Damián golpeó varias veces con sus nudillos la puerta de la habitación de la invitada.
—¿Puedo pasar? —preguntó de forma amable.
Ginny, quien se ya había cambiado de ropa y se había puesto unos shorts vaqueros y una camiseta morada básica, le indicó que entrase.
—Siento lo de mi hermano —se disculpó.
Ginny negó con la cabeza. Él no debía ser quién se disculpase. ¿Por qué parecía que Damián siempre iba tras Nicholas arreglando lo que este iba destrozando? La vida no era así. Cada uno arreglaba sus propios asuntos, si los quería arreglar, claro estaba. Nicholas no parecía que tuviese interés alguno en hacerlo, así que Ginny no entendía por qué los demás se esforzaban en hacerlo por él.
—No puedes cubrirlo siempre, ¿sabes? Ya es mayorcito —respondió ella algo molesta.
Damián suspiró. Sabía que la chica tenía razón en eso, pero había tantas cosas que ella no sabía. Nicholas no era un mal tipo. Su problema era que tenía demasiado peso sobre sus hombros y a veces eso lo destrozaba, por eso él siempre trataba de apoyarlo y ayudarle en todo. Sabía que si Fede y él vivían como vivían, era porque su hermano mayor había sacrificado su propia vida por el binestar de ellos.
—Es complicado —contestó Damián tratando de dejar el tema.
Ginny esbozó una media sonrisa. Estaba harta de esas dos malditas palabras. Eso era lo que su padre siempre le decía cuando no quería hablar del tema, cuando ella trataba de indagar en algo... Miró a Damián, él había sido amable con ella desde el primer momento. Se había esforzado en que se sintiese como en casa, así que decidió dejar el tema. No quería discutir con él por algo que, en su opinión, era una causa perdida.
—¿Qué leías? —preguntó el curioso mirando el libro que estaba tirado en la cama de la joven.
Esta estiró el brazo y se lo mostró.
—Derecho romano—Hizo una pausa—. Una base imprescindible para la formación de un jurista—dijo repitiendo las palabras que su profesor decía cada vez que tocaba esa asignatura.
Damián se rió junto a ella.
—Así que abogada —comentó algo sorprendido.
—Intento de ello —respondió entre risas—. Me gustaría ejercer como agente fiscal.
Esas palabras sí que sorprendieron al mediano de los Valera. ¿Agente fiscal? Esa chica era la hija de uno de los capos más importantes del país, y ¡quería ser "la cara visible de la justicia en acción!, ¡quería trabajar para el ministerio del interior velando por el cumplimiento de la justicia! Cuando menos, era algo gracioso.
—¿Ocurre algo? —preguntó ella al ver que el se quedaba callado.
—No, no. Es tan solo que me llama la atención que lo tengas tan claro.
Ella sonrió, era algo que había decidido a los dieciséis años por motivos que, por desgracia, no podía confesarle a nadie.
El estómago de la joven comenzó a crujir interrumpiendo la conversación y provocando que esta se sonrojase levemente.
—Bajemos a desayunar—dijo él conteniendo la risa, y juntos se dirigieron hacia la cocina donde Fede y Nicholas discutían acaloradamente.
Damián tosió de forma seca para indicar a sus hermanos que estaban ahí, y ambos cesaron en su discusión.
—¡Ey! —exclamó Fede a modo de saludo.
Esta le contestó con una sonrisa.
—Fede, acompáñame a comprar unas cosas —indicó Damián.
—¿Qué? ¡No! Estoy cansado, y ¡es domingo! —respondió este.
—Federico, acompáñame.
En sus palabras se notaba que no se lo estaba pidiendo, sino que se lo estaba ordenando.
—¡Voy con vosotros! —anunció Ginny.
—¡No! —se apresuró a responder Damián—. Tú tienes que desayunar—añadió sacando una taza del cajón—. No tenemos muchas cosas en la nevera, pero coge lo que te apetezca.
Ginny lo miró arqueando una ceja, ¿en serio el chico pensaba que no se estaba dando cuenta de la encerrona?
Damián era consciente de lo violento de la situación, pero no le importaba en exceso. Cogió a Fede del brazo y lo arrastró fuera de la casa.
Ginny caminó hacia la nevera y la abrió ignorando por completo la presencia del anfitrión.
—Siento lo de antes —dijo Nicholas en un tono casi inaudible.
—No —respondió Ginny mientras cogía la leche de avellana y la llevaba hasta la mesa.
—¿Qué? —preguntó Nicholas confuso.
El joven no tenía muy claro si la pelirroja le acaba de decir que no se disculpase o que no aceptaba sus disculpas.
—Que no lo sientes—sentenció esta echándose una gota de café en la taza y vertiendo la leche de avellana después.
Nicholas miró la taza, ¿eso era un café? Era leche con una gota de café para mancharla. Una pequeña sonrisa se asomó en su rostro.