Tú, Yo y los Besos

Capítulo 8- Azul

Desde aquella madrugada en mi cuarto, Mateo no me ha vuelto ha dirigir la palabra.

No importa cuánto intenté meterme con él el lunes después de eso, simplemente me ignoró, como al resto, justo como lo hace con el resto; me molestó muchísimo eso...

El martes por la mañana, encontré su cuaderno en mi mesa:

“No sé cuál es tu juego, pero supongo que "esto"  es tu verdadero interés ¿no? —se leía en un pos-it pegado a la cubierta de cuero— ¿algún estúpido reto? ¿Tus simples deseos de joderme la vida? No lo sé, Azul, pero tómalo, es tuyo; no me hables más después de esto”

No lo abrí allí, tuve el buen tino de esperar para verlo, horas después agradecí no haberlo hecho:

En el rincón más apartado de la biblioteca, me permití llorar un poco en silencio; las hojas rayadas, los dibujos rotos... Se me rompió un poco el corazón al ver todo eso. 

Lo supe entonces, Mateo había escogido el odio, y yo lo odié también un poco después de ver todo aquello.

«Vamos, Azul, déjalo estar, tú ya ganaste, solo entrega el cuaderno»—me repito 500 veces al día pero simplemente no puedo...

En primera, no he vuelto a saber más nada de Trébol, y aun si reapareciera, no tiene nada en mi contra como para exigirme “algún favor” si no se lo entrego. 

Robé el cuaderno, demostré que puedo, así que decido no seguirle el juego a alguien tan taimado como Trébol, o eso quiero creer... porque lo cierto es que sus palabras y lo que leí en ese cuaderno, me han despertado una curiosidad insana hacia Mateo.

No dejo de buscarlo inconscientemente todo el rato, justo por eso me di cuenta de que está saliendo a la hora del almuerzo; pero no fui consciente de lo mal que estoy, hasta que no me descubrí siguiéndolo.

​​​​¡Cuál fue mi sorpresa al descubrir su destino! La librería pública más cercana a la escuela.

​​​​​​Es la tercera vez que lo sigo, ayer por poco me da una insolación vigilando desde fuera a que saliera... pero no, ¡¡se quedó ahí las dos horas de almuerzo!!

¿Qué hace ahí? ¿Qué puede tener una librería como para que venga aquí por horas? 

Pregunté esta mañana y no es algún tipo de trabajador a medio tiempo, así que aquí estoy, dispuesta a llegar al fondo de esto.

Espero unos minutos y entro detrás de él al edificio. Me escondo lo mejor que puedo para que no note que lo estoy siguiendo; en una de esas le pierdo el rastro.

— Rayos, ¿dónde estás, Mateo...?— estoy a cuatro patas, debajo de una mesa, con la nariz casi rozando el piso, mirando para todos lados a ver si por debajo de la fila de estantes puedo identificar sus zapatos.

— ¿Me estás siguiendo? —ah, ah, ah... diantres, eso ha dolido, ua...

Su voz me ha dado tal susto que le he dado un cabezazo a la mesa bajo la que me escondía...

Jum, Azul, no llores, aguanta el tipo, ¡¡tú puedes!!

Okey, a la cuenta de tres me levanto, me meto una mano en el bolsillo y digo...

— ¡¡¡Lo hallé!!!

— Ya, felicidades —se cruza de brazos— entonces qué... ¿Me estás siguiendo?

— No, hombre, no... cómo crees... —upsi, creo que la voz me ha salido demasiado dramática

Enarca una ceja, no me lo va a dejar pasar... 

— Estaba buscando un libro —dirijo mi atención hacia los estantes —oh... ¡¡justo aquí está!!

— Pensé que eras amante de los animales...

Sigo la dirección de su mirada y me fijo en el libro que sostengo en mis manos: "El arte de la disección" Córchales... ¿no podría haber escogido otro?

Siento mi cara calentarse, de seguro me he puesto roja y al parecer a Mateo eso le da gracia.

— ¡¡Espera!! —grita chasqueando los dedos —¿Acaso eres una sicópata o algo así que planea una nueva ola de crímenes? —otra pausa, vaya le está poniendo mucho teatro a esto...—¡¡No!! tu afán de Reina del Hielo te está llevando a buscar nuevas formas de congelar la belleza disecando hombres apuesto...—pone cara de horror y se abraza a sí mismo— ¡¡¡Quieres disecarme a mí!!!

Su chillido de falso pánico me molesta; pero por otro lado mi corazón se acelera al ver que vuelve a hablarme aunque sea con sarcasmo.

— Lo que yo haga o no con este libro no es tu asunto...—¿cómo fondo de una mesita? ¿de pisa papel? ¿para el baño?— y tendría que matarte en serio si te lo digo —remarco con un muy probable fracasado intento de voz amenazante.

Se ríe por lo bajo y se me revuelve el estómago; necesitaba esto, la adrenalina de enfrentarle se me ha vuelto vicio.

Levanta las manos en son de paz y me siento aliviada porque tengo ante mí la oportunidad de rearmar el puente que rompí en mi cuarto.

— ¿Y tú qué haces aquí? —le pregunto, ¡¡este es mi momento, Watson!!

—Vengo a leer —me dice y levanta los hombros con indiferencia

¿Estaré tan loca que me habré confundido y en vez de una librería esto es una biblioteca?

Vuelvo a chequear a mí alrededor. No, no es una biblioteca, me lo dice el cero al lado del número que adorna este insufrible libro.

Esta vez soy yo la que enarca una ceja.

— Ya claro... y te pasas horas leyendo las sinopsis de todos los libros para tomar la mejor decisión a la hora de comprarlos; una y otra vez, por días...

Pausa. ¿Por qué ahora entrecierra los ojos? ¿Qué he dicho? ¿Dónde está mi error, don...?

— ¿Cómo sabes que me paso horas en este lugar?

Alguien que me de dos galletas ¡¡por errores como estos se pierde una guerra!!

— Solo suponía —añado con una mueca tratando de quitarle hierro al asunto.

Me centro de nuevo en mi mini interrogatorio, ¡¡eso antes de que vuelva yo a ser la víctima!!

— Ya que te sabes descubierto, confiesa, ¿por qué tantas horas aquí? No me creo lo de las sinopsis.

— ¿Tanto te interesa? —me dice con una risa socarrona «sí, bestia despertando» —Vaya, Azul, ¡Voy a creer que en serio estás enamorada de mí!

Oh no, Oh no... Esto no debería ir por ahí. ¿Y ahora qué hago?




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