Tuya Por Un Sueño

Capítulo VI

Al Encuentro

 

      Mi mente está trabajando a mil para procesar lo que me está pasando. El estómago amenaza con querer salírseme por la boca. Miro hacia mis pies y solo puedo ver algunas hojas que el viento arrastra en remolinos. Nada más. Me contengo desde mis adentros, luchando para que el terror que me atenaza se calme. Se me vienen a la mente varias escenas de una de mis series favoritas, Supernatural.

¿Será que estoy viviendo un episodio paranormal?

Como sea, y aunque me gustaría que apareciera el espectacular Chevrolet negro con Dean y Sam adentro, yo sola debo resolver esto. Parpadeo en comprensión, ya lo tengo.

Me trago la bilis mientras balbuceo una y otra vez con voz temblorosa. — La sangre de Cristo tiene poder —. Y gracias a Dios, funciona. Le doy mentalmente gracias a mi mamá por habérnoslo enseñado a todos sus hijos desde pequeños.

Repentinamente todo se detiene. La melodía se ha ido, el frío se ha ido, el fuego que había quemado duro en mi pecho, también. Gracias a Dios todo ha pasado. Alucinada, inhalo y dejo escapar el aire lentamente.

Miro a todos lados, me arreglo el bolso, zapateo para sacudirme las malas vibras y agito un poco mis manos. Espero que mi madre esté orando ahorita mismo por mí, siempre que salimos de casa ella se dedica a orar. Desvío mi mirada hacia la casa y busco en el reflejo de la ventana si estará Dora espiando por un huequito de la ventana. Ella es como nuestro respaldo.

Pillo un taxi y extiendo mi mano para pararlo, el taxista me mira con aburrimiento, pregunto la tarifa a la dirección de Naty y el monto me cuadra, prácticamente caigo sobre el asiento. El chofer me mira ahora con ojos curiosos y decide que no es su problema, se pone rápidamente en marcha. Saco mi celu y con movimientos expertos le escribo a Naty para avisarle que ya estoy en camino mientras me alejo de mi hogar, guardo el teléfono en mi bolsito y enseguida se me amontonan un montón de preguntas en la mente. Lo que me ha sucedido no ha sido producto de mi imaginación.

Comienzo a analizar. La brisa nocturna se sentía cálida, no fría al punto de hacer que te den escalofríos, como los que había sentido, y aquella melodía que había escuchado, o imaginado, no, estoy segura de que la escuché, sin embargo, también se había disuelto igual que el misterioso viento que había creado remolinos alrededor de mis pies.

Mi mamá me ha hablado acerca de este tipo de… experiencias, y siempre las considere irreales, me parecían cuentos que mamá me contaba para que creyera más en Dios. Elegí pensar en que eran sólo simples historias porque en verdad me negaba a aceptar que pudiera existir un mundo espiritual malvado moviéndose alrededor de mí y que pudiera ejercer algún tipo de influencia o de daño sobre todos nosotros sin siquiera uno buscarlo o sin tener la capacidad de entender que estábamos siendo influenciados.

Mamá nos cuenta estas historias, ella los llama testimonios. Algunos de estos testimonios terminan bien, otros terminan muy mal. Ciertamente todo está cobrado un nuevo sentido para mí porque no puedo negar que todas las sensaciones que recorrieron mi cuerpo parada junto a la entrada de mi casa se sintieron muy, muy reales.

No sé si fue la manifestación de algún ataque espiritual maligno pero elijo dejar de darle más vueltas a ese asunto. Me muevo inquieta en el asiento y… Entonces caigo en otro asunto incómodo. Dora. Mi mamá le había dicho a papá…  “…es una clara señal de que tiene un problema”. ¿Hay la posibilidad de que haya sido tan obvia? ¿Acaso mis padres notaron que no soy muy dichosa con mi vida? ¿Qué tipo de problema sería ese al que Dora se referiría? “Un problema que yo tengo”. Dios… bueno, yo no diría que es un problema, sino varios problemas. Si mis padres fueran más perceptivos, ellos entenderían por qué me he vuelto tan atípica. Sobre todo, delante de mis incorruptibles hermanos. Yo siempre he estado clara en lo diferente que soy de ellos, no destaco en la forma como suelen hacerlo ellos, por el contrario, fácilmente paso desapercibida.

Sin embargo, hay algo por lo que siempre le doy las gracias a Dios. Mi voz. Un hermoso regalo con el que nací. Participé en uno que otro encuentro de canto infantil en la escuela y también fui miembro de un coro de voces infantiles, pero no fue promocionado y sólo tuvimos dos pequeñas presentaciones escolares. Nada asombroso y muy pronto todos nos olvidaron.

Para mí fue la mejor etapa de mi vida. Me gusta, me encanta cantar, me siento diferente cada vez que canto. Me fascina dejarme llevar por melodías lentas y suaves. Aunque me gusta cantar en casi todos los estilos. Tengo algunas pistas de las canciones que más me gustan y cuando puedo las pongo a sonar y me dejo el alma cantando en mi habitación. Mis padres nunca me han dicho algo, eso me toca el corazón, siento que, el hecho de que yo cante bonito no es precisamente un hecho de relevante importancia. En realidad, siento que nada de lo que yo hago es importante para mi familia. Yo sólo no le hago caso y sigo como si nada.



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En el texto hay: revelaciones sobrenaturales

Editado: 26.09.2018

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