Siento un escalofrío recorriendo mi cuerpo, quizá y haya llegado el momento en el que el frío invada cada rincón de mi piel y finalmente llegue mi muerte.
Debería haber reconocido las señales cuando su actitud comenzó a cambiar. Ya no decía “por favor” solo me ordenaba y empujaba cuando no obedecía. Cada vez que pienso en el momento en que todo estalló me siento culpable, pero jamás pensé en que el monstruo se convertiría en lo que hoy en día es.
No quise traicionarlo, lo prometo, pero me encontraba tan borracha que ese día olvidé por un momento que mi novio se encontraba a unos cuantos pasos de mí. Besé a un desconocido y sabía que había errado, pero el castigo que recibí fue peor de lo que esperé. Todavía mantengo las cicatrices sobre mi piel a causa de esa noche. Los golpes, las patadas y las marcas de la cuerda aún se encuentran sobre mi piel. Ese mismo día decidí abandonarlo, pero cada vez que traté de huir me encontraba con un monstruo aún más furioso que amenazaba con matarme si lo hacía. El miedo me había obligado a quedarme, ahora sé que el monstruo cumplió con su promesa y terminaría asesinándome.
Cuando me enteré de mi embarazo estaba tan feliz que salté de la alegría en ese mismo baño del centro comercial donde me hice la prueba de embarazo. Al llegar a casa pensé que el monstruo estaría feliz por nosotros. Seríamos padres, pero su reacción fue de desprecio hacia el neonato. Desde ese día todo empeoró. Buscaba cualquier excusa para castigarme, pero sabía lo que no debía hacer así que durante cuatro meses me convertí en la persona más sumisa sobre la faz de la tierra. Obedecía en todo y trataba de no mirarlo a los ojos.
Con cada amenaza me llenaba el corazón de miedos e incertidumbres, pero en este momento me doy cuenta de lo estúpida que fui al aterrarme por sus amenazas. Me gustaría regresar en el tiempo y poder salir por la puerta y nunca regresar a ver. Pero supongo que, si hubiera hecho eso, mi final hubiera sido el mismo que tendré ahora. Quizá el escenario hubiera cambiado, tal vez estuviera en un callejón o debajo de algún puente.
Sus caricias se habían convertido en golpes y sus besos en insultos y gritos. Ya no había palabras de amor, solo amenazas. Todo lo que una vez amé había desaparecido por completo y se había convertido en el monstruo con el cual vivía y compartía cama.
Me arrepiento profundamente de esa noche. Si hubiera sabido que esa noche despertaría el monstruo entonces jamás hubiera accedido a ir a ese bar y mucho menos hubiera besado a ese atractivo desconocido.
¿Por haber besado a ese extraño merezco lo que me ocurrió?
No sabría responder a esa pregunta. Por un lado, está el hecho de haber conocido a un caballero que por mi engaño se convirtió en un monstruo y por el otro, quizá y ya vivía con el monstruo, pero esa noche solo lo despertó.
Todo pudo haber sido felicidad si ese día jamás hubiera pasado, pero no puedo retroceder en el tiempo ni cambiar mis acciones. Al final solo me queda aceptar mi destino. Me queda muy poco tiempo de vida y aún puedo sentir la sangre resbalando por mi pecho. El cuchillo junto a mí y a unos cuantos pasos el monstruo que hace menos de un año llegué a amar.
Sé que debería tratar de moverme o tan siquiera arrastrarme y buscar ayuda, pero desde que pude sacar ese cuchillo de mi pecho no he sentido nada. Ya no siento mis piernas ni mis brazos. Mi cuerpo decidió que se rendiría por completo y ha dejado que solo mi cerebro siga trabajando, pero puedo sentir mis latidos disminuyendo poco a poco.
Me gustaría correr y poder sentir una vez más el viento golpeando mi rostro. No quiero que mi tumba sea este lugar, no lo quiero.
Aún recuerdo su rostro después del primer golpe. Me encontraba tan confundida que no había visto su mano acercándose a mi rostro. Tenía una sonrisa de satisfacción al verme en el suelo sosteniendo mi mejilla y mirándolo fijamente, tratando de averiguar lo que acababa de ocurrir.
Tengo tanto tiempo para pensar en este momento que me gustaría poder contarle mis pensamientos a alguien. Desde hace mucho que me he guardado mis pensamientos y emociones que a veces sentía que explotaría en cualquier segundo. El monstruo siempre me gritaba que no debía pensar, que solo debía obedecerlo y yo estaría bien. Al menos puedo decir, que pronto seré libre y no tendré problemas si pienso o actúo de la manera que me gustaría.