Ubi sunt: ¿qué fue de quiénes vivieron antes que nosotros?

Dispersados

Fue allí donde recién los involucrados entendieron la magnitud del desastre. Tratar constatar que los muertos y heridos que quedaron del derribo del puente era demasiados, se contentaron solo con reunirlos. Desde la zona alta desplegaron camillas de rescate que ataron a grandes cuerdas para intentar subirlos a los camiones, a la vez que mantenían fijo a la persona herida en la misma. 

El pelotón de Janira estaba en la carretera cuando de pronto oyeron disparos, que venían de arriba, donde estaban los camiones.

—¡Nos atacan desde los cerros! —exclamó alguien.

Estaban subiendo a un ranger herido justo cuando comenzó el ataque, el cual fue soltado y cayó por la ladera hacia abajo. Otra exclamación llegó, y era una orden.

—¡TODOS, CRUZEN LA CARRETERA Y ESCAPEN AL SUR! —gritaba con todas sus fuerzas —. ¡ENCUENTREN A LA MILICIA LOCAL Y PIDAN AYUD...! —un disparó le alcanzó y lo calló.

Muchos rangers quedaron trancados con es orden. ¿Abandonar a sus camaradas heridos? ¿A sabiendas de lo que podrían hacerles? ¿Era mejor luchar allí y morir o salvar el pellejo?

No pudieron seguir pensando porque en eso un silbato sonó fuertemente. Al mirar a donde venía, vieron a Janira que había soplado el suyo.

—¡AL SUR AHORA! —exclamó para luego tomar a su escuadrón e ir al otro lado de la autopista, pero en vez de intentar trepar por las laderas de tierra, fueron un poco mas al sureste, siguiendo la ruta, buscando un lugar donde la pendiente se aplanara. Al encontrarla, corrieron rápidamente entre los árboles con balas que comenzaron a llover hacia su posición. Atravesaron los árboles y siguieron a la dirección indicada, yendo incluso mas allá de las casas donde habían peleado en primer lugar. Se adentraron en los callejones y Janira, quien iba al frente, miraba fijamente el suelo por si había alguna trampa. 

Sus mentes iban en piloto automático. Siguieron y siguieron hasta que se fueron cansando y tuvieron que parar. Ni siquiera se escuchaban balazos en ese punto, y no sabían cuánto habían recorrido. Todos estaban jadeando, tomando todo el aire que podían, mientras las piernas comenzaban a flaquearles. Habían terminado en la entrada de una casa que seguía relativamente intacta, con enredaderas creciendo pero casi ningún árbol cerca. Entraron por el agujero de la inexistente puerta y tras revisar que no hubiera nada ni nadie, se sentaron en los suelos. No quedaba ni un mueble o asiento que pudieran usar para eso.

—¡Qué cagada! —exclamó Janira, casi desplomándose y llevándose las manos a la cara.

—No sé que sería peor en este momento —dijo Hans.

—Yo sí —contestó Asama con una inusitada calma —. No recogimos munición y tenemos lo que nos queda del último combate

Desmond volvía a tener sus retortijones y no paraba de mover su cuerpo. Sophie y Paulo estaban pensativos y con la mirada fija. Estuvieron mucho tiempo en silencio, oyendo a los pájaros que al parecer vivían en nidos construidos en los pisos superiores. Hasta que de repente, de la radio que Sophie llevaba a la espalda, comenzó a sonar una especie de señal. Esto la sacó de su letargo, se sacó la misma para dejarla en el suelo, tomó los auriculares y comenzó a usar los diales para ajustar la frecuencia. Varios mensajes dispersos empezaron a aparecer.

—Aquí pelotón Bravo 2, tenemos dos heridos. Hemos logrado despistar a los bandidos, pero estamos perdidos, ¿hay alguien allí afuera?

—Aquí el pelotón Mike, soy el único que queda en pie. He perdido mi arma y los enemigos están afuera, estoy en el tercer piso de un edificio abandonado.

—Aquí el pelotón India con el pelotón Kilo, estamos de camino hacia la costa, intentaremos ponernos en contacto con la milicia de San Francisco para venir a ayudar. Todos los que escuchen, intenten mantenerse a salvo hasta entonces, cambio.

El pelotón de Janira no tardó en recordar que nadie sabía la verdad de la operación en la que se habían metido. Sophie tomó el auricular y llamó urgentemente.

—A todos los rangers que estén escuchando, aquí Echo 1. No vayan hacia la costa, repito, NO VAYAN hacia la costa, es una trampa —dijo casi con desesperación.

—Echo 1, aquí el pelotón Kilo, explíquese.

Un silencio incómodo siguió a esa petición. Decidió finalmente decir la verdad.

—A todos los rangers, aquí Echo 1. La operación es un fraude, nos han metido en una trampa para intentar que nos maten los locales. Está todo planeado por la ciudad-fortaleza de San Francisco. 

Un silencio salió de la radio antes que alguien respondiera.

—Echo 1, no estamos para bromas. Si no va a decir algo productivo, no diga nada.

—Echo 1, identifíquese —pidió alguien por la radio.

—Soy Sophie Gallagher, y mi superiora es Janira Gimpert, somos del grupo de reclutas que se graduaron hace unos días y que luchamos en Craco.

La radio enmudeció por un momento, para finalmente alguien dar su respuesta. 

—Echo 1, aquí el pelotón Lima, respóndanos una pregunta, ¿de dónde fue que sacó esa información?

Rápidamente les explicó que Desmond y Asama la noche anterior estaban con ansiedad y,  tratando de relajarse, alcanzaron a escuchar la conversación del comandante Villanelo Arlegui. Tras un momento de cavilación, alguien dio su contestación.

—A todos los rangers, aquí el pelotón Lima. Damos nuestro voto de confianza a las palabras de Echo 1. Somos del mismo grupo de reclutas, sus nombres y actitudes calzan con lo que vivimos durante la instrucción.

Seguidamente otros pelotones del mismo grupo recién graduado dieron su voto de confianza a ellos. Solo faltaban los mas veteranos, quienes no tardaron en decir algo. 

—A todos los rangers, aquí el pelotón Kilo, hemos detenido nuestro avance y nos hemos atrincherado en una especie de mansión o casona. También emitimos nuestro voto de confianza porque conocemos al susodicho comandante y eso es algo que él haría. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.