En la isla de Cunabula, aproximadamente dos horas antes del inicio del día de purificación del sol, una leoponi en armadura ligera observaba, desde la cima más alta de la isla, los preparativos para celebrar la fecha más importante del año.
Se trataba de Dana de Cunabula, la hermana menor del Rey Dal y ostentaba el título de 'Primado' de la 'Cofradía del Templo'. Como Primado, a ella le correspondía acompañar al Gran Patriarca durante toda la Gran Procesión, estar presente en el discurso de mediodía del Rey y dirigir el discurso de clausura, entre otras tareas.
Apesar de la sobrecarga de deberes que tenia, ninguna de estas responsabilidades le causaban desánimo, todo lo contrario, le proporcionaban un verdadero sentido de propósito y plenitud. Dana amaba su trabajo, amaba Cunabula e incluso desde que era una cachorra, había esperado siempre con una sonrisa este día especial.
Sin embargo, en esta ocasión, la situación que vivía era tensa. Se había anunciado un evento extraordinario que no ocurría desde hace más de mil años: la llegada oficial de un extranjero a Cunabula.
El Rey, el Consejo y la población en general, incluyendo a Dana misma, recibieron la noticia con sorpresa y temor. Y no era para menos, el Gran Patriarca fue quien hizo el anuncio en una reunión de emergencia del Consejo un día antes, sin dar más explicaciones.
Nadie en la isla sabía quién era el extranjero ni por qué sería recibido. Solo un grupo selecto de individuos, entre ellos el Gran Patriarca y el Rey, conocían la identidad del forastero.
Sin embargo, lo más crucial no era descubrir la identidad del extranjero, sino comprender el propósito de su llegada.
Dana cerró los ojos y pronunció una oración por el reino. Era todo lo que podía hacer en ese momento, aferrándose aún a la débil esperanza de que todo saldría bien...
"Disculpe, Primado Dana. Los preparativos para la ceremonia de bienvenida están completos", habló de pronto alguien a sus espaldas. Dana se dio la vuelta y vio a uno de sus compañeros de la 'Cofradía del Templo', inclinado en una postura de reverencia. Dana suspiró en silencio; habían interrumpido su rezo, pero no se lo tomó a mal, ya que le había ordenado antes que la informara de inmediato cuando todo estuviera listo.
"Acompáñame. Revisaré el trabajo que has preparado", respondió Dana en un tono solemne. Sin perder un segundo más, ambos se dirigieron hacia el templo.
Frente al gran templo del Árbol de la Armonía, una pequeña multitud de miembros de la 'Hermandad de Caballería' y de la 'Cofradía del Templo' se había congregado. Los miembros de la 'Hermandad de Caballería' se habían dividido en seis pelotones de seis integrantes cada uno, formados en tres grupos a ambos lados de la alfombra de bienvenida. Cada pelotón representaba una de las seis casas principales de Cunabula: la Casa Draco Dragon, la Casa Quetzalkan, la Casa Urutaú, la Casa Ofiotauro, la Casa Akhtubut Qirshin y, por último, la Casa Leopony. Además, había soldados regulares en el perímetro del templo y un reducido número de miembros de la 'Cofradía del Templo' esperando al otro lado de la alfombra de bienvenida.
Dana repasó rápidamente las formaciones. En su camino, se detuvo un par de veces para evaluar la disciplina de los soldados, la limpieza del lugar, la iluminación y las decoraciones. Finalmente, ascendió los escalones más altos del templo y asintió satisfecha.
"Buen trabajo. Eso es todo por ahora. Puedes regresar a tus tareas asignadas", expresó Dana con satisfacción.
"Muchas gracias", respondió el asistente Leoponi. Se inclinó respetuosamente y se retiró con prisa de su presencia.
Desde el pórtico del templo, Dana observaba detenidamente a todos los presentes que se encontraban frente a ella, al mismo tiempo que la multitud la observaba con atención, esperando sus órdenes.
Dana suspiró, sintiéndose poco sincera. No estaba segura de si había hecho un "buen trabajo" al preparar la bienvenida al extranjero. Esa tarde, buscó en los libros de historia de la gran biblioteca cómo se había llevado a cabo el último evento de bienvenida, pero solo encontró algunas referencias sobre las decoraciones y los atuendos que se debían utilizar. Todo le pareció demasiado "festivo" para la ocasión, así que decidió dejarlo de lado. Pidió a uno de los miembros de la cofradía asignados a la "Gran Procesión" que la ayudara con las formaciones, mientras ella se encargaba de las invitaciones y los decorados. El resultado final parecía ser lo más adecuado para ese momento.
Por otro lado, el pintor al que había solicitado ya estaba preparando los cuadros para la memoria histórica de la nación, de modo que en el futuro, los encargados de dar bienvenidas tendrían una referencia más tangible.
"El futuro", pensó Dana, deteniéndose en esa palabra. Una vez más, la sensación de oscuridad y silencio la envolvió.
"Silencio... ¡Demasiado silencio!", exclamó Dana, alertada por un sentido de peligro. Los soldados, caballeros y acólitos del templo también percibieron el cambio en el ambiente.
Dana se giró y dirigió su mirada hacia el templo. La luz que siempre emanaba de él había desaparecido. El aire mismo parecía tenso, como si estuviera a punto de estallar. El momento había llegado.
"Mantengan sus posiciones. Sigan las órdenes que han recibido. Todos ustedes son el orgullo de Cunabula, ¡demuéstrenlo esta noche!" rugió Dana, y su clamor fue respondido por la emoción de todos los presentes.
En respuesta a sus palabras, hubo una explosión de luz proveniente del templo. Este se incendió en llamas multicolores y un rayo arcoíris se disparó hacia el cielo. Pronto, todo el firmamento comenzó a titilar, revelando la cúpula invisible que cubría toda la isla.
Las puertas del templo comenzaron a abrirse y Dana se inclinó en señal de respeto. Siete trompetas comenzaron a sonar sucesivamente mientras los estandartes de la hermandad de caballeros y la 'Cofradía del Templo' se alzaban majestuosamente.