Ginny abrió la puerta y se encontró con su mejor amiga que arrastraba una maleta.
—Isaac viene ahora con el resto —dijo la morena retirándose un mechón de pelo detrás de la oreja—. ¿Cómo estás? —preguntó preocupada.
Ginny decidió omitir la pregunta y centrarse en lo primero.
—¿Isaac?, ¿te ha traído él?
—No, lo he traído yo. Cuando se enteró de que venía me suplicó que lo dejase venir—Hizo una pausa—. Así que, ¿qué menos que ayudarme a traer las cosas hasta la puerta? —preguntó haciendo excesivos gestos con sus brazos.
Ginny se rió y saludó a Isaac, quien se acercaba a lo lejos cargado con mil cosas.
—¿Esa es mi lámpara de suelo? —preguntó Ginny.
—Sí, pensé que la podías necesitar —respondió ella con toda normalidad, y después se giró hacia Isaac—. ¡Venga!, ¡a ese ritmo mañana seguimos aquí!
El chico mostró una mueca de disgusto, pero siguió avanzando hasta la puerta. Ginny miró al joven musculoso, pero no en exceso, de piel pálida, cabello pelirrojo y ojos color miel.
—Gracias por venir —dijo Ginny abrazándolo.
El chico correspondió su abrazo con fuerza. Al separse se quedó mirando a la chica que tan solo llevaba una camiseta masculina puesta encima, y no pudo evitar sonrojarse cuando mil imágenes recorrieron su mente a toda velocidad. Sacudió la cabeza. Debía dejar de imaginarse eso, Ginny era su mejor amiga.
—¿Sabes que Sebastian es un imbécil, verdad?
Barbie golpeó el brazo del chico.
—¿No ves que no quiere hablar del tema? —preguntó la morena con cara de mosqueo.
—Emm, pasad —invitó la pelirroja como si de su casa se tratase.
Bárbara miró las escaleras y las señaló indicándole a Isaac que le tocaba subir todas las cosas. El chico las miró con auténtico pavor, ¡estaba agotado de haberlas traído del coche a la puerta!
—No te preocupes, deja las cosas ahí que yo luego las subo —se apresuró a decir Ginny.
—No, de eso nada. ¡No seas vago y sube esas escaleras! —exclamó Barbie empujando a Isaac hasta las escaleras y ayudándolo a subir el primer peldaño.
—Te pasas mucho con él —comentó Ginny soltando una pequeña risa inocente.
—Oh, no es cierto. Solo me aprovecho de que está enamorado de mi mejor amiga.
—No lo está —rectificó Ginny.
Ella y su mejor amiga habían mantenido esa discusión desde niñas. Ginny aseguraba que ellos dos solo eran mejores amigos, pero Barbie siempre había sostenido que el chico bebía los vientos por la pelirroja.
—Lo está desde el jardín de infancia, y lo sabes.
Una seca tos detrás de ellas las hizo girarse y darse de frente con Nicholas, quien miraba confuso a la morena. No entendía qué hacía esa chica en su casa.
Bárbara lo repasó detenidamente de arriba abajo sin dejarse ni una sola parte.
—Soy Barbie, encantada —dijo con tono seductor mientras se acercaba para darle dos besos, pero entonces él puso su mano de por medio y la estrechó con la de la chica.
Nicholas se giró hacia Ginny esperando a que esta le explicase por qué esa chica estaba en su pasillo.
—Vale, ya está todo —chilló Isaac bajando por las escaleras y situándose junto a ellos—. Oh, mierda, ¿ahora viene el mayordomo? Podías haber llegado unos segundos antes —exclamó agotado por el esfuerzo.
—No, no, no —se apresuró a corregir Ginny—. Él es Nick, es el dueño de la casa —explicó ante la tensa expresión del chico que mostraba que la situación comenzaba a molestarlo.
—Ey, tenemos visita —dijo Fede, a quien los ruidos lo habían despertado.
Barbie y Fede se revisaron al milímetro y después él se acercó para darle dos besos mientras se presentaba, a Isaac simplemente lo ignoró.
—¿Cuantos de estos hay? —susurró Bárbie a Ginny.
—Shhh —le indicó su mejor amiga.
Isaac miró a los dos chicos con cierto recelo. No le hacía ni pizca de gracia que Ginny se fuese a quedar en su casa.
—¿Nos vamos a desayunar? —preguntó el chico tratando de salir de ese lugar cuanto antes.
—De eso nada. Yo he quedado con Jorge—Bárbara se miró el reloj—. De hecho me voy ya —dijo despidiéndose de su amiga y echando a andar, pero al ver que Isaac no se movía lo miró extrañada—. ¿Qué haces ahí parado? ¡Venga, ven al coche! ¿No pensaras a caso que voy a venir luego a por ti?
El chico tomó aire para ver si lograba obtener paciencia. Con Bárbara era necesario andar sobrado, porque ella te la agotaba toda.
—Isaac, cuídala, por favor. Sabes que Jorge no es una buena compañía —susurró Ginny al oído de su amigo.
Isaac besó su mejilla y echó a correr hacia el coche a sabiendas de que Bárbara era capaz de irse sin él.