Adrián caminaba por la Alameda, perdido en sus propios pensamientos, alzó la vista y contempló la cordillera desde la distancia, era todo un espectáculo para la vista, contemplar las puntas nevadas de su cima. Santiago de Chile le agradaba, pero lo desesperaba no poder presentarse ante Mariluna. ¿Qué le diría?, acaso le daría la oportunidad, tan siquiera de acercársele. Su alma etaba inquieta, indecisa y temerosa. Y no era para menos.Temía que su reacción lo dejara en una posición peor de la que ya estaba. Ella se había marchado sin al menos despedirse. Esa loba podía ser muy obstinada, pero él lo era aún más, se animó. No se iba a rendir así de fácil, iría tras ella hasta el fin del mundo si era necesario, la amaba y eso nunca iba a cambiar. Laura lo llamó y le contó dónde estaban. Estaba muy agradecido con ella, era una persona especial, se habían hecho grandes amigos y la apreciaba mucho, sinceramente lo hacía. No era fácil ganarse la amistad de un vampiro y Laura lo había conseguido.
Aunque no podía leer su mente, cómo sucedía con su hija Mariluna, estaba seguro que el sentimiento era recíproco, porque de no ser así no le hubiera revelado la ubicación de su familia, corriendo, además, el riesgo de que su hija se enterara y se enfadara con ella. Incluso arriesgaba la confianza que Mariluna había depositado en ella. Sabiendo eso cómo no iba a apreciarla y valorarla. Se lo había ganado para siempre y un vampiro era leal eternamente una vez comprometido, ya sea por honor o amistad.
Laura era una de las muchas razones, por la que no se presentaba de una vez ante su amada. No quería que por su culpa madre e hija se disgustaran. No se atrevía ni a estar cerca de la dirección que le dio, para que su olor no lo delatara. Sabía que Mariluna era capaz de detectarlo a kilómetros de distancia, su sentido olfativo era muy desarrollado. De momento sintió como si una daga atravesara su pecho, el dolor era tan real e intenso, que lo privó por un momento de la capacidad de respirar. Se miró el área afectada en busca de una lesión externa, pero no era nada físico lo que sentía, su cuerpo estaba intacto.
Estaba seguro que ella estaba en peligro, muy mal herida, quizás debatiéndose entre la vida y la muerte. La imagen de una Mariluna agonizando ocupó sus pensamientos, su alma se heló y sintió un terror que jamás imaginó que pudiera sentir.
—Te amo—sintió su voz agonizante en su mente, parecía una despedida eterna, como si su alma pretendiera abandonar el mundo de los vivos.
—¿Que tienes mi vida? ¿Dime en dónde estás por favor? ¿Háblame mi amor? ¿No me dejes así por favor?...— hablaba con desesperación. Rogaba por saber dónde estaba y cómo, sentía como su pecho se desgarraba. Adrián era capaz de sentir en carne propia a su amada agonizante.
Por más preguntas que formulaba desesperado, esperando impaciente por una respuesta que lo sacara de su funesta deducción, no volvió a escuchar a Mariluna. Un silencio enloquecedor fue lo único que obtuvo como resultado. Exasperado y sin analizar lo que hacía se dirigió, a su máxima velocidad, a la dirección que Laura le había dado. Al llegar a la entrada del edificio sacó su celular y llamó a Laura, ella le contestó enseguida, como si estuviera esperando su llamada y sin más le preguntó por Mariluna.
—Debe estar en su cama durmiendo. ¿Sabes que hora es?—respondió soñolienta, sin imaginar la tragedia que estaba pasando.
—¿Puedes comprobarlo para estar más tranquilo por favor? Tengo un mal presentimiento y deseo estar equivocado.—la apremió ignorando su tono soñoliento y cansado.
Laura trató de despertar a su hija mentalmente, ya que la creía dormida; pero no obtuvo respuesta alguna. Al mirar el lado de la cama que debía ocupar su esposo, se encontró con que estaba vacío. Se sobresaltó. Una inmensa preocupación la invadió y corrió sin dudar al cuarto de su hija, sintiendo como los latidos de su corazón martillaban su pecho y al abrir la puerta todos sus temores se materializaron. La cama estaba intacta, su hija no había dormido en su habitación. Corrió a la sala y al llegar sus ojos se encontraron con un Andrés deshecho, tirado sobre la alfombra, echo un ovillo, con la cara sobre las rodillas y las manos abrazando sus piernas. Por el movimiento de sus hombros comprendió enceguida que lloraba desconsolado, como un niño cuando le quitan su juguete más preciado. Caminó agitada hacia él y una vez a su lado se puso a su altura, agachándose.
—¿Qué sabes de nuestra hija?—inquirió deshecha. La imagen desolada de su esposo no presagiaba nada bueno.
Andrés se sobresaltó y miró a Laura como si no la conociera. Su rostro estaba completamente desencajado y su mirada perdida, parecía que viera algo que ella era incapaz de percibir. De igual modo Laura buscó el punto de su mirada, pero su vista chocó con la pared. Allí no había nada que provocara esta reacción incomprensible de su esposo, estaba completamente ido, como si su alma estuviera extraviada en otra parte.
—¿Andrés háblame?, ¿mírame por amor de dios?, estoy aquí cielo—decía desesperada, conteniendo su voz para que nadie más en la casa la escuchara, no quería despertar a nadie y mucho menos preocuparlos.— ¡Reacciona!—lo tomó por los hombros y lo sacudió con todas sus fuerzas, despertada por su estado.
Al fin Andrés pareció volver en sí y la miró angustiado.
—Yo fui un estorbo—fue lo único que atinó a decir llorando.
—¿Un estorbo de qué?, ¿le pasó algo a Mariluna?—interrogó desesperada, nunca lo había visto en tal estado, no era ni la sobra del Andrés que conocía, lucía perdido y agobiado.
—No lo sé...
—¿Sabes dónde está?
—Sí...
Adrián desesperado por la demora de Laura en contestarle, hizo uso de sus poderes con los vigilantes y se dirigió al piso 6. Justo cuando llegó a la puerta, escuchó perfectamente el interrogatorio de Laura; pero no podía esperar a que él se decidiera o pudiera hablar, así que sin dudarlo se coló en su mente y extrajo toda la información que necesitaba. A medida que se enteraba de todo lo que ocurrió frente a los ojos de Andrés, la expresión de Adrián se iba tornando cada vez más desesperada. No perdió más tiempo y salió a la velocidad de la luz en dirección al parque. Al mismo lugar al cual Andrés, sigiloso y cuidadoso, siguió a Mariluna desde la distancia y terminó en las garras de Maikel. Por suerte Mariluna logró salvarle, su chica era increíble, admiraba sus poderes, pero estaba preocupado porque Maikel era demaciado peligroso, incluso era más fuerte y poderoso que muchos de los vampiros.«Si le hizo daño a mi Luna no pararé hasta ver muerto y destrozado a ese desgraciado», gritaba en su mente colérico, no se imaginaba su existencia sin su otra mitad.
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Editado: 18.05.2022