Cuando los lobos se disponían a atacarlo, la mujer que antes vio cuidando de Mariluna se alzó importante, de cierta manera le recordaba a su madre. Toda una figura respetable, pero opuestas de alguna forma aunque no sabría cómo explicarlo. La mujer, que aún conservaba su forma humana, habló con tono dictatorial.
—No lo lastimen, él es el vampiro del cual les hablé—expresó como toda una líder. Todos se pararon en seco, incluyendo al gran lobo que tenía muy cerca de su cuello y Adrián, increíblemente, sintió admiración por esa mujer. Vio el respeto que todos le profesaban, lo sintió, no era temor como el que le tenían a su madre, era algo muy diferente y cálido. Poco a poco todos regresaron a su forma humana, ninguno se avergonzaba de su desnudez. En medio de todo de lo insólito de la situación, lo inquietó la afirmación de la hermosa e imponente mujer: «¿De dónde lo conocía?, ¿porque les hablaría de él?» Sentía curiosidad por saber los pensamientos de ella, pero era inútil, sus poderes no funcionaban en los Lobos. Aún así lo intentó en vano.
La vio abrirse paso entre los suyos, caminaba segura, tenía porte de reina como su madre sin lugar a dudas; pero tenía una mirada muy diferente, se veía que era capaz de amar y dar amor, era una mirada maternal, de esas que te trasmite seguridad, confianza, respeto. Cuando llegó a su altura le sonrió amablemente para su sorpresa.
—Es un gusto conocerte en persona Adrián. Eres más guapo de lo que imaginaba, ya veo porqué mi hija está enamorada de ti y no lo digo solo por tu atractivo físico.—manifestó en acertijo, así lo sintió él, y continuó sin darle tiempo a manifestarse—Las dudas quedan en segundo pleno, en otra ocasión las aclararemos, debo regresar junto a mi hija.
Al ver que lo iban a dejar pasar libremente, se movió veloz y una vez junto el cuerpo lobuno inconsciente, hizo lo mismo que con Laura, se abrió una profunda herida en la muñeca y cuando comenzó a brotar la sangre la dejó caer en cada una de sus heridas; luego abrió su boca y dejó que pasara por el conducto digestivo con calma. Esperaba, con todo su ser, que eso sirviera para sanarla. Casi no sentía el latir de su corazón, eran tan suaves y esporádicos, como si estuviera agotado y a punto de detenerse. Eso lo tenía hundido en la desesperación, casi rayando en la locura. Nada más le importaba, ni siquiera los lobos que lo rodean. Sentía a sus espaldas sus gruñidos profundos, sabía que apenas se contenían, de no ser por su líder ya lo habrían despedazado, de eso estaba completamente seguro. No hacía falta ser un genio para darse cuenta, pero con gusto se dejaría despedazar sí eso servía para salvar a Mariluna.
—¡Apártate de mi hija, engendro del demonio!—ordenó Luxor indignado. Su esposa lo había preparado psicológicamente para el inevitable encuentro con el vampiro, pero al parecer no había sido suficiente. Nada podía prepararlo para aceptar al enemigo. Después de tantos siglos de odio a los vampiros no le iba a resultar nada fácil aceptar a uno como pretendiente de su única hija. Era algo que simplemente le resultaba inaceptable y punto. Su mente estaba cegada, nublada por tantos siglos de odio, había perdido a muchos de los suyos en manos de esas criaturas. Era algo que no se borraría nunca de su memoria.
—Intento ayudarla.—exclamó Adrián.
—¡Cubriéndola con tu sucia sangre!, y para colmo dándosela a beber como si mi hija fuera un maldito chupa sangre como tú—le espetó Lúxor asqueado. Y al mismo tiempo lo agarro fuertemente por la ropa, mientras hablaba, con la intención de estrellarlo contra un árbol. Lo detuvo la voz acalorada y autoritaria de su esposa.
—Basta Luxor—arqueó las cejas sorprendido por la mención de su nombre, eso quería decir que hablaba muy en serio y que no aceptaría más sublevación de su parte. Soltó al vampiro de mala gana y la miró dolido.—Ya habíamos hablado sobre este tema, ¡ellos se aman! No querrás que pasen por el infierno que nosotros pasamos. ¿Recuerdas que lo nuestro parecía imposible desde tu punto de vista? y al final estamos juntos, se que es difícil para todos aceptar un vampiro en la manada—hablaba para todos los presentes ahora—pero si no fuera digno de ese honor, mi hija no se hubiera enamorado de él. No entiendo como pudo suceder, yo tampoco lo comprendo; pero supongo que el destino lo quiso así. Si matamos a este vampiro, mi hija, su futura líder, jamás nos lo va a perdonar. Todos sabemos que cuando un lobo entrega su corazón, lo hace para siempre.—expresó con sabiduría y convicción, poniéndole fuego y corazón a cada frase.
Todos se quedaron pensativos, analizando las palabras de su líder, odiaban a los vampiros pero amaban a su princesa. Todos recordaban en ese momento, el tiempo vivido con esa intrépida, inteligente, curiosa y cariñosa niña, que les alegró su existencia durante sus primeros tres años de vida. Fue la luz de la manada, la alegría más infinita. Desde que dejó de estar entre ellos, nada fue igual. La extrañaban demaciado y aunque el nuevo integrante llenó un poco el vació que les dejó su ausencia, no era ella. Mariluna tenía la gracia de tocar las fibras más sensible de todos los que la conocían, era única en ese sentido y aunque pasaron largos 15 años, no pasó un sólo día en que no la extrañaran profundamente.
—Miren, está reaccionando—exclamó Estrella emocionada.
Mariluna abrió los ojos muy lentamente, su fuerza de voluntad era tanta que logró lo que ningún otro de su especie hubiera logrado, teniendo en cuenta la letal herida del pecho; pero aún creía que tenía que eliminar a Maikel por eso reaccionó cuando era algo imposible. También la sangre de Adrián le permitió recuperarse, quizás si el no hubiera hecho lo que hizo, jamás hubiera despertado. Antes de abrir sus párpados completamente, de forma inconsciente movió sus patas tratando de ponerse en pie, pero sin lograrlo. Al principio no distinguía los rostros de las siluetas que la rodeaban, una forma en especial le llamó la atención, achicó los ojos tratando de agudizar la vista para distinguirla mejor, sabía que se trataba de una figura femenina, sus curvas y pelo largo y abundante se lo decían. Le resultaba muy familiar. A su mente llegó las últimas palabras que escuchó, era su madre Mar de Luna la que le habló y después nada, se hundió en un agujero negro hasta este preciso momento, en el que trataba de distinguir un rostro sin lograrlo del todo. Inspiró profundo y al hacerlo sintió un fuerte dolor en el pecho, recordó todo lo que había pasado e hizo de nuevo el intento de incorporarse, tenía que acabar con Maikel. Era lo único que tenía en mente, ahora que había recobrado la consciencia.
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Editado: 18.05.2022