Twenty Shadows- Cancelada

Capítulo 1. Presentación

Antes de comenzar toda la historia debo presentarme. Mi nombre es Jessica Williams. Actualmente tengo veinte años y estudio psicología en la universidad de Nueva York (mi ciudad natal) ¿Quién mejor que una loca para tratar a otros locos?

Tengo un largo cabello negro y liso natural, aunque normalmente lo llevo de diversos colores. Por mi cabeza han pasado desde el blanco hasta el verde, actualmente he optado por un degradado azul, aunque no creo que dure mucho. Tengo el lado derecho de la cabeza rapada, me gusta, aunque a mi madre casi le dio un infarto la primera vez que me vio. Cosa que me importó poco. Mido 1'59 y peso 50 kilos. 

Mi piel es muy pálida y mis ojos de un marrón muy oscuro, podría decirse que son casi negros, me gustan, creo que debe ser lo único que me gusta de mí, el negro es mi color favorito, es algo muy obvio para todos, lo demuestro cada día con mi estilo. Sí, fui el fenómeno del instituto durante varios años y lo soy ahora en la universidad, aunque aquí la gente pasa más de todo y vive en sus propios mundos. Beber, trasnochar, estudiar y beber más.

Como ya dije, Nueva York es mi ciudad natal, he vivido y estudiado aquí toda mi vida. Un buen lugar para vivir, si quitas los robos y asesinatos constantes, sí, es un buen lugar para vivir. 

Vivo con mi madre, Alice y su esposo, Fred, ¡oh, sí! Casi olvido al mocoso, Christian, hijo de Fred. Tiene cinco años. Vivir con ellos es un verdadero infierno. 

Todo iba bien hace años, Papá, Mamá y yo eramos felices. Eramos la típica familia perfecta que ves en los anuncios de la televisión. Mi padre, George, era el inspector de policía de Nueva York, siempre estaba metido en los casos más peligros y escabrosos de la ciudad, siempre conseguía resolverlos en un breve tiempo, era admirado y querido por todos, bueno, excepto por los criminales. Yo lo admiraba, quería ser como él. Era el mejor padre del mundo, divertido, cariñoso, atento... Sí, era increíble. 

Aunque, claro, nada es perfecto... Era el día de mi décimo cumpleaños, papá había prometido venir a tiempo para darme un regalo muy especial que me tenía preparado. Él siempre cumplía sus promesas, por eso se me hizo muy extraño que no llegara a tiempo, pero se lo perdoné, sabía que su trabajo era muy difícil a veces, a demás, ¡estaba salvando vidas!... Pero... Ni siquiera había llamado para disculparse o dar alguna excusa. Nada.

Pasaron una, dos, tres y cuatro horas... Él nunca llegó. De pronto el teléfono sonó. Era Sam, mi padrino, el mejor amigo de mi padre y compañero de trabajo desde siempre. Había sucedido un robo con secuestro de rehenes en un banco, en el banco más importante de la ciudad, obviamente papá tenía que estar allí y... Uno de los atracadores le disparó.

Rápidamente lo llevaron al hospital,  pero no llegó ni siquiera al quirófano. La bala había perforado uno de sus pulmones y tras una hemorragia interna había fallecido. No tengo que decir que fue el peor día de mi vida. Jamás he vuelto a celebrar uno de mis cumpleaños. 

Aunque, de toda mi vida y de todo lo malo que vino después, la muerte de mi padre fue lo mejor de todo. 

Tres años después mi madre conoció a un hombre, un tal Fred Adams, un hombre rico muy unido a la iglesia, aunque iría de cabeza al infierno. Mi madre nunca fue muy creyente, y tras la muerte de mi padre rechazó aún más a Dios y todo lo que tenía que ver con él, pero desde que Fred entró en su vida era una fiel seguidora de Cristo y sus enseñanzas. Mi madre también se sumió en una terrible depresión. Si no fuera por mí y el tío Sam (el cual nos salvó de muchas deudas), ella no estaría aquí, por eso, cuando me presentó a Fred, aunque el tipo no me dio buena espina en absoluto, lo acepté, por primera vez en tres años ella sonreía. Si mamá era feliz, yo sería feliz. 

Al poco tiempo Fred y ella se casaron y nos fuimos a vivir con él. ¡Oh!, cuanto me arrepentiría de haber hecho eso. 




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