Hoy es un día soleado, perfecto para tomar decisiones apresuradas y arrepentirse después. Me lo he estado pensando todo el día, y ya me cansé de ser un cobarde. Ya casi acaban las clases de hoy, por lo que esta vez sí me acercaré a Amanda. O como quiera que se llame. Ya estuve practicando algunas frases durante la noche. No pude dormir del todo bien por estar tan nervioso en este asunto, pero creo que es ahora o nunca; mi determinación no tendrá un pico más alto que hoy. ¡SI QUIERO VENCER, DEBO ATACAR!
En cuanto escuché la campana de salida, tomé apresuradamente mis cosas y me dirigí a la puerta del salón. No obstante, y como era de esperarse, ya me esperaba alguien.
¿A dónde tan rápido, joven David? -expresó tranquilamente el director Tabarosa.
Tengo unas tareas qué atender, trato de ser un buen alumno para que deje de detenerme casi todos los días para culparme de cosas que no hice -le contesté.
Parece que hoy tampoco me mostrará una pizca de respeto, joven David -repitió Tabarosa con el ceño fruncido, casi imperceptible para el ojo humano.
Mire, director Tabarosa, de verdad tengo cosas qué hacer y si me va a culpar por algo que no hice es mejor que lo dejemos para otro día -dije sereno al pasar por un lado de Tabarosa, como si no existiera, para salir del salón.
¡Un momento! -expresó, al borde de cambiar su voz tranquila a un grito calmado. El viejo hoy sí que estaba enojado, tuve que detenerme al instante- Tiene razón, hoy no vengo a quitarle su valioso tiempo de estudiante de secundaria por algo que haya realizado. En realidad, estoy aquí por algo que no ha realizado.
¿Qué? -pregunté, confundido e irritado de que podría perder mi oportunidad de hablarle a Amanda.
En efecto -expresó al entregarme un papel-, solamente vengo para darle, joven David, un reporte por seguir incumpliendo intencionalmente con el reglamento escolar.
¿Cómo? ¿Cuál reglamento? ¿Ahora qué hice? -cuestioné más preocupado por irme de ahí que por el reporte en sí.
Puede leer el documento con calma cuando se encuentre en su casa -expresó al empezar a alejarse con pasos lentos-, pero sólo le diré una cosa: quítese esas cosas de las orejas.
Venga y quíteme los piercings usted, viejo tonto -murmuré antes de salir casi disparado a la salida del instituto.
Algunos alumnos de primer grado estaban jugando con una pelota en el patio principal mientras esperaban a que sus padres vinieran por ellos. Como es evidente, los míos ni siquiera saben a qué hora salgo, por lo que el trayecto de aquí a mi casa y viceversa siempre lo hago en solitario. Este pensamiento estremeció un poco mi cuerpo. A veces me gustaría que alguien mostrara un poco de preocupación por mí. Cruzando el patio principal para llegar a la salida del colegio, escuché un «¡Cuidado!» a pocos metros de mi espalda. Al voltear, pude tener los reflejos suficientes para detener el balón que venía a toda velocidad hacia mi dirección. Hace mucho no tocaba uno; nadie me escoge en las clases de educación física, por lo que prefiero sentarme en una banca y observar a lo lejos. Mi corazón palpitó un poco más fuerte de lo normal, no podía evitar sentirme emocionado por tener un balón en las manos.
¡Oye! -dijo la voz de un chico de primer grado que se acercaba trotando- Perdón, no calculé bien…
N...no pasa nada -contesté, tratando de no titubear de los nervios-. Me di cuenta a tiempo y pude interceptar el balón. Toma, aquí tienes… -quise formular algo, pero la mirada del chico me dejó sin palabras. Era una mirada de terror.
E...e….e…. Eres el d...d…de.... ¡DEMONIO DE TERCERO! -gritó al alejarse rápidamente y reunirse con sus amigos. Todos se veían aterrados ante mi mera presencia.
El demonio de tercero. También había pasado un tiempo desde que no escuchaba ese apodo de manera pública. No sé quién me lo puso, pero me ha estado atormentando desde que inició este ciclo escolar. De hecho, esto me ha traído muchos problemas. De alguna u otra manera, el rumor de este apodo se esparció rápidamente por todo el instituto, llegando incluso a oídos de Tabarosa. Una vez, algún listillo rompió el retrovisor de una profesora usando una piedra, y dejó en la escena del crimen un papel con el dibujo mal hecho de la cabeza de un demonio. Fue la primera vez que Tabarosa me citó en su oficina durante este ciclo escolar. A partir de ese momento, cada día alguien se las ingenia para cometer algún tipo de fechoría menor dentro del instituto y salirse con la suya mediante el famoso método de dejar un papel con el dibujo de un demonio. Obviamente, para el director Tabarosa esto no es nada sospechoso, aunque los dibujos sean tan diferentes cada día, y la única persona que puede hacer este tipo de acciones es nada más y nada menos que yo, el demonio de tercero. Es un viejo tan estúpido… O tal vez, inteligente. Es posible que disfrute llamarme la atención cada día, como si fuera una rutina de su trabajo. Seguramente por eso no me ha expulsado: él sabe que no soy yo el culpable, pero su pasatiempo es llenar mi carpeta escolar de secundaria con reportes diarios. Maldito sociópata.