Tu inocencia

Capítulo 8

La alarma del móvil comenzó a sonar de forma incesante. Ginny cogió su teléfono para apagarla. Era lunes y le tocaba ir a la universidad y hacer frente a todos los acontecimientos que habían ocurrido durante el fin de semana.

Se levantó y se preparó aún medio dormida. Bajó las escaleras agarrándose de la barandilla. Estaba agotada. Había pasado toda la noche estudiando sus apuntes de Derecho Romano, y, claro, cuando había sonado la alarma indicando que ya era hora de levantarse, había sentido como el mundo se le venía encima.

Fue directa a la cocina a prepararse un café y para su sorpresa los tres hermanos ya estaban allí desayunando. Miró su móvil, ¡eran las siete de la mañana!, ¿qué hacían esos tres despiertos?

—Buenos días—dijo la pelirroja mirando a Nick y Damián, después se giró hacia Fede—. Y tú que, ¿una buena noche de fiesta? —bromeó recordando lo que Nick le había dicho de que su hermano nunca madrugaba.

Fede se rió.

—No, hoy he decidido madrugar como los chicos buenos—respondió tratando de sonar inocente.

Ginny se acercó hacia él y pellizco su mejilla.

  —¿A quién intentas engañar?, tú no eres uno de los chicos buenos—respondió entre risas mientras le quitaba la tostada y le daba un mordisco.

—¡Eh!—se quejó este.

—Lo siento, tengo prisa—chilló mientras salía de la cocina.

—¿A qué hora vendrás a comer?

Ginny frenó en seco y asomó la cabeza por la puerta.

—Los lunes como siempre con Isaac y Barbie, nos vemos luego—anunció y se fue a la universidad.

Las clases avanzaron lentas y de forma poco productiva. La pelirroja odiaba cuando sus profesores se dedicaban a leer el libro durante la hora y media de la clase. Le parecía una verdadera pérdida de tiempo tener que asistir para que un señor o una señora recitase algo que ella ya había comprado previamente y que, por tanto, podía estudiar desde su casa, o, en su caso, el chalet de los Valera.

Tres clases después por fin había llegado el momento de reunirse con sus mejores amigos y disfrutar de de la "exquisita" comida precocinada que ofrecía la cafetería del campus.

El día se prestaba a comer en el exterior. Los rayos del sol calentaban, pero no con excesiva fuerza, así que Ginny cogió su ensalada cesar de cada lunes y se sentó en una pequeña mesa que había en la terraza de la cafetería.

Isaac no tardó mucho en llegar, y enseguida se sentó junto a su amiga.

—¿Qué tal ha ido el día?—preguntó el chico de cabello cobrizo.

Ginny sonrió, había tenido que soportar todos los cuchicheos de aquellos que, o bien hablaban de lo sucedido con su padre, o de lo sucedido en su fiesta de cumpleaños...

—No ha ido mal, pero cuéntame, ¿qué tal te ha ido el debate?

El chico golpeó la mesa animado.

—¡Lo he ganado!, ¡lo he aplastado como la cucaracha que es!—exclamó feliz.

Ginny lo miró con una sonrisa mientras arqueaba la ceja derecha.

—Perdón, quería decir que lo he vencido en un debate muy igualado y con mucho respeto—rectificó entre risas y Ginny golpeó su brazo.

—Me alegro—respondió con una sincera sonrisa.

Isaac cursaba la carrera de Ciencias Políticas, la cual era una de las más complicadas que ofertada la universidad. Tan solo el veinticinco por ciento de los inscritos lograba pasar al segundo año. Después del setenta y cinco por ciento restante, un cinco por ciento podía repetir el curso, y el resto eran expulsados o debían inscribirse en otra carrera. Por esa razón Ginny sabía que todas las actividades que Isaac realizaba eran esenciales para lograr pasar de curso.

—¿No os habréis dignado a empezar sin mí?—preguntó Barbie tratando de sonar ofendida.

Los chicos se giraron y la miraron divertidos. Llevaba una minifalda de cuero negra, una blusa amarilla y unas enormes gafas de sol negras que cubrían toda su cara. Sin duda Barbie era una auténtica fashion victim.

—Hazme un hueco—exigió golpeando el hombro de Isaac para indicarle que se echase a un lado y la dejase sentarse junto a Ginny. 

—Bueno, cuéntame, ¿cómo ha sido pasar la noche con esos dioses griegos?—preguntó con una curiosidad desmedida.

 Isaac tosió para recordarle a Bárbara que seguía ahí. ¿Por qué la chica parecía siempre olvidarlo?

—Oh, si no quieres saber vete a darte una vuelta—respondió despidiéndole con la mano.

—¡Barbie!—la regañó Ginny—.  No ha pasado nada ni va a pasar. Voy a estar allí solo hasta que se arregle el asunto de mi padre—dijo desviando la mirada—. ¡Y ahora quítate esas gafas que no da tanto el sol!—exclamó para cambiar de tema y se las quitó a modo de broma mientras Isaac y ella se reían.

Sin embargo pronto cesaron las risas. Ginny retiró un mechón de pelo del rostro de la joven y se quedó en silencio mirando el hematoma que rodeaba su ojo.



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En el texto hay: mafia, carcel, romance

Editado: 17.03.2020

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