Tú y yo, (no)s(otros)

Capítulo 7

Alexandro 

Hace tres años.

Mi vida no puede ir más en decadencia.

El simple hecho de la separación de mis padres, me llevó a este momento. Una vuelta de ciento ochenta grados.

Me encantaría ser mayor de edad y poder hacer lo que se me dé la puta gana y no tenes que hacerle caso a mi madre y empezar tener un nuevo comienzo como dice ella.

Y papá quiere que le agarre la vuelta, empezar a comportarme mejor, y dejar de crear tantos problemas. Muy exagerado, simplemente disfruto de mi adolescente.

Me pasó una mano por el pelo oscuro con irritación y vuelvo a echar un vistazo a la puerta del aula. Divertido es tener que repetir mi último año, con otros imbéciles a soportar. Pero bueno voy a hacer mi mayor esfuerzo para vivir en Londres tranquilamente.

Tomó un respiro y abro la puerta. 

Por favor que el día termine rápido.

***

Acaba de tocar lo que deduzco como el timbre de salida, ya que todos se han  levantado de sus asientos.

Me ahorre todos los disgustos de tener que presentarme y aparentar ser un chico amigable, ya que a el profesor de matemáticas de la anterior hora, no le importe en lo más mínimo, mucho mejor para mi.

Este colegio es grande pero, con todos estos alumnos se hace imposible cambiar sin chocarte el hombro con alguien.

Todos me observan intentando disimular su interés en mí, pero lo hacen horrible. Ya se que un chico nuevo, con tatuajes puede llamar la atención, pero está claro que no es solo eso, sino que mis ojos son diferentes.

Me son indiferentes sus miradas curiosas, pero me cansan los mismos comentarios al respecto.

Una carcajada atraviesa el pasillo y mira en busca de donde proviene, y ahí es cuando veo a una pelirroja  de pie siendo acorralada por un chico.

Observó el momento en que él se inclina hacia su cuello, le susurra algo al oído y desliza la mano por su trasero. 

Ella se aparta de un tirón. Veo sus ojos, abiertos y parpadeantes, mientras se le va el color de su rostro. Da un paso atrás y él vuelve a dar un paso adelante. 

Más rápido que un trueno, su puño impacta de lleno en su nariz.

Pero qué buena derecha tiene esta chica.

—¡Mierda! —El imbécil retrocede a trompicones, agarrándose la cara entre los dedos cubiertos de sangre roja como el rubí. 

Me quedo helado de asombro cuando la chica se lleva las manos a la boca sorprendida. La veo disculparse, dando un paso hacia delante con una mano extendida para ayudar…

 —¡Maldita zorra!- el muy imbécil toma de manera brusca su brazo.

Mis dedos se curvan.

Para este punto me sorprende que todos estén alrededor observando… ¿desinteresados? Como si lo que hizo el chico no fuera nada nuevo.

Sigo inmóvil, observando desde la distancia. Cuando llega a quien deduzco, es la directora. Puedo escuchar como insinúa que la chica tiene la culpa. Y pidiendo que todos se retiren.

¿Es que todos en este lugar no tienen cerebro? 

No puedo evitar opinar.

—Él se le insinuó —le digo—. Agresivamente.

Mi comentario hace que inmediatamente la atención de las tres personas presentes sea directa a mi. Pero la única que puedo sentir, es la de la pelirroja. Veo como se permite recorrerla de pies a cabeza, entonces lo hago  también. Pero nos vemos interrumpidos.

-No te metas, donde no te llaman viejo.

Antes de poder dejar en su lugar a este imbécil, la directora hace presencia para pretender cumplir con su trabajo.

-Muchachos, calma. Por favor Emma y Michael, acompáñenme a la dirección.

Mientras Michael me daba un intento de mirada amenazadora, caminaba por el pasillo hacia la dirección. 

Mi atención se dirigió hacia Emma. 

Un nombre tan bonito como ella.

-Gracias, pero podía sola.

- Claro, no me cabe duda, Emma. -tenía que sacarlo de mi boca.

-Claro… adiós desconocido. Y un pequeño consejo, ya no te metas en mis asuntos, si es posible en los de nadie.

- No hay problema pelirroja, y por cierto mi nombre es Alexandro, por si te interesa.

- No me interesaba. Nos vemos. – dijo ésto último mientras hacía un saludo militar para luego girar sobre sus talones y encaminarse con la directora.

Ante ese acto no pude evitar sacar una sonrisita y bajar mi mirada a sus caderas, que se balanceaban sensualmente.

***

Mi único momento para desconectarse del mundo era esté. Tocar la guitarra hasta que sangren mis dedos, aunque seguro ya soy inmune.

Mi cabeza recuerda mi día y el momento en que conocí a Emma, se veía tan delicada pero su forma de actuar me demostró lo contrario. Sonreí al recordar nuestro corto intercambio de palabras y mis dedos fluyeron entre las cuerdas de manera inmediata, creando una melodía.




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