Tú, mi destrucción ©

Capítulo 22

Donovan lucía furioso, su mirada iba de Rodrik a mí alternadamente, con el deseo asesino reluciendo en sus ojos cada vez que lo miraba. Me sorprendió ver el color negro reluciendo en ellos, eran completamente negros mientras su cuerpo temblaba de ira.

No me intimidó, no le temía en lo absoluto. Así que le lancé un gruñido de advertencia para que se alejara; los lobos aun seguían en el suelo, justo detrás de él, como si los estuviese protegiendo aunque la verdad era que sí lo hacía.

—¿Vas a atacarme, Lane? —Inquirió—, ¿a mí?

Regresé a mi forma humana, me daba impotencia no responderle y aún tenía unas cuántas palabras qué decirle.

—Si sigues interfieriendo en mi camino, sí. —Aseveré seguro— Tú me echaste de tu casa, de tu vida, para mí no eres más mi padre, Donovan Black.

Un atisbo de dolor atravesó sus ojos que seguían del mismo color, lucían aterradores para cualquiera. Pocas veces lo había visto así y pese a todo, me resultó fascinante observar esta faceta de él: La real.

—Lo sigo siendo aunque te pese, Lane. Eres mi hijo, pero no por ello solaparé lo que haces, ni mucho menos me quedaré tranquilo ante lo que quieres hacer —explicó con calma, su voz no sonaba igual, era más gruesa y grave—. Y tú —señaló a Rodrik—, no permitiré que lo uses para dañar a Kairi.

—¿Por qué, Donovan?, ¿quieres seguir siendo tú el que más daño le ha hecho?. —Replicó Rodrik. Donovan endureció el gesto y dio un paso al frente.

—Cierra la puta boca. —Exclamó entre dientes— No tienes ni la más remota idea de la que ella y yo pasamos y lo que ambos sentimos. —Finalizó, siendo estas palabras dirigidas también para mí.

Luego se volvió hacia los lobos que confundidos y aterrados se mantuvieron en el mismo lugar.

—Váyanse. ¡Ya. —Les ordenó severo.

—¡No eres nadie para entrometerte! —Repliqué yendo hacia los lobos para asesinarlos, pero Donovan me cogió del cuello y empujó mi cuerpo contra la corteza de un gran árbol sin liberarme de su agarre.

El golpe no me dolió, él me alzó varios centímetros del suelo con suma facilidad.

—Lo soy. Y eres consciente de ello. Basta ya de esto, Lane, así tenga que encadenarte en un calabozo, te detendré. —Afirmó seguro.

Solté una risa sin emoción y a continuación, lo arrojé lejos de mí con ambas manos. Él se arrastró por el suelo con los pies y quedó agazapado en él, me miraba un tanto sorprendido. Entonces sin dudar fui directamente a atacarlo, pero antes de hacerlo Cam se interpuso entre ambos.

—Hazte a un lado —le advertí.

—No, Lane. Es tu padre, no puedes —intentó persuadirme.

—Claro que puedo. ¡Quitate! —Le exigí.

—Este no es tu asunto, Cam —intervino mi padre, incorporándose. Destilaba rencor hacia él.

—Lane es mi asunto, Black. —Replicó encarándolo.

—No lo superaste, ¿no?, que buscas de nuevo quedarte con lo que es mío, con mi hijo —escupió. Cam negó con la cabeza ante la actitud infantil de Donovan.

—Busco salvarlo, hacer lo que tú no has hecho. Fue más fácil para ti echarlo de tu casa, si no lo ves, no hay remordimiento, ¿no?

—Las cosas no son así. Por eso estoy aquí —espetó Donovan. Yo sólo podía observarlos, dándome cuenta de lo mucho que hubiese deseado que Cam fuera mi padre.

—Estás aquí para calmar a Kairi, no porque quieras hacer algo por quien llamas hijo. —Le dijo sin titubear. Admito que me dolió un poco ver en los ojos de Donovan que aquello era verdad— Vete, yo estaré con él, porque creo en él, creo que tiene esperanza.

—¿Y es así como piensas ganártelo?, ¿solapando lo que hace?. Y no conforme con ello, permites que este imbécil esté cerca de él cuando sabes perfectamente de sus intensiones. ¡Sólo lo está usando! —Elevó la voz refiriéndose a Rodrik que quitado de la pena observaba divertido la situación.

—Basta —interferí—. Tú me echaste de tu casa, ahora yo te echo de mi vida. Vete de aquí, Donovan. No me haces falta, después de todo viví sin ti cuando crecí, puedo hacerlo de nuevo.

—No me fui por voluntad propia y lo sabes, maldita sea —dijo agobiado; luego se gesto se dulcificó un poco—. Perdón, Lane —añadió dejándome sorprendido—, perdón si no he sabido ser un buen padre para ti, pero te amo, hijo, eso jamás lo dudes.

Dicho esto dio la vuelta convirtiéndose en aquel lobo negro que hace mucho no veía y se fue, mientras que tras su ausencia un silencio vasto se extendía entre Cam, Rodrik y yo.
Mentiría si digo que sus palabras no habían removido algo en mí, pero el rencor era más fuerte y me impedía ver más allá de él, del sentimiento de abandono que Donovan me hacía sentir.




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