Tu mirada sobre mi

8. El regreso de ojos cafés

Me despierto debido a que el cachorro está al lado de mi cama chillando. Me levanto y agarro mis gafas de la mesita y veo que Tyron ya no se encuentra, debió haberse ido temprano. Me levanto y veo que en la mesita se encuentra una nota.

 

“Gracias, por escucharme y estar ahí. Verdaderamente gracias. Eres la mejor amiga :).

Te quiero.

Ty, tu bello amigo <3”

 

Sonrió ante la graciosa nota que dejó. Antes de bajar y sacar al cachorro, voy dirección al baño y luego bajó las escaleras y salgo a la parte trasera de la casa y esperó a que los perros hicieran lo suyo. Vuelvo a entrar a la casa pero antes le pongo agua y comida a los perros. Subo las escaleras e iba a buscar a mi hermano en su habitación pero lo encuentro saliendo del baño.

 

— Al fin despiertas, joder. — Me dice pasando a mi lado para entrar a su habitación.

Lo sigo y entró con él. — ¿Qué vamos a hacer hoy? — Le pregunto.

— No se. — Responde. Y me acuesto en su cama. — Nada, bueno holgazanear; lo que siempre hacemos. — Dice burlonamente. 

— Me agrada la idea. — Le respondo. — ¿Haras el desayuno? — Le pregunto. 

— No lo se. — Me responde perezosamente sentado en una silla de su habitación.

— Tengo hambre. — Le digo. 

Suspira. — Ok, ya haré el desayuno. Solo por hoy. — Dice lo último más bajo. Lo escucho pararse y salir de la habitación, lo sigo hasta la planta de abajo.

— ¿No te piensas bañar? — Me pregunta entrando a la cocina.

— ¿Para qué? — Le respondo.

— Ah, recuerdo. Tu padre estaba llamando al teléfono. — Me dice sacando los panes de la alacena. 

 

Subo a mi habitación nuevamente, agarró mi teléfono y busco a mi padre entre los contactos.

 

♥Papa♥

“Hola pa, ¿Cómo estas?” Enviado.

“Hola Meg, bien y tu?” Leído.

“Bien pa. ¿Me estabas llamando?” Enviado.

 

Llamada entrante de ♥Papa♥

 

— Alo. — Respondo.

— Hola Meg. — Me responde. — ¿Qué haces? — Me pregunta.

— Nada, me acabo de levantar. — Le respondo, dando un bostezo. — ¿Y tú? — Le pregunto.

— Nada, estoy aquí en la estación. — Me responde y puedo distinguir su tono de voz cansado. 

— ¿No has ido a casa a descansar? — Le pregunto en forma de reproche. 

— Sabes que este es mi trabajo y es lo que me gusta. — Me responde.

Me recuesto en la cama. — Si lo se, pero tampoco tienes que arriesgar tu salud física y mental en eso. — Le digo.

Escuchó un suspiro. — Ok, esta noche iré a descansar. ¿Vale?. — Me dice.

— Si así, si. — Le digo.

— ¿Ya le has puesto nombre? — Me pregunta. Y se que se refiere al cachorro. 

— Hm, tengo un nombre en mi lista de opciones. — Le respondo.

— A ver, te escucho. — Me responde.

— ¿Qué te parece Maximiliano? — Le digo sonriente a pesar de que no me pueda ver.

— ¿Qué tal… — Me responde y hace una pausa. — Max? — Termina.

— Me gusta, me agrada y ese nombre será. — Le respondo.

— Ok, me gusta. ¿Te lo quedaras? — Me pregunta, ok eso si que no me lo esperaba.

— ¿Quieres que mi madre me mate? O no, no. Se supone que tu te quedarias con. — Le digo.

Lo escucho reírse. — ¿Qué es tan gracioso? — Le pregunto.

— Esto parece como dos padres que pelean por la custodia de un niño. — Me respondo.

— Pues bueno debes hacerte cargo de tu niño. — Le respondo haciendo énfasis en el tu.

— Y yo te dije que lo pensaría. — Me dice.

Suspiro. — Aja. — Es lo único que emito.

Logro escuchar que lo llaman, así que me habla. — Debo volver al trabajo. — Me dice. 

— Esta bien pa, hablamos luego. — Le digo.

— Adios Meg, te quiero. — Y corta.

 

Espero que algún día sane la herida. Bajo y me encuentro con mi hermano desayunando en el sofá. 

 

— Ni siquiera para esperarme. — Le digo cuando llego a la sala. 

— Tardaste mucho. — Dice y encoge los hombros. — Allá está tu desayuno. — Responde y señala el taburete que separa la cocina de la sala.

 

Lo busco y me siento a su lado a ver… — ¡No me jodas de nuevo viendo eso! — El pendejo de mi hermano estaba viendo la rosa de guadalupe. 

— ¿Que? En mi defensa es entretenida. — Me responde prestando total atención al programa. 

 

Terminamos de desayunar y llevo los trastes al fregadero para lavarlos. Veo a mi hermano ir a la cueva de los juegos. Después de lavar los trastes, subo a mi habitación para buscar que ponerme. Y agarró uno de los tantos suéteres que tengo de mi hermano y unos shorts cortos.

Entro al baño y me empiezo a duchar cuando me doy cuenta de algo. O no, bueno o si. 

— ¡Cesar pasame jabón! — Le gritó lo más fuerte que puedo, ya que está con los videojuegos. — ¡Cesar! ¡Joder! — Le sigo gritando, mierda talvez hasta los vecinos ya me hayan escuchado; pero ninguno viene a mi rescate. — ¡Cesar Martinez Hanigan! ¡Pasame jabón! — Le vuelvo a gritar. 

 

— ¡Ya va! — Lo escucho gritar desde abajo. Uff, bueno me escucho. Escucho que abre la puerta y me pasa el jabón por encima de la cortina del baño. — Gracias, hermanito. — le digo.

— Pendeja… — Lo escucho susurrar. 

— ¡Estupido! — Le gritó.

 

Y me termino de bañar, al final me termino lavando el cabello. Me visto y me pongo productos en mi cabello que se supone que ayudan a que tenga rizos mejores pero termino con unos rizos de mierda. Tendré que pedirles a esas tipas que tienen rizos super perfectos y lindo la receta. Trata de secar mi cabello con la toalla. Y listo.

 

Bajó al cuarto de videojuegos. De alguna forma casi todo lo que habia aqui era gracias a nuestros padres y me refiero al padre de César y al mío porque sabemos perfectamente que Monica Hanigan no gastaría ni un centavo en cosas tan caras e innecesarias según ella como estas. Pero casi todo lo que se encuentra aquí es gracias a nuestros padres, debido a que piensan que de alguna forma pueden darnos cariño o algo así comprandonos cosas materiales. 



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En el texto hay: adolescentes, superacion, amorimposibe

Editado: 14.03.2021

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