Miro por quinta vez el reloj
Todo saldrá bien, estás a tiempo —me repito
Más que nerviosa estoy ansiosa, sé que es una locura lo que haré; pero no puedo quedarme de brazos cruzados…
Observo a Mateo conversar con cariño con un Alex más desenvuelto, ya se ha acostumbrado a mi presencia y parece que a los hospitales está más que acostumbrado.
María trajo a Alex y un cambio de ropa para Mateo, yo soy un desastre apestoso y mejor así; de este modo soy más intimidante, ¿no?
Lo veo despeinar el pelo de un Alex enfufuruñado por haber perdido en plantas contra zombis y no puedo evitar reírme aunque tengo un nudo en el estómago.
Mateo se culpa por los traumas de su hermano pero sinceramente creo que si las cosas no hubieran sido como fueron todo hubiera sido peor para Alex...
Miro otra vez el reloj. Bien ya es la hora...
—Este... chicos, tengo que irme, ya te darán el alta dentro de unas horas, vengo luego...
—No hace falta, Alex se quedará conmigo hasta que me la den, anda, vete a descansar y gracias por todo.
Asiento repetidas veces mientras me levanto y esquivo sus ojos, no quiero que vea lo nerviosa y ansiosa que me encuentro.
Salgo del cuarto. Okey, Azul, allá vamos…
Cuando salgo, casi choco con una mujer de mediana edad que se acercaba a la puerta, ella me ve y abre los ojos como platos.
Mira para todos lados
—Y... yo... —se le ve nerviosa, la observo a conciencia, tiene un identificador en el cuello: “Clinica San Jorge" dice, Además de un nombre: Martha Gonzalez
—¿Puedo ayudarla? —pregunto al ver que aprieta una caja contra su Pecho
Salta en su lugar.
—Yo... pertenezco a... —me extiende la caja y mira la puerta— traje esto, la estamos repartiendo por los cuartos, soy evangélica.
Asiento extrañada, tomo la caja cuando me la da con torpeza y se va casi corriendo.
Okey... Eso ha sido muy extraño...
Miro el reloj y recuerdo que no tengo mucho tiempo, la guardo en mi bolso, luego se la traigo a Mateo.
***
Me acerco al punto de encuentro, mirando para todos lados, la reconozco al instante, debe ser ella; "Clarissa", la misma de las pastillas aquella vez en la Universidad con Mateo.
Me alivia comprobar que está sola y entretenida en su teléfono; mejor, así tengo a mi favor el factor sorpresa.
Okey, como en la primaria: das primero por si tienes que salir corriendo...
Apresuro el paso y...
«Paff» —le doy una bofetada.
—Pero qué... —reacciona unos segundos tarde llevando una mano a su mejilla mientras intenta ubicarme
Levanta su puño con rabia pero se detiene cuando me enfoca; puedo leer el reconocimiento en sus ojos y me choca el hecho de que parezca reconocerme.
Me quedo callada, no me esperaba su actitud tan… ¿pacífica?
Su boca se abre en una risa falsa cargada de malicia.
—Vaya...pero a quién tenemos aquí, nada más que a la “puta” del "perro" —me dice de manera ponzoñosa y vuelve a fijarse en su teléfono...
¿Pero qué? Su aparente desinterés me corroe por dentro.
— ¿Dónde está Mateo? Tú y yo no tenemos nada de qué hablar — a pesar de la irritación en su voz, no deja de andar en el teléfono
¡¿A qué juega?!
— No vendrá, no sabe de esto, fui yo quien te escribió desde su teléfono.
Mis palabras llaman su atención lo suficiente como para levantar la cabeza y mirarme por un momento.
— Ja ja, ver para creer... ¿Y tú que estás buscando? ¿Que desfigure tu “bello” rostro? —da un paso hacia mí—tócame de nuevo y verás como cumplo tu deseo —me amenaza
La miro con incredulidad, no obstante, contrario a lo que piensan y a lo que quiero, no vengo a jalarle el pelo a ésta, así que voy al grano.
— Escúchame bien claro, "cerda", púdrete en tu lodo si lo deseas; pero deja de intentar hundir a Mateo en tu mierda... —la miro con superioridad— Hasta tú puedes ver que él está muy por encima de ti...
— ¿Y dónde está tu damiselo, querida caballero? —me escupe con rabia y desprecio, cada vez más cerca, me mantengo alerta —pregúntale a él de dónde sale y verás que él y yo somos lo mismo ¡¡¡y eso ni tú ni nadie puede cambiarlo aunque quiera!!!
Vaya, enamorada herida, perfecto...
— ¡¡Está en el hospital por tu culpa!! — chillo y lágrimas de rabia acuden a mis ojos
Cada vez que recuerdo las pastillas que esta cerda puso aquella vez en su chaqueta (del mismo tipo que lo llevaron a este estado) me pongo que muerdo
— ¿En el hospital...? —pregunta casi más para sí misma y vuelve a andar en el teléfono
—No está muerto —la interrumpo —no te des tanto mérito... ¿Es lo que quieres no? Acabar con él, ¿por eso todos esos mensajes y el acoso? pues entérate; ¡No te dejaré hacerlo!
Finalmente me mira, su cara desfigurada por una mueca de puro odio, aún más, veo como se yergue a la defensiva
Mi teléfono suena y lo dejo pasar, ella está atenta a eso, con su actitud casi que me reta a cogerlo, dejando en claro que justo esa oportunidad esperara para atacarme, no le daré el gusto de bajar la guardia así que no lo atiendo.
Sin dejar de mirarme se guarda el teléfono en el bolsillo trasero del pantalón, camina hacia mí y me habla casi escupiéndome en la cara.
— Tú no tienes idea de lo que yo quiero, te estás metiendo en un traje que te queda grande ¿sabes? —me advierte y su dedo puntea mi pecho —Tu príncipe no es más que un sapo de sangre fría como la mía, y por lo tanto terminará haciéndote daño aunque no quiera; tú por más que te pavones no eres más que una piedra en su zapato… por ejemplo hoy. ¡¡Tu insolencia trajo consecuencias desde el mismo momento en el que decidiste ponerme la mano encima!!
No me muevo, tengo la adrenalina a mil y me importa una mierda lo que piense ella, solo quiero que entienda de una vez que ella no es nada ni nadie…
Mi teléfono vuelve a sonar y vuelvo a ignorarlo, la empujo por los hombros para que se aparte, y levanto la barbilla mientras la reto con los ojos.