Adrián la miró recoger sus sandalias para luego alejarse, se quedó parado en el mismo sitio casi como si fuera una estatua, hasta que su hermosa silueta se perdió de vista. No quiso seguirla por temor a incomodarla, al menos lo escuchó y eso era bastante. Recordaba lo ansioso que la esperó y el temor que se le clavó en el pecho al imaginar que no viniera. No soportaba estar lejos de ella, esa distancia que ella marcó, lo estaba consumiendo. Inspiró profundo y se marchó a la velocidad de un relámpago.
La joven Mariluna llegó a su casa más aturdida que cuando salió para la cita, subió escurridiza a su habitación y se encerró bajo llave. Deseaba soledad absoluta, para procesar minuciosamente toda la información. Cerró la puerta de vidrio del balcón y corrió las cortinas, no quería que nada la molestara, tomó el control del aire acondicionado que estaba sobre un estante y prendió el equipo al máximo; aunque en realidad las temperaturas altas o bajas no le afectan en lo absoluto, pero le resulta agradable en algunas ocasiones sentir la sensación del aire frío acariciando su cuerpo. Se tiró en su cama bocarriba, colocando sus manos entrelazadas bajo su cabeza y comenzó a imaginar como fue la vida de Adrián. Sintió en carne propia lo triste y solitaria que fue su infancia, rodeado de lujos y comodidades pero sin afecto de sus padres y familiares, solamente su primo se apegó a él pero ya era un adulto cuando nació. Al igual que ella no tuvo niños a su alrededor, creció entre adultos pero a diferencia suya a él le faltó el amor y el calor de los seres que lo rodeaban, el principal afecto que necesita un niño, el de sus padres: ya sean de sangre o adoptivos. Increíblemente agradecía a Alexia, fue la única que lo acompañó y lo instruyó, jamás se le ocurrió pensar que esa joven fuera tan mayor, ocupó el lugar de madre y lo crió como un hijo. Adrián la describió con mucho afecto y agradecimiento, por lo visto no se equivocó cuando pensó que la quería, pero no era para nada igual a la forma en que imaginó. Las lágrimas mojaban su rostro sin poder evitarlo, sintió su soledad y la frialdad que lo rodeó. Meditó abatida en las tragedias que les tocó sufrir a ambos, para que sus caminos al final se unieran. Si él no pierde a su concubina, como él mismo la llamó y que al final no fue ni su novia, no hubiera salido de su escondida ciudad y quizás nunca se hubieran conocido. El destino tenía mil caminos para que ocurriera lo que ya estaba destinado, aunque fueran crueles. Recordó que para que ella conociera a su actual familia tuvo que morir la anterior.
No supo a que hora de la noche se durmió pero fue entrada la madrugada. Al día siguiente despertó temprano, pero sintiendo que no durmió lo suficiente, su mente no paró de trabajar y no dejó descansar a su cuerpo. Se levantó y se estiró con pereza, estirando al máximo su tronco y sus manos, mientas hacia un suave bostezo, entonces vino a su mente el collar, miró el cajón cerrado donde permanecía guardado, se puso las pantuflas con la cara de un lobito de textura de peluche, suaves y esponjosos y se dirigió a comprobar lo que le había dicho su madre Mar de Luna. Una vez con el collar en mano, se arrodilló en la acojinada alfombra, con un paisaje de selva, y puso toda su fe en la pregunta que formuló su mente.
«¿Dónde estás exactamente, Maikel?»
Cuando abrió sus ojos miró fijamente el diamante, que parecía algo así como la bola mágica de una bruja: donde aparecieron imágenes. Así supo que Maikel estaba en Chile. Arrugó su frente al recordar que era una de las opciones que tenían para ir a vivir. «“Coincidencia”» pensó en que la hija de Sara vivía en ese país y que por ese motivo habían pensado en mudarse allí. Ese mismo día hablaría con sus padres, era hora de mudarse, no le importaba si venían sus abuelos maternos o no, después de todo siempre tendría la opción de ir a verlos cuando quisiera. Muy pronto se iniciaría la persecución, no iba a estar tranquila hasta saber que Maikel no representara una amenaza, ni para sus seres queridos ni para la humanidad.
Se fue para la habitación de sus padres, era urgente hablar con ellos, sabía que aunque le disgustaba la idea de su enfrentamiento con el despiadado vampiro, no la dejarían sola. Contaba con su apoyo. Sabía que estaban en su cuarto y despiertos porque antes le preguntó a Laura telepáticamente y ella le dio su consentimiento.
...
Una semana después:
Toda la familia había abordado el avión con destino a Santiago de Chile, incluyendo a sus abuelos maternos Carlos y Esther, tal como esperaba Laura, ellos no iban a perderse el embarazo de su hija y tomaron la decisión de seguirla a donde quiera que fueran. La idea de ser abuelos otra vez los tenía súper ilusionados y alegres; pero a Mariluna le preocupaba tantas expectativas puestas en esa criatura que crecía en el vientre de su madre. Lo que sabía del embarazo de las hembras de su raza la aterraba y aunque cerrara su mente a una posible tragedia, su subconsciente siempre le recordaba lo que podía pasar. El tiempo de espera fue agotador, primero en el amplio salón de espera del aeropuerto J. Antonio Anzoátegui de Barcelona, dónde al final dejó a unas amigas llorosas, sus dos y únicas amigas: Sandra y Leticia. Tenía la ilusión de que pudieran ir a visitarla en sus vacaciones y luego, después de pasar por todos los requisitos propios de todos los aeropuertoss, pasaron al otro salón de espera, allí solo podían estar los que iban a viajar, lamentablemente el vuelo estaba retrasado, nada nuevo en ese país, últimamente nada funcionaba bien. Sin lugar a dudas era todo un desastre ese país que dejaba.
Cuándo el avión comenzó a avanzar, primero suavemente en busca de su posición para despegar, sintió alivio y nostalgia, dejaba atrás el lugar donde vivió la mayor parte de su vida; pero sinceramente, aunque le costaba reconocerlo, le dolía más dejar atrás a Adrián. Ni siquiera le contó que se marchaba de ese país, no lo había dejado entrar más a su cabeza, bloqueó el lazo que los unía. Aún no estaba preparada para tomar una decisión. Inconscientemente esperaba la aprobación de Mar de Luna, pero no había vuelto a comunicarse con ella y la entristecía que no la ayudara con su decisión. Tenía miedo de defraudar a su raza, era la última y no quería ser una decepción y más ahora que sabía que después de la muerte, había algo más, aunque no sabía qué; pero de alguna forma seguías estando consiente, porque de no ser así, su madre no se habría podido comunicar con ella.
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Editado: 18.05.2022