ERA domingo por la noche cuando los chicos llegaron tarde de Brisbane. Mientras Heechul conducía, hablaron de cosas prácticas… el estilo de los trajes y las invitaciones, las cosas que debían alquilar para la recepción en el jardín. Pero los dos estaban cansados y, para alivio de Heechul, durante gran parte del trayecto mantuvieron un silencio reflexivo.
Dejó a Woohyun en su apartamento de Seongsu y declinó la invitación de subir a tomar una copa con la excusa de que en menos de diez horas tendrían que empezar otro duro lunes.
—Gracias por pasar el fin de semana conmigo —le dijo mientras le daba un beso en la mejilla—. Y gracias por ofrecerte a ayudar a Siwon a organizar la recepción. Bueno, no te ofreciste, pero aceptaste cuando te lo supliqué.
—No pasa nada —dijo Heechul con ligereza, con la esperanza de sonar más sereno que lo que se sentía acerca de la continua comunicación que tendría que mantener con el novio de su amigo… aunque fuera por correo electrónico o teléfono—. Gracias a ti por invitarme, Hyun. Fue… maravilloso. Vas a tener la boda más hermosa jamás celebrada.
—Lo sé. Soy muy afortunado —los ojos verdes de Woohyun mostraron una expresión melancólica—. Siwon te cae bien, ¿verdad?
A Heechul el corazón le dio un vuelco, pero forzó una sonrisa luminosa.
—Por supuesto. Todo en él es agradable. Será un marido perfecto. Deberías haberlo comprometido hace años.
Woohyun sonrió con auténtica felicidad, como si hubiera necesitado esa reafirmación. Luego recogió su bolso, bajó y cerró la puerta.
—Nos vemos por la mañana.
Al arrancar, sintió que toda su fortaleza se evaporaba.
Todo el fin de semana se había mostrado ecuánime y alegre por la boda de Woohyun, al tiempo que mantenía a raya su agitación interior. Contener cualquier interés en Siwon había resultado más difícil que lo que había imaginado, y una vez acabada la dura experiencia, se sentía exhausto. Sólo quería arrastrarse a su pequeño espacio y dejarse ir.
Cuando llegó a su apartamento en Yong-dap, entró en la cocina y dejó el equipaje en un rincón.
Le encantaba su pequeño apartamento. Por primera vez en la vida, tenía un lugar de verdad al que podía considerar su hogar, con cuatro paredes en vez de cuatro ruedas.
Lo primero que hizo fue comprobar cómo estaban sus peces de colores… Brian, Ezekiel y Zumo de Naranja. Habían sobrevivido muy bien sin él. Luego salió a la terraza para asegurarse de que sus plantas seguían vivas.
Siempre se había ocupado de las plantas, incluso cuando vivían en el autobús. Su madre decía que había heredado el toque con todo lo que fuera verde de la abuela Kim y Heechul lo veía como una señal de que su destino era tener su propia parcela de tierra.
Algún día.
Lo primero que hizo fue prepararse una taza de té. Ya podría seleccionar la ropa para lavar al día siguiente después del trabajo.
Cinco minutos más tarde, lo envolvió el olor a agua de rosas. Por desgracia, sus pensamientos se centraron en Siwon Choi.
Soltó el gemido que había estado conteniendo durante dos días enteros, el tiempo que había dedicado con todas sus fuerzas a impedir que Siwon le gustara.
Debería haber sido fácil. Era el novio de su mejor amigo y Heechul ya había estado con un hombre comprometido. Y se había quemado. Después de salir con Kris durante varios meses y ayudarlo a superar la ruptura por la que había pasado, se había ido a vivir con él y él se había enamorado con toda su alma.
Pero una noche había llegado inesperadamente temprano a casa y lo había encontrado en la cama con Tao, su antiguo novio.
Kris la Rata.
Nunca más iba a prestarse a esa clase de dolor.
Entonces, ¿por qué no había encontrado el interruptor de «apagado» para su atracción por el novio de Woohyun?
Era ridículo, como si hubiera contraído una cepa mutante de un virus resistente a todos los tratamientos conocidos.
Y encima él seguía siendo la persona que no encajaba en el cuadro.
Santo cielo.
Metió la cara en el agua para lavarse esas estúpidas lágrimas.
Debía controlarse. Poner freno ya a esa insensatez.
Maldijo el pinchazo.
Ese problema jamás habría surgido si Woohyun y él hubieran ido juntos al rancho y lo primero que hubiera visto Heechul fuera a Siwon abrazar a su futuro esposo. Se habría sentido entusiasmado por Woohyun y su corazón habría permanecido inmune a los encantos de Siwon.
Pero el destino cruel le había dado una rueda pinchada y veinte minutos a solas con un hombre maravilloso que había llegado como un regalo enviado por el cielo.
No dejaba de revivir aquel momento en que sus miradas habían conectado. Podría haber jurado que algo enorme y trascendente había pasado entre ellos.
Se preguntó si todo había estado en su estúpida cabeza.
Odiaba reconocer que había podido engañarse, pero no había otra explicación. Menos mal que Siwon no lo había notado.