Tu inocencia

Capítulo 4

Los rayos de luz del sol entraban por la ventana de la habitación indicando que comenzaba un nuevo día, y que había que levantarse de la cama de una vez. Ginny se estiró aún tirada y bostezó lentamente. Para no ser su cama, había descansado bastante bien. Se incorporó y contempló las vistas desde el ventanal. Hacía un maravilloso día. Bajó la vista hacia la piscina y vio a Nicholas nadando de manera despreocupada. Ginny sonrió, casi parecía hasta humano.

Salió de la habitación, bajó las escaleras y se dirigió hasta el borde de la piscina para hablar con Nicholas.

—¡Buenos días! —dijo la chica con una sonrisa.

El chico la miró, apoyó sus brazos en el bordillo de la piscina y subió a pulso al exterior.

—Oh, no quería molestar. Tan solo quería avisarte de que me voy a ir a por mis cosas —dijo la chica tratando de no mirar como las gotitas de agua se deslizaban por el escultural cuerpo del chico.

—Te llevo —respondió él serio mientras se secaba con una toalla que había dejado en la hamaca.

—No hace falta, Fede dijo me dijo ayer que él lo haría —comentó ella mirando al suelo.

Él la miró algo confuso. No entendía por qué ella no paraba de mirar el suelo.

—Mi hermano no se va a levantar hasta la hora de comer —le respondió con sinceridad.

Federico no era de esos a los que le gustaba madrugar. Más bien, el pequeño de los Varela era esos de los que se activaba por las noches y por las mañanas estaba sin energía.

Ginny miró su reloj, no quería tener que esperar tanto para ir a recoger sus cosas. La camiseta de Nicholas era cómoda, pero era algo embarazoso ir por todos los lados con tan solo eso y su ropa interior.

—Espera que me vista y te llevo —repitió el joven.

—Te espero aquí.

Nicholas miró las piernas de Ginny que se mostraban desnudas bajo su camiseta.

—¿No quieres ponerte algo más para ir a la residencia?

Ginny comenzó a sonrojarse. No había caído en eso. No podía ir así a la universidad.

—Espera, olvídalo. Tengo otra idea, dime la dirección de la casa —pidió.

Una vez el chico se la dio Ginny cogió su teléfono, tenía veinte llamadas de Barbie. ¡Se había olvidado de llamarla! Comenzó a marcar y le contó a su amiga la situación.

Nicholas la miró curioso y después se introdujo de nuevo en casa y se dirigió hacia el baño de su habitación a darse una ducha.

—¡Espera!

Nicholas se giró hacia su hermano mediano.

—No te vas a morir por ser amable —lo regaño Damián.

Este siempre solía estar de parte de su hermano mayor, pero también era el único capaz de influir en la opinión de Nicholas y hacerle darse cuenta de las cosas.

—No tengo tiempo para esto.

—¡Escúchame! —dijo alzando levemente la voz—. Su padre acaba de huir del país, su novio la ha dejado el día de su cumpleaños frente a todos sus amigos y para colmo la han obligado a dejar su residencia universitaria para irse a casa de un tío que no conoce de nada y que lo único que hace es poner malas caras a todo. ¿Crees que para ella es fácil? —Hizo una pausa—. Pero al menos se está esforzando.

—¿Y qué quieres?, ¿que finja que todo esto me parece genial? ¿Lo que quieres es que ayer me hubiese sentado con vosotros a ver una película de amor sinsentido que te hace que tengas una visión edulcorada de la vida? —explotó.

—En realidad ella escogió 'El retrato de Dorian Gray'.

Esas palabras enmudecieron a Nicholas. El chico jamás se hubiese imaginado que esa hubiese sido la elección de Guinevere. Quizá la hubiese juzgado erróneamente.

—Piénsalo —añadió Damián mientras caminaba hacia la cocina para desayunar.

Nicholas reflexionó las palabras de su hermano mientras disfrutaba de una relajante ducha. Entendía lo que Damián le había dicho, pero eso no lo hacía más fácil para él. Esa chica significaba cambiar su forma de vida, le hacía sentirse casi como un intruso en su propia casa. Le incomodaba tenerla ahí.

Bajó a desayunar y se encontró con Magdalena, una mujer de estatura media, algo regordeta y con una oscura melena que llegaba hasta sus hombros. Magda iba todos los días a limpiar la casa y preparar la comida a los Valera. Lo había hecho desde que eran niños, y a decir verdad los sentía casi como sus hijos.

—Buenos días Nicholas, ¿has descansado mejor hoy? —preguntó preocupada a sabiendas que el chico llevaba unos meses algo malo.

—Nick, quería decirte que... —Comenzó Ginny entrando en la cocina, pero al ver al Magda se llevó la mano a la boca—. Oh, lo siento, no quería interrumpir.

Nicholas la miró arqueando una ceja. ¿Nick?, ¿acababa de llamarlo Nick? Nadie lo llamaba así, no le gustaba, lo hacía parecer un adolescente.



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En el texto hay: mafia, carcel, romance

Editado: 17.03.2020

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