Capítulo 1 Recuerdos de Andrés.
Andrés Rodríguez es un hombre honrado, instruido y muy trabajador. Cada día, de lunes a viernes, se la pasa trabajando en una empresa constructora privada de gran envergadura, una de las sucursales Conkor. Una gran compañía internacional muy profesional, con elevados estándares en materia de calidad, seguridad y ambiente, con técnicas muy avanzadas. Es todo un prestigioso y reconocido Ingeniero Civil. Sus funciones como profesional, en breve resumen, consiste en: manejar, ejercer estudios..., factibilidad, proyecto, dirección, inspección, construcción, operación y mantenimiento de las obras. Ocupa uno de los más altos cargos en esa empresa muy renombrada y confiable; pero sus noches, sus días libres, sus fines de semana siempre que el trabajo se lo permite, y sus vacaciones, son solamente para su tesoro más valioso, su familia.
Hoy como todas las tardes conducía de regreso a casa en su auto nuevo del año. Su esposa Laura también tiene uno del año, de color rojo escarlata, práctico y pequeño, que le permite trasladarse a hacer las compras o pasear a su pequeña hija Sofía. Apenas reparaba en las calles suntuosas de su ciudad natal de tan adaptado a su rutina diaria, como nos sucede a todos cuando la zona donde vivimos se nos hace tan familiar que ya no apreciamos nuestro entorno: sólo cuando la vida nos arranca de donde nacimos, crecimos y echamos raíz; entonces es que valoramos y extrañamos la tierra ausente.
Cada día de su vida le daba gracias a Dios por la suerte que tuvo de encontrar a su amada Laura, de que ella se enamorara de aquel muchacho come libros, como lo llamaban en el colegio; claro que ella lo supo después, primero se enamoró de su barman héroe... De golpe acudieron a su mente memorias pasadas, todos los recuerdos desde su primer encuentro con la que hoy era su actual esposa, la mujer de su vida, la madre de su única hija.
El provenía de una familia de economía media casi rayando en la pobreza, por lo que sus padres habían invertido hasta lo que no tenían en su educación, para que fuera a uno de los mejores institutos del país, la Universidad Santa María.
Andrés tuvo que ayudarlos trabajando turnos como barman en un club nocturno para poder completar su mesada, comprarse los libros y los útiles que necesitaba. En cambio Laura era, en ese entonces, toda una *sifrina* que vivía la vida loca con sus amigas, derrochando la fortuna de sus padres.
Su progenitor Carlos Alberto De León era un prestigioso Cirujano y su madre Esther Mariana una Dermatóloga (Especialista en piel), ambos sumergidos en sus respectivos trabajos, que no dudo que muy respetables y honorables, sin embargo nunca tenían tiempo para dedicárselo a su única hija. «Pensaba Andres».
Sus mundos y sus deseos eran tan opuestos, pero para la vida no hay nada imposible cuando decide unir a dos corazones, aunque estos sean provenientes de diferentes clases sociales. Ambos, como por capricho de la vida, estudiaban en el mismo colegio universitario. El asistía en un año superior, donde estudiaba la carrera de Ingeniería Civil y ella Ingeniería Ambiental.
Es posible que nunca hubieran coincidido antes en sus rutinas diarias de la escuela y si lo hicieron ni cuenta se dieron, todo pasa a su tiempo justo y en el momento indicado. Y sucedió en el lugar menos apropiado, en un momento inesperado; pero una suerte divina que él haya estado allí, en su lugar de trabajo, para ver a esa preciosa e indiferente muchacha, que a su club había entrado, junto a cuatro jóvenes, en las cuales ni se fijó por lo embelesado y fascinado que quedó con Laura.
Él llevaba allí más de un año trabajando, así que estaba más que acostumbrado a tratar con todo tipo de mujeres; además en la universidad veía y trataba a muchas jóvenes bonitas, pero hasta ese momento ninguna lo había perturbado de esa manera y menos aún a primera vista. Estaba preparando un trago y se le votó de lo perturbado que quedó tras mirarla, derramando un poco sobre el cliente que se encontraba sentado frente a la barra. El señor lo observó extrañado porque Andrés solía tener buen pulso y agilidad para preparar todo tipo de bebidas que se servían en ese lugar.
―Disculpa ―murmuró Andrés y sonrió nervioso.
―No hay problema amigo ―respondió gentilmente el hombre.
En realidad, por suerte para Andrés, era un cliente habitual, un señor mayor, abogado, según le había contado antes, en una de las múltiples charlas que habían sostenido; además recordaba que un día le aseguró que le gustaba venir a ese club a distraer su mente de vez en cuando después de largas y estresantes jornadas de trabajo, en sus casos complicados. Era un señor muy conversador, al menos después de unos cuántos tragos, aunque solo con él.
Laura era una joven hermosa, aún en la actualidad conserva esos rasgos, los años y la maternidad le dieron madurez y se definió aún más su cuerpo de mujer,"se conserva fenomenal, diría que los años le vienen de maravilla" «Pensaba Andrés enamorado». Su tez muy blanca, de cuerpo esbelto y delicado, su cabello de color negro azabache y largo hasta su cintura, resaltando sus ojos color miel con un aro verdoso que hacía que llamara incluso más la atención, de estatura promedio, extrovertida, ruidosa y risueña. Todos en aquel lugar notaban su presencia.
Solo sus ojos preciosos repararon en él cuando le tocó venir a la barra a pedir su trago favorito, aunque para ese entonces él no lo sabía.
―¿Puedes prepararme una piña colada?, dicen que lo haces muy bien ―«me miró con sus hermosos y ¡¿coquetos ojos?! tal ves estaba exagerando o alucinando. «Pensó Andrés ilusionado y embobado»
Como, efectivamente, esa era una de sus especialidades, no le extrañó que alguien lo recomendara, para los clientes habituales era considerado el mejor preparando variedad de tragos con su toque personal y original; aunque él, por su parte, no se consideraba mejor que ninguno de sus compañeros.
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Editado: 18.05.2022