Capítulo 14 Perdido en la Amazona.
Era un día precioso en la selva, «pensaba Mar de Luna»; para ella todo era hermoso después de la lluvia, respiraba la alegría de la naturaleza después de ser bendecida por cada gota de agua: el olor a tierra mojada, el aroma de las flores, ver las hojas aún goteando el agua y sentir la frescura del ambiente. No podía existir nada mejor que eso, el aroma de la vida. Le gustaba sentir sus patas hundidas en el barro y correr veloz por la selva sin rumbo. Hacer crecer las plantas y llenarlo todo de flores, era su mejor pasatiempo, la hacía tan feliz. Mar de Luna había sido bendecida con un poder: controlar la flora. Era capaz de hacer nacer, crecer o revivir plantas y manejarlas a su antojo, pero más aún le gustaba ver a las plantas crecer en su forma y tiempo natural, ver como reverdecían y cobraban vida por si solas en la época de lluvia. Sin duda eso le era más satisfactorio que hacerlo ella; aunque al mismo tiempo no podía negar que este don le había servido para esconderse de la humanidad y mantener a salvo su manada. Ella hacía crecer a la selva tomando formas a su conveniencia, muy intrincadas; forjando así una barrera y volviéndo su territorio inaccesible para el paso de los hombres. Su poder no era común en los de su especie, de hecho en la actualidad ella era la única que lo poseía, pocos lobos eran bendecidos con un don y ella tuvo la suerte de poseer este. Amaba la naturaleza y la cuidaba tanto como podía, cada vez que el hombre le causaba daño ella lo reparaba, al menos en esa zona.
De tanto correr feliz, brincando de un lado a otro por el bosque, se había ido acercando peligrosamente a la civilización. En su estado de excitación no se daba cuenta de que se acercaba demasiado a los dominios del hombre; claro que de todos los integrantes de la manada, a ella era a la que más fácil se le hacía andar por la selva porque los árboles, las ramas, la maleza y todo a su paso se abría o se iba desenredando para verla pasar. Como si la selva fuera un cortejo de súbditos que le abren paso y hacen reverencia de forma coordinada a su majestad la reina o al menos eso parecería para cualquiera que la estuviera observando; y una vez que la loba blanca pasaba todo se volvía a cerrar tras ella, quedando igual o aún más intrincado que antes de su paso por el lugar.
De pronto escuchó un sonido a lo lejos que captó su atención, se acercó curiosa hasta el lugar de donde provenía y descubrió a un hombre que estaba perdido en la Amazona; y entonces lo oyó claramente gritar desesperado (demasiado claro para su bienestar), lastimándole los tímpanos a la pobre loba, que se estremeció de cuerpo completo con el potente chillido del individuo.
―¡Alguien me oyeee!, ¡estoy perdidooo!, ¡auxiliooo!
Realmente parecía desesperado y al borde de un colapso nervioso. Pensó en dar la vuelta y marcharse, pero sintió un olor a sangre que provenía de la misma dirección del hombre y no pudo hacerlo. Alguien estaba pidiendo ayuda porque la nececitaba y por lo visto también estaba herido, no podía ignorar a una persona en una situación así. Recordó que su especie surgió para proteger a los humanos y ese pensamiento la terminó por convencer de que debía ayudarlo. Adoptó su forma humana, se acercó al individuo y le habló:
―Señor, ¿está herido? ―preguntó cautelosa sin atreverse a acercar demasiado.
―Sí... ―asintió de forma automática, sin mirar, sin pensar.
―Permíteme ayudarlo ―se ofreció Mar de Luna.
Marlon alzó la mirada al escuchar nuevamente la dulce voz, que creyó imaginar la primera vez, y vio a la mujer más hermosa que hubiera visto en toda su vida y eso que él estaba acostumbrada a lidiar con mujeres bonitas, no obstante nunca imaginó que pudiera existir tal perfección de cabellos, de rasgos, de cuerpo; además estaba vestida de verde, con una blusa y una falda hecha de hojas, pensó que no era real, que estaba muerto o delirando.
―¿Quién es usted?, ¿qué hace aquí?, ¿acaso estoy muerto? ―le preguntó muy asustado.
―Soy Elena y vivo cerca de aquí en una cueva, soy espeleóloga (ciencia que estudia la morfología de las cavidades naturales del del subsuelo) y llevo mucho tiempo por acá realizando una investigación junto con mi equipo ―mintió con aplomo. El hombre al parecer quedó satisfecho con la explicación de Mar de Luna y agotado por el cansancio y sumado a esto la perdida de sangre, se desmayó.
Mar de Luna aprovechó este estado de inconsciencia para revisarlo y al confirmar que estaba herido y su ubicación, procedió ha hacerle una especie de torniquete en su pierna herida con la misma ropa del hombre, rasgó parte de su camisa y listo. Luego cargó al individuo inconsciente y se lo montó sobre su espalda. Para ella fue fácil porque poseía una fuerza fuera de lo común, al menos para una mujer humana. Se colocó en posición de gateo y se trasformó de esta manera incómoda para que el cuerpo del hombre quedara encima de su lomo. Podía haberlo hecho haciendo crecer las ramas de un árbol enrollarlo y montarlo; pero tuvo miedo de quebrarle una costilla y lastimarlo más, o peor aún que se rompiera el agarre por no hacerlo con mucha fuerza y terminara cayéndose el pobre, lastimándole aún más su herida; además de poderle infligir otros daños.
Una vez colocado el humano sobre ella hizo crecer un bejuco en forma de soga y lo ató a su cuerpo, lo más delicadamente posible, para que no se fuera a caer. Emprendió su viaje de retorno a la cueva a toda velocidad, con miedo a que pudiera despertarse en cualquier momento. Cuando ya estaba cerca y por precaución de que el hombre pudiera recuperar la conciencia una vez que llegara a donde estaba su manada, decidió avisarle mentalmente a su esposo que iba a llegar con un humano a su cueva:
―Cielo voy camino a casa, pero traigo conmigo a un humano.
―¡Pero Mar de Luna!, ¿como te atreves a traer a una persona a nuestro hogar ―le reprochó Luxor muy enojado mientras enfatizaba la última palabra, como para que ella se diera cuenta de la gravedad de la situación.
#18398 en Fantasía
#7259 en Personajes sobrenaturales
aventura de fantasia, romance y tragedia, aventura accion magia
Editado: 18.05.2022