última voluntad. — Tráeme el vestido de novia de tu hermana y luego te podrás ir a celebrar la Navidad donde tú quieras.
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Editado: 12.12.2023