El túnel estaba oscuro y húmedo. Caminé por varios minutos mojándome un poco ya que había goteras en el techo de piedra. Diez minutos después, llegué al final donde pude ver unos cuantos escalones que llevaban a una puerta con una rejilla. Esta se encontraba justo detrás de unos arbustos, los cuales impedían que alguien me viese si me quedaba lo suficientemente quieta. Pero desde ese lugar yo sí podía ver, por lo que rápidamente pude visualizar, unos metros más adelante, un claro, y era exactamente allí donde se encontraba Ned, pintando algo sobre el suelo, seguramente sus símbolos.
Me quedé quieta, ya que no quería que Ned descubriese mi presencia y me enviase nuevamente al sótano para que estuviera a salvo. No me importaba mi seguridad, quería estar a su lado sin importar las consecuencias.
Había un silencio aterrador. No se oían ruidos de los animales, ni siquiera los grillos cantaban. Miré el móvil de Ned y vi que ya eran las once y media de la noche. Pronto comenzaría su iniciación, y no me la perdería por nada del mundo. Esto me recordaba a una película que había visto, una de aquellas que me habían hecho prometerme que dejaría de ver pelis de terror. Estaba claro que no debía estar haciendo lo que estaba haciendo, y bien sabía que aquello me acarrearía problemas. Pero lo más extraño de todo era que, a pesar de saberlo, no me afectaba en lo más mínimo.
Ned continuó dibujando símbolos en el suelo con su pintura roja. Desde donde yo estaba no podía verlos bien, así que desconocía totalmente cómo eran. De tanto en tanto, Ned miraba una hoja de papel para asegurarse que los símbolos estuviesen en la posición correcta. Se lo veía tranquilo, lo que me asombraba teniendo en cuenta la noche que le esperaba. Tener que enfrentarse a un demonio en tu primera, y posiblemente también última batalla, era algo que estresaría y enloquecería a cualquier persona, pero Ned se había estado preparando para aquello durante toda su vida, y por eso, no sentía temor alguno.
Finalmente, formó un gran círculo de sal alrededor del círculo rojo con los símbolos. Supuse que consistía en algún tipo de protección para el ritual; tal vez para que no hubiera interrupciones. Luego, él se paró con los ojos cerrados y alzó las manos al cielo. Miré el móvil, eran las 11:45 p.m. Ya era hora de que su iniciación comenzase.
Miré con atención, no quería perderme ningún detalle de este evento de vital importancia. Ned comenzó a decir unas palabras en latín en un tono de voz potente. Todo a su alrededor continuaba en silencio, por lo que pude escucharlo con claridad.
—Pater Enoch, te pulso. Pater, ego sum filius. Huc ut parvulus vindicare hereditatem meam. Unus ex septem qui custodierit de daemonibus rebum. Accipio debeo, concedo vocatus, fatis placet. Ita sit!
No tenía la más mínima idea de lo que todo eso quería decir, pero esas palabras tenían poder. En el momento en que Ned terminó de decirlas, pude escuchar el resonar de un trueno directamente sobre él. Miré al cielo y vi un grupo de nubes tormentosas formándose. Ned seguía con los brazos extendidos, sin miedo al rayo que se suponía que pronto lo iba a azotar.
Y el rayo no demoró en llegar. Rápido y majestuoso, como si proviniese de Dios mismo, golpeó y sacudió a Ned por varios segundos. Ned no gritó, ni siquiera se movió; pero cuando el efecto del rayo se disipó, Ned cayó al suelo, inmóvil. Ningún humano podría haber sobrevivido algo semejante.
Entré en pánico, temiendo que tal vez el rayo sí lo había matado, por lo que salí apresuradamente de mi escondite. Abrí la reja que me separaba del bosque y corrí hasta llegar a él. Sin embargo, a pesar de mis esfuerzos, no pude atravesar el gran círculo de sal. Ahora veía que estaba diseñado para mantenerme fuera a mí, y a cualquiera ajeno a lo que estaba sucediendo dentro de este.
Con lágrimas en mis ojos, observé el cuerpo de Ned tratando de distinguir si su pecho se movía, o si había algo que indicase que seguía con vida. Pronto él comenzó a moverse, y pude ver una luz brillante iluminar su cuerpo. Antes de que se levantase siquiera, su cuerpo comenzó a ensancharse, convirtiéndose en uno más musculoso y hercúleo. Haces de luz salían por sus manos y se perdían en la oscuridad. Era algo realmente impresionante, que me maravillaba y asustaba al mismo tiempo.
Finalmente se levantó y abrió sus ojos, pero no fue en mí donde se posaron , sino en un gran sable de color violeta que yacía a sus pies, un sable que seguramente había estado debajo de él desde un principio pero que yo no había notado con anterioridad. Luego cuando me vio me dedicó una mirada de genuina sorpresa, y a continuación una de completo horror. No me estaba esperando allí, y tampoco pensaba que yo presenciaría todo.
—Celeste, ¡sal de aquí ya mismo! —exclamó con urgencia, mientras se agachaba para tomar el sable en sus manos.
No sé si fue la forma en que lo dijo, pero sentí que debía irme inmediatamente de allí. Ya estaba por darme la vuelta para hacerlo, cuando escuché esa voz que me producía profundos escalofríos. Devin estaba allí.
—No tan rápido. Quédate allí, Celeste —me ordenó, mientras se materializaba dentro del círculo de sal que Ned había preparado. En ese momento que me di cuenta que ese sería el lugar donde tendría lugar la pelea. Ahora estaba segura de que ninguno de los dos podría salir de ese círculo hasta que la lucha finalizase y uno se proclamase el vencedor. Nadie ajeno a ella podría entrometerse; aquel era un asunto entre demonio y cazador y de nadie más.
Quise moverme, huir de allí, pero no pude. Y de repente, a mí alrededor aparecieron llamas que me encerraron en un círculo que prevenían mi fuga, o que yo osase intervenir en la pelea de alguna forma, si es que la había. No tenía a dónde ir. Me sentía como una estúpida por haber ido allí.
Devin comenzó a reírse a carcajadas.
—¡Déjala ir, demonio! —exclamó Ned, desenvainando el sable en forma amenazadora, mientras Devin se reía con más fuerza.