Mariluna estaba limpiando en la planta baja cuando llegó Adrián, él tenía que seguir asistiendo a la Universidad para no levantar sospechas.Se cuidaba de Mariluna porque nadie en la universidad le importaba, podía borrar la memoria de todos sin ningún problema pero la de su novia no.
—Buenas tardes cenicienta—le dijo bromeando.
Él conocía muchos de los cuentos infantiles de los humanos y había visto muchos dibujos animados, de hecho tenía un conocimiento general de todas las culturas y que viviera tanto tiempo aislado en su ciudad no le impedía conocer todo lo relacionado con el mundo de los humanos, como mismo tenían coches modernos, también tenían televisión, teléfonos, etcétera. A medida que evolucionaba la humanidad ellos evolucionaban con ellos. Mucha de la tecnología pasada y actual está y estuvo influenciada por los vampiros, siempre ha sido así a través de la historia, aunque los humanos crean lo contrario.
—Hola profesor—le respondió irónica.
El la miró fijamente frunciendo el ceño.
—Aquí no soy tu profesor, pensé que había quedado claro.
—Y yo no soy ninguna cenicienta.— lo miró desafiante con una mano en la cadera y la otra sosteniendo el palo de la escoba.
—Lo decía como un halago porque siempre te vez hermosa así sea con harapos, o sudada, trabajando como en este momento.—expresó con sinceridad aunque sonriendo divertido por su actitud.
—Supongo que gracias, creo, no estoy muy segura de que sea un cumplido...
—Lo es princesa, para mí eres toda una princesa estés como estés.
—El almuerzo está listo—les dijo Sara asomándose a la puerta de la cocina.
—Ya casi termino—le respondió Mariluna.
—¿Ya comieron tus padres?―Preguntó Adrián.
—No, hoy no los he visto... —y mentalmente le preguntó a su madre—¿Mamá podemos llevarles el almuerzo?
—Sí hija, que pena contigo, se nos pasó el tiempo...
—No importa mamá, dentro de unos minutos bajamos.
Mariluna continuó limpiando pidiéndole permiso a Adrián, amenazándolo con el palo del trapeador, este subió a cambiarse mientras ella terminaba. Dándose por enterado que estorba con su limpieza, al parecer todas las mujeres son iguales, no importa que sean lobas. Cuando bajó ambos se fueron para la cocina, allí estaba Sara terminando de servir en sus cazuelas la comida de Laura y Andrés. Mariluna en cuanto entró abrazó a Sara por la cintura y le dio un beso en la mejilla.
—Hay mi niña, en estos meses le ha tocado trabajar.
—Eso no es malo, todos lo hacen, ¿por qué yo no?
—Usted es una señorita elegante, de clase.
—Hay ya Sara, no me pongas por encima de nadie que no me gusta.
—En este mundo todos tenemos un lugar aunque no nos guste, unos nacen para servir y otros para ser servidos.
—Yo no nací para ninguna de las dos cosas.
—Usted nació para ser líder y está aquí... llevando una vida de humanos, pero no se me ponga triste porque eres la alegría de todos en esta casa.
—Exacto, porque yo me incluyo en esa realidad—afirmó Adrián mirando a Mariluna con adoración.
—¿Me acompañas a llevarle la comida a mis padres?—le pidió a Adrián mirándolo con amor y agradecimiento infinito por estar a su lado a pesar de todo. Estaría eternamente agradecida con ese humano, que en lugar de salir corriendo, se había quedado a su lado.
—Por supuesto cenicienta—continuó con la broma.
Ella rió esta vez, acostumbrándose a su sentido del humor. Uno que él descubrió junto a ella, aunque Mariluna no lo sabía. El tomó la mayor parte de lo que tenían que llevar y caminó delante de ella, al llegar al sótano la puerta estaba abierta y ambos se alarmaron, entraron precavidos y allí estaban sus padres, sentados uno allado del otro. Andrés estaba libre y tranquilamente hablando con Laura. Cuando ellos se acercaron enseguida los miraron y sonrieron al ver sus caras, una de espanto y la otra de satisfacción al ver confirmadas sus sospechas. En cuanto Mariluna se recuperó de su asombro se lanzó a los brazos de su padre. Andrés se levantó rápidamente, a una velocidad fuera de lo común, y abrió sus brazos para recibirla. Fue un abrazo acompañado de lágrimas, apretones y saltos de júbilo; ambos extrañaban ese calor corporal que trasmite tantos sentimientos. Mariluna estaba eufórica enredada al cuerpo de su padre y no quería soltarlo por ningún motivo, tal parecía que sus cuerpo se habían pegado con pegamento. Ellos se adoraban, se amaban infinitamente. Laura y Adrián le dieron el espacio de padre e hija que reclamaban sin hablar, ambos se quedaron contemplando la escena conmovedora, el amor que se sentía en el ambiente, que emanaba de sus cuerpos.
Padre e hija lloraban de alegría.
—¿Papá, júrame por el amor que nos tenemos que no vas a lastimar a ningún humano?
—Se lo prometí a tu madre y ahora también te lo prometo a ti hija, no dejaré que nada nos separe y menos esta necesidad de sangre que me confunde la mente.—prometió con honestidad.
Mariluna miró el cuello de su madre, al parecer no sólo la plata penetraba la piel de un lobo, pero estaba segura que no era posible, al menos en los de raza pura, quizás como su madre era convertida su piel no era tan resistente como la de ella, tampoco la había mordido un vampiro para estar segura pero su madre Mar de Luna le había contado las únicas formas existentes para eliminar o lastimar a los de su raza. O tal vez no lo consideró importante por que a mordidas es imposible matar a un lobo. No dijo nada sobre este hecho evidente, porque si sus padres no le contaron nada era porque no querían tocar el tema, recordó que la primera vez que le dieron el voto de confianza a su madre ella lastimó a su padre y eso no significó que lo hubiera hecho a propósito, al contrario sirvió como base para que no volviera a ocurrir, fue como el incentivo que faltaba.
...
Estaba tan feliz de tener a mi padre de nuevo cerca, sentir su abrazo paternal, sus besos en mis mejillas y en mi frente, que olvidé por completo que no estábamos solos, nos estrechamos fuertemente, sentí sus lágrimas ¿o las mías? no se precisar exactamente de quién eran pero no me importaba, lo único importante en ese momento era verlo reaccionar tan normal, sin ver que intentara escaparse o hacer algo estúpido. Sabía o más bien imaginaba que esa nueva identidad trastornaba su mente, era como una semilla maligna sembrada en su alma, pero por suerte a mi padre siempre le sobró bondad y en eso se basaba mi fe, mi esperanza de que superaría todo lo malo, por eso le arranqué un juramento que deseaba con todas las fuerzas de mi alma que nunca rompiera. Cuando miré a mi madre, ya volviendo a la realidad, me percaté de su mordida en el cuello y me molesté en un principio, luego reflexioné.
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Editado: 18.05.2022