Los días siguientes después de la confesión de su hija no habían sido fáciles para Mar de Luna, le resultaba difícil asimilar sus palabras, aunque en el momento que las dijo e incluso después en todos los siguientes días transcurridos, se había comportado normal frente a Mariluna. No sabía como actuar o que actitud asumir al respecto, ni como hacerle entender lo peligroso que podía ser relacionarse e interactuar con los humanos, por lo que optó por fingir que esa conversación nunca tuvo lugar hasta sentirse capaz de enfrentársele con argumentos sólidos y convincentes; entonces sí retomaría la conversación pendiente, sabía que su hija no era como los demás infantes, con ella tenía que andar con pies de plomo. Comprendía su interés por conocerlos, sabía que eso algún día iba a suceder pero nunca imaginó que pasaría tan pronto; pero con la inteligencia extraordinaria de su hija y su enorme capacidad de aprendizaje no debía extrañarle para nada que haya sucedido tan prematuramente...
Su esposo Luxor, que estaba recostado relajadamente contra la pared de la cueva con los brazos cruzados, la miraba fijamente tratando de adivinar sus pensamientos hasta que no pudo contener más su curiosidad y le preguntó:
―¿Sucede algo amor? Hace varios días que te noto pensativa―frunció aún más el ceño ante el silencio que se prolongaba―¿No confías mi?—preguntó triste al no obtener respuesta de su mujer.
—¡Como eres capaz de pensar algo así!―exclamó un tanto molesta con su rostro contraído pero vio el asombro y la tristeza que causaron sus palabras en Luxor y enseguida su expresión se relajó. Se puso en su lugar y terminó por comprenderlo.
―Discúlpame, tienes toda la razón de sentirte así—su rostro se dulcificó—yo quería evitarte una preocupación y lo que e logrado es angustiarte.
―Tu tienes todo el derecho de mantener tu privacidad y yo tengo que respetarlo. Ya olvidemos lo pasado, eso no tiene ninguna importancia, mejor olvida el motivo que te tiene tan pensativa y preocupada―su esposo sonrió y en tono de humor para aliviar la tención del momento le dijo―¡eso sin contar lo malhumorada!, ¡extraño a mi dulce y alegre esposa!, ¿donde está, te la comiste?
Intentó esbozar una sonrisa en agradecimiento a su esposo, siempre tan especial, pero solo logró asomar una mueca retorcida en sus carnosos labios, preocupando aún más a Luxor que ya no dudaba de la gravedad del asunto; más se quedó tranquilo dejándola que se tomara su tiempo para hablar, si quería contarle o no lo que le pasaba sería por su propia voluntad, él no iba a presionarla pero sí siempre iba a estar allí para ella, brindándole su apoyo, confianza, seguridad y amor.
―Gracias cielo―y al final se decidió a abrirse con él―estos pensamientos que me han tenido distraída todos estos días si son de tu incumbencia y es imposible que dejen de rondar en mi cabeza―hizo una pausa, inhaló aire profundamente hasta sentir repletos sus pulmones, como para relajarse y darse ánimos y luego lo dejó escapar en un largo suspiro―Sucede que nuestra Lunita quiere conocer el mundo humano.
Luxor se mostró sorprendido e impactado con la noticia, sus ojos se abrieron mucho más de lo normal sin darse cuenta de ello, él no sospechaba nada, no tenía ni la menor idea de los intereses de su pequeña. Mariluna solamente se lo confesó a su madre aquella tarde aprovechando un momento en el que se habían quedado solas. Se quedó sin palabras por la impresión recibida y miraba a su esposa comprendiéndola al fin por su actitud de todos esos días.
—Perdóname por no habértelo dicho antes, pero no lo hice para evitarte una preocupación―se sintió culpable por no contarle antes a su esposos sobre esta situación complicada, la niña era asunto de ambos.
―Está bien, te entiendo. Yo en tu lugar habría hecho lo mismo―le dijo su esposo cuando recuperó su voz.
Quizás desde un punto de vista de alguien que no pertenece a la manada le podría parecer que estaban haciendo una tormenta en un vaso de agua, pero nadie vivió las cosas que ellos pasaron por culpa de los humanos, tenían sus propias razones y bien justificadas para estar así, más aún al saber que su raza era demasiado impulsiva y su cachorra en medio de esta podría cometer una imprudencia que podía costarle hasta la vida.
―¿Dónde está Lunita no la e visto ni oído su voz desde temprano?-preguntó Mar de Luna.
―Le di permiso para que diera un paseo con Marcus y Estrella. Ellos querían llevarla a un lugar muy hermoso que descubrieron en las cercanías del bosque lluvioso, me imagino que lo hiciste tu amor.
Ella se imaginaba que lugar podía ser, lo hizo en forma de un castillo con torres al estilo de los humanos, claro que únicamente utilizó árboles y sus ramas para darle la forma en vez de piedras, bloques, ladrillos u otros materiales de construcción y lo logró a través de su poder. Lo creó con un sólo salón en su interior, muy amplio y acojedor, con troncos en forma de asientos y mesas. Lo hizo con la intención de poder utilizarlo como salón de clases para su hija y cuando terminó lo encontró muy apropiado para contarle historias, leyendas y mitos, pero se le adelantaron en mostrárselo. La verdad era que con lo distraída y pensativa que estaba últimamente, tenía que admitir que se le había olvidado.
―¡Eso es, la escuela!―Exclamó emocionada Mar de Luna, con un brillo en sus ojos, algo parecido a la mirada de un naufrago cundo al fin ve tierra. Luxor la miró desconcertado
―¿La escuela...? No entiendo nada.
―Podemos utilizar las clases para hacer que ella no quiera relacionarse con los humanos. Le hablaremos más de su lado negativo que de lo positivo, así influiremos poco a poco en su espíritu y puede ser que ella misma tome, por su propia voluntad, la decisión de continuar alejada del reino de los hombres, así como nosotros.
-¡Estoy de acuerdo contigo!, conociendo bien a nuestra hija como es, esa es la única manera de lograrlo y se que tu puedes hacerlo.
#18404 en Fantasía
#7259 en Personajes sobrenaturales
aventura de fantasia, romance y tragedia, aventura accion magia
Editado: 18.05.2022