Arian se quedó callada por un tiempo.
—Mira, piénsalo de esta manera. —prosiguió Nainari—Él está luchando para que le den una plaza en España. Y, quien quita y encuentras un mejor trabajo que aquí. Ya no lo veas desde tu zona de confort, ve más allá. ¿Qué futuro quieres darle a tu hijo? Además, que yo sepa, Joshua estuvo apoyándote cuando tú estabas luchando por conseguir esa plaza. Lo más lógico es que ahora tú lo apoyes también, ¿no crees?
Arian se quedó pensativa. Sabía que su amiga le estaba diciendo la verdad tanto de una versión como la otra. Ahora, ya no podía pensar como un solo individuo porque había otra persona que dependía de ella y no necesariamente era su prometido.
Estaba viendo que era lo mejor para ella, pero no se ponía a pensar en qué era lo mejor para Joshua o para su hijo. Ahora, ella debía dejar de pensar en ella y poner a su familia como prioridad.
—Aparte, todavía no es seguro que lo acepten.
—Y si no lo aceptan—insistió Nainari—, ahí estarás para apoyarlo, levantarlo y motivarlo para que siga adelante y pueda postular a otras vacantes.
Arian sonrió.
—Me cae que deberías ser coach motivacional—bromeó. Ambas rieron y se abrazaron.
Arian agradeció por el consejo y prometió que le diría a su prometido la noticia de que estaba embarazada. Ambas siguieron platicando durante un largo periodo de tiempo. Cuando dieron las 21:00 horas, se despidieron y manejaron en sus carros para dirigirse a sus respectivas casas.
Es increíble como la vida puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos. A veces para bien, a veces para mal. En este caso, fue para mal. A raíz de que Nainari dejó de insistirle a Izan en que deberían adoptar, las cosas entre ambos cambiaron. Izan cada vez se mostraba más distante, sólo se centraba en su trabajo y en que la comida en la casa no faltara, mientras que Nainari se enfocó en ayudar a Arian con el orfanato y más, ahora que ella no podía cargar mucho gracias a su embarazo.
En los últimos días, Izan dejó de editar sus fotos en el estudio para terminarlas en su trabajo. Ahora, Izan ya no llevaba trabajo a la casa. Nainari suponía que así ya tendría más tiempo para ella, pero no fue así. Siempre llegaba cansado y no tenía ganas de hablar. Cuando Nainari intentaba avisarle que del trabajo se pasaba al orfanato, éste la interrumpía para decirle que le dijera luego que estaba apurado, ocupado y demasiado exhausto como para hablar. Fue desde ahí, cuando ella decidió cerrar toda comunicación de su parte hacia él a menos de que fuera necesario. Y, con necesario se refería cuando él intentaba hacer comunicación con ella, que era muy rara la vez.
De esta manera, aquello que parecía anormal, se convirtió en su propia rutina durante tres largos meses. Ambos sabían que las cosas no eran igual que antes. Ninguno estaba en la casa más que para dormir y hacer su rutina normal del aseo. Izan se la pasaba en la oficina, cubriendo eventos y Nainari en la escuela además de ayudar en el orfanato.
Era viernes por la tarde y en el orfanato estaban celebrando el cumpleaños de uno de los niños. Para esto, Arian y Nainari organizaron un kermes con payaso, inflable y un sinfín de juegos didácticos para niños. Para esto, la panza de Arian ya era visible junto al acompañamiento de Joshua, quien no dejaba pasar la oportunidad para tocar el estómago de su prometida.
Las personas empezaron a llegar, los niños no dejaban de comer, jugar y relacionarse con las demás personas. Parejas llegaban para ver el ambiente, donde Bea y una trabajadora social aprovecharon la ocasión para presentarles a los niños y que éstos tuvieran la oportunidad de tener un mejor hogar.
Nainari estaba conversando con Bea, Arian y Joshua hasta que Arian desapareció con Bea. Joshua sabía que el esposo de Nainari jamás se despegaba de ella, así que le pareció raro que en aquella ocasión estuviera sola en tal evento. Ambos permanecieron callados hasta que Joshua ofreció traerle refresco. Ella asintió mientras dirigía su vista hacia la pequeña Abril que permanecía en los columpios junto a su jirafa de peluche. Para cuando Joshua regresó, a Nainari le llegó un mensaje de Izan.
Sorprendida abrió el mensaje que decía:
“Mis papás van a venir a comer mañana. Saliendo del trabajo voy por las compras. Te veo en casa” —Izan.
Nainari guardó su teléfono. Se quedó pensativa durante varios minutos. Sonrió irónica; conocía a Izan lo suficiente como para saber que él haría ver ante sus padres que era el esposo perfecto. Era consciente que el día de mañana cambiaría su chip de esposo ausente a uno hogareño que no se cansaba de demostrarle a los demás cuanto amaba a su esposa.
Así era él. Cuando estaba expuesto a los demás, se mostraba como un hombre perfecto, pero cuando no era visto por nadie, sacaba su verdadero yo.
A pesar de todo eso, lo amaba. Después de varios años de relación, ella sabía que, al dar el siguiente paso, muchas cosas iban a cambiar. Que no era igual en el noviazgo que de casados. Ahora, las cosas cambiaron. Y lo peor era el no saber cómo hacer que su matrimonio volviera a ser como antes.
Una lagrima bajó hasta su mejilla. Inmediatamente se la quitó dirigiendo su vista a otro lado para que nadie la viera.
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Editado: 28.07.2020