Capítulo 16 Un lobo furioso.
Al hombre se le escaparon estas palabras sin poderlo evitar, como sucede con las personas ambiciosas que la avaricia se apodera de ellas y pierden todos los valores positivos, solo queda la codicia propia de los humanos corrompidos por la ambición y el poder. Al darse cuenta que todos los ahí presentes lo miraron con recelo trató de disimular, cambió su cara de codicia por una de admiración y dijo para recompensar su fallo:
―¡Es lo más hermoso que he visto nunca!, no sabía que en el mundo podía existir un lugar tan cálido y acogedor, merece conservarse así por siempre en su estado natural.
Su escusa se escuchó bien a oídos de los demás que bajaron la guardia y quedaron convencidos con las palabras del hombre. Parecía un simple mortal entusiasmado con la belleza natural del lugar. Supo muy bien como disimular sus oscuros intereses.
―Cuando puedas caminar te acompañaremos hasta las afueras de la selva para que puedas regresar a tu hogar con tu familia―le prometió Mar de Luna. Ella omitió que sería una caminata larga de varios días ya que no podría transformarse y llevarlo en su espalda como lo hizo antes. Además tampoco podía usar su poder para hacer el paso mas fácil.
―Se los agradecería mucho de verdad —se expresó con aparente humildad el huésped indeseado..
Luxor se decidió a interrogarlo, no le agradaba en lo más mínimo ese individuo. Tenía el presentimiento de que algún día, tarde o temprano, todos se iban a arrepentir de dejarlo ir con vida.
―Podría explicarnos, si fueras tan amable, ¿qué hace un hombre solo perdido por estos lugares tan remotos? —lo interrogó con voz seca y grabe; aunque las palabras podrían parecer corteces el tono era imperativo.
El hombre se removió en su lugar visiblemente inquieto y perturbado por la inesperada pregunta, tardó pero por fin se animó a responder.
―Yo vine a la selva con mi familia en un viaje turístico para conocer la Amazona, nos llamó la atención a mi esposa e hijo esta zona virgen y con paisajes tan hermosos que sólo se ven en las películas... Sentir la novedad y la adrenalina de estos lugares tan poco explorados por el hombre, era algo llamativo. En la mañana salí acompañado de otros turistas, con nuestro guía y su equipo, mi esposa e hijo se quedaron en el hotel, al final les dio miedo adentrarse en la selva. Yo en mi curiosidad por lo nuevo y el esplendor del lugar me quedé rezagado cuándo ya nos retirábamos de vuelta a nuestro hotel. Un pájaro de curiosa apariencia con muchos colores, azul celeste desde la parte superior de la cabeza hasta su cola y amarillo por el frente, con la parte de los ojos blanca y la frente verde —ellos sabían a que ave se refería, sin embargo lo que no imaginaban era que Marlon se había extendido en los detalles, mientras maquinaba como continuar con su historia de forma lógica y creíble—. Cuando me percaté que estaba solo corrí y grité desesperado para que me escucharan, me imagino que ninguno se dio cuenta de mi ausencia. Ya estaba por caer la noche, creo que en mi desesperación corrí en dirección opuesta y me adentré aún más en la selva, en mi desorientación caí en una grieta que no se veía porque estaba cubierta de enredaderas, donde un palo que sobresalía de las paredes se me clavó en la pierna derecha. Salí como pude del hueco que por suerte no era muy profundo y continué gritando ensangrentado y desesperado. En ese momento fue que su esposa me encontró y ya saben el resto―. Mintió con mucha naturalidad y sin ningún pudor. La explicación sonaba bastante razonable para un humano, con gustos exóticos y peligrosos como tantos turistas que arriesgan sus vidas por ir a conocer lugares asombrosos, pero de mucho riesgos y luego presumir de sus hazañas; para gustos se hicieron los colores.
Todos le creyeron su historia, además no tenían ninguna razón para desconfiar de él; pero la verdad era que este hombre se dedicaba al tráfico de animales exóticos, entre otras actividades clandestinas e ilegales que luego saldrán a la luz. Y como para terminar de convencerlos, por si acaso les quedaba alguna duda, terminó diciendo con cara de pesar.
―Mi esposa y mi hijo estarán desesperados y afligidos creyendo que estoy muerto ―podría ganarse un premio en actuación este señor ya que él no tenía ni esposa ni hijos.
La verdadera historia era mucho más complicada y totalmente diferente. Marlon pertenecía a una banda de traficantes, un grupo de hombres del bajo mundo y sin escrúpulos, que se dedicaba desde hacía algunos años a este tipo de actividad ilícita; pero tuvo un problema con Oscar Meléndez el jefe de la banda. Un individuo despiadado, un criminal muy peligroso. Este se enteró de que Marlon estaba haciendo negocios a su espalda para obtener más ganancias y robándole. Ese tipo de comportamiento no se perdona cuando tratas con gente de esta calaña tan peligrosa que se mueven fuera del marco de la ley y la traición solo se paga con la muerte. Oscar esperó estar en la Amazonía, muy lejos del juicio del hombre para ajustar cuentas con Marlon.
En ese mundo no perdonan las traiciones porque en ello les va en juego su reputación así que quiso matarlo, no obstante Valdez logró escapárseles. Marlon aun podía ser más listo y peor que Oscar Meléndez y su ambición era tanta que pretendió destronarlo, pero le salió mal.
Valdez era tan hábil y escurridizo que logró matar a 5 de los mejores hombre de Meléndez y huir incluso con un disparo en la pierna. Era realmente un hombre de temer y peor aún con cara de bonachón y muy hábil no solo con las armas sino también con las palabras. Se adentró más en la selva huyendo de ese sujeto y de sus hombres, con el balazo en la pierna que por suerte lo atravesó de lado a lado. Entonces cayó en cuenta que estaba solo y perdido, desangrándose, con mucho dolor y miedo y fue cuando comenzó a gritar como un loco. Ya le daba lo mismo quién lo encontrara, así fueran los que lo querían matar, sería una bendición porque era mejor morir rápido de una vez acompañado, que morir lentamente y solo. Óscar le había quitado sus provisiones y su botiquín de primeros auxilios, sabía que estaba a muchos kilómetros de la civilización y para colmo no le quedaban fuerzas para rasgar un trozo de tela de su ropa para hacerce un torniquete y no acabar de desangrarse. Sabía que estaba perdido y que moriría de cualquier modo, de una forma u otra.
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Editado: 18.05.2022