Tú, Yo y los Besos

27- Azul

Mateo no dice nada más y se lo agradezco, sabe que me es difícil reconocer mis sentimientos.

Me toca para que desenrosque mis piernas, gira entre mis brazos hasta tenerme de frente y me choca el contraste de nuestros sentimientos. No puedo leerlo por completo pero todo lo que veo son trozos demasiado rotos, demasiado dispersos…

Se le ve tan desnudo, frágil e indefenso; vuelve a ser aquel niño abandonado... ¡¡Y yo quiero fajarme con el mundo por defenderle!!

Cierro los ojos, no soy capaz de mantenerle la mirada. ¿Cómo pude haberme quejado alguna vez por algo? ¿Cómo pude mofarme alguna vez de ser fuerte cuando está claro que yo no hubiese soportado sus cargas?

Soy especialmente consciente de cada uno de sus movimientos, siento el temblor de sus manos cuando acuna mi rostro y lo levanta hacia él ligeramente.

Sé que me observa, pero aun así no encuentro el valor para abrir mis ojos.

Desliza su pulgar por mi mejilla derecha y luego besa suavemente mi parpado; su gesto me hace llorar aún más, sé que debería ser yo quien lo esté consolando, pero todo lo que me ha contado… Dios, simplemente es demasiado.

Mateo mantiene su rostro a escasos milímetros del mío, a tal punto que su nariz y su aliento van dejando un camino de fuego sobre mi cara mientras me roza lentamente desde la izquierda y hacia abajo; se detiene un momento sobre mis labios: los suyos rozando los míos sin llegar a tocarlos, provocando un terrible hormigueo sobre ellos.

¡¡Me va a besar!! —mi corazón se vuelve frenético. Aprieto mis ojos y cierro con fuerzas mis puños sobre sus hombros —que no me bese, que no me bese, que no me be...

Espera ¿qué? ¿a dónde va?

¡¡Vuelve!! bésame, bésame, be...

Siento su otro pulgar limpiando las lágrimas de mi mejilla izquierda y de nuevo un suave beso sobre mi párpado.

Se detiene ahí otro rato

Está tan cerca, si me giro solo un poco, un pequeño impulso…

Apoya su barbilla en mi hombro y sé que esos segundos son mi mayor pérdida en mis 21 años...

Mateo me abraza fuerte, como si quisiera fundirme en su cuerpo, pegarme a él para siempre; tiembla tanto como yo tiemblo.

No sé en qué cosas estará pensando, pero yo sólo me pregunto: ¿Cuánto valen sus besos?; porque temo que sería capaz de darlo todo por ellos.

No soy capaz de reaccionar y devolverle el abrazo hasta que no siento una gota sobre mi hombro. ¡Él también está llorando!

Nos quedamos ahí, en silencio, dejándonos mover por las olas, como si el mismo mar nos consolara y aceptara como parte de sus aguas saladas; porque eso es todo lo que somos en este momento: un manojo de sal y lágrimas, con una pizca de algo más intenso: anhelos...

"El beso que no te di se me ha vuelto estrella dentro...¡Quién lo pudiera tornar —y en tu boca...—otra vez beso! (…)” (1)

Referencias:


(1) Poema "Tiempo", Dulce María Loynaz
 




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