¡Hugo tiene novio!

—¿YyyyyyyyYYY? —le pregunté a Hugo directamente al oído mientras jugaba con el chillido de mi voz infantil.

—¿Qué ocurre? Eso duele —preguntó mientras se sacudía el oído.

—¡DIME YA A DÓNDE TE FUISTE CON MARLO! —grité.

—¿Qué? No fue así. —Este hombre joven y de dudosa sexualidad, cree fervientemente que la mejor forma de evitar dar explicaciones es fingir que las cosas nunca pasaron.

—Habla, gordo tetón. —

—¡Oye!, no me digas así. Lastimas mis sentimientos —dijo cruzando sus brazos sobre su pecho. —Sí, estoy pachoncito, pero no demasiado, ¿o sí? —

—Eres igualito a Tito de la película de Turbo. Pero deja de cambiar el tema. ¡DIME A DÓNDE TE FUISTE! —

—Escucha, es personal. No quiero contarte. —

—Tienes que hacerlo. —

—Ja, ja, ja, no. ¿Por qué? —

—Porque me debes por hacer tu trabajo y teniendo en cuenta nuestro salario, dinero no tienes, así que págame con chisme. —

—No quiero —dijo e intentó escapar de mí.

Comenzó a caminar rellenando estantes por toda la tienda, mientras yo caminaba detrás de él repitiendo “Dime” con voz robótica y tratando de acercarme a su oído. De joder la vida no me canso y no pienso dejar que Hugo se olvide del tema así nada más.

—¿Ya puedes guardar silencio? —dijo Hugo retrancado en el mostrador con las manos sobre su cara.

—No quiero, dime, dime, dime… —continué.

—Aaaah —bufó.

—¿Tienes alguna idea del pinche desmadrote de pan del que tuve que encargarme sola? Dime, dime, dime…—

—¿Qué pan? ¿El que limpiamos del baño? —

—No, la montaña del mostrador. Dime, dime, dime. —

—¿De qué hablas? —

—oh, ¿el jefe no te contó? Dime, dime, dime… Estuvo divertido. Dime, dime, dime… —

—Ya deja de hablar así y cuéntame qué pasó. —

—Cuéntame tu primero y lo hago. Dime, dime, dime… —

—Bien. Ya cállate y te digo. —refunfuñó.

—Ok —guardé silencio.

—Solo le pedí ayuda a Marlo para arreglar una moto, por eso nos fuimos rápido. —

—Ok…¿Por qué con Marlo y no algún mecánico? —

—Bueno, porque Marlo es más barato. Además, si contamos las veces que ha chocado y la gravedad de algunos de sus accidentes, es muy impresionante que su moto siga funcionando. Hay que admitir que tiene talento al menos para arreglar motos de forma clandestina y casera. Él es el mecánico indicado para nosotros los pobres. —

—En eso tienes razón. Ok…¿Tú tienes moto? —

—No es mía, es de otra persona. —

—¿Quién? —

—Eso ya no te incumbe. —

—¡DIME, DIME, DIME! —

—¡Ay!, niña metiche. Como chingas, ojalá le pusieras tanto empeño a trabajar. —

—¡DIME, DIME, DIME! —

—Es de un conocido y ya —

—¿Tu novio? —

—… —

—oh… por eso caminas raro a veces. —

—¡Yo no camino raro! —

—oh…entiendo a lo que te refieres —le guiñé un ojo.

—¿Cuál referencia? Deja el tema ya. Ya sabes lo que querías, ahora te toca hablar a ti —dijo con la cara roja.

—Ah, eso. Después de que te fuiste entré al minisuper y encontré una montaña de pan, aquí en el mostrador. Debiste verlo, llegaba casi hasta el techo. —

—¿Qué? ¿Cómo limpiaste eso? —

—No lo hice, solo dije que me había hecho cargo para hacerte sentir mal y que me contaras. Se la dejé a los del turno de día. —

—… a veces me caes mal —dijo entrecerrando los ojos, claramente juzgándome.

—¿Eres travesti? —

—¡Oye!, no todos los gays somos travestis. —

—Yo no pienso que todos los gays sean travestis, pienso que TÚ eres el travesti —lo apunté con el dedo.

—No, no soy. Eres muy indiscreta —respondió molesto.

—¿Seguro? —

—¡¿Qué te hace pensar que soy travesti?! —

—No sé. Intuición femenina —

—Yo también creo que podrías ser travesti —escuché decir a Marlo detrás de mí. Cosa que me hizo pegar un brinco e instintivamente me puse al lado de Hugo.

—¡¿QUÉ HACES AQUÍ?! —gritamos Hugo y yo.

—Tranquila bebé, no vengo a verte a ti. Vine a cobrarle a Hugolina. —

—¡Que no soy travesti! —replicó Hugo.

—Como sea. La moto esta lista, tu macho me dio una parte del dinero y me dijo que te buscara para que me dieras el resto —dijo Marlo.

—Ah…sí. No me pagan hasta mañana. ¿Puedes esperar? —

—Sí…por cierto, creo que “El tapón” se está rompiendo. Ya me voy. —