Mi cabeza me daba vueltas y me dolía mucho, como si me acabaran de dar con un martillo. ¿Qué clase de broma era esa? ¿De dónde podía sacar tantas estupideces ese demonio? Yo lo observé detenidamente y negué con la cabeza rápidamente.
—Lo que me estás diciendo no puede ser cierto. ¡Es mentira!
—No puedo mentirte, ¿recuerdas? Lo dice el contrato, tú misma lo estipulaste. —Tenía razón, él no podía mentirme. Aun así no podía ser verdad lo que me estaba diciendo… ¿Verdad? —. Hace once años alguien entró en la mansión de tu familia, no sé sabe quién. Mató a tus padres y a tus hermanos a sangre fría—me explicó Demon.
— ¡No! —Me crucé de brazos—. ¡No es verdad! —negué con firmeza.
—Tienes que intentar recordar, recuerda lo que te pasó cuando tenías seis años.
—No puedo hacerlo, tuve un accidente y mi infancia está borrada. —Me negaba a aceptar lo que el demonio decía.
Bajé la vista. ¿Por qué no creerle? No tenía sentido que él inventara toda esa absurda historia. Quizás no quería confiar en sus palabras porque ese pasado del que me hablaba era horrible y ya había tenido bastante horror por una buena temporada. Volví a mirarlo y al encontrarme con sus ojos me percaté de que había vuelto a su rojo natural. Poco a poco noté como él y el resto de la habitación se iban volviendo borrosos.
— ¿Qué me pasa?
—No, el único accidente que tuviste fue el de la mansión. Tienes que intentar recordar. Yo puedo ayudarte, pero solo si me das permiso. —La vieja televisión se estaba moviendo y las paredes se volvían rojas, como la mirada de Demon.
—Ayúdame a recordar. Si es verdad lo que me dices, ayúdame—le pedí.
—Solo concéntrate en mis ojos. —Asentí e hice lo que me pidió. De un momento a otro aquel rojo se esfumó y dio paso a un profundo y aterrador negro. Sentí como él rozaba mi rostro. No quería que me tocara, pero una fuerza más fuerte que yo impedía que me moviera—. Mírame a los ojos. Mira mis ojos —repitió y obedecí. ¿Qué me estaba haciendo? —. Ahora cierra los tuyos. —Hice caso—.Solo sigue mi voz. — ¿Cómo no hacerlo? Era muy relajante, tanto que no me costó sucumbir a un extraño trance—Ahora ábrelos y dime qué ves. — ¿Realmente era tan estúpido como yo pensaba? Abrí los ojos a la vez que soltaba un suspiro. ¿Qué más iba a ver que a él y la habitación?
Error. En cuanto mis ojos azules se abrieron de par en par, esperando el momento de toparse con los rojos y soltarle un par de improperios por sus estupideces, me di cuenta de que ya no estaba en el hospital
—No puede ser. —Quedé sin duda alguna sorprendida. —Veo una enorme mansión, más parecida a un palacio. Es de noche. Las lámparas del suelo la iluminan el amplio y enorme jardín. — ¿Qué tipo de brujería era esa?
—Bien, quiero que camines y entres a la mansión. —Percibí la hierba húmeda bajo mis pies, ahí fue que al mirar hacia ellos vi que estaba descalza, también que usaba la ropa del hospital. Decidida di un paso, luego dos, tres, y así hasta llegar a la entrada de la mansión. Empujé la puerta y entré.
—Estoy dentro—le dije.
—Lo sé—respondió—. Estoy justo detrás de ti. —Me giré y lo vi. Nunca había estado junto a él de pie.
Era bastante más alto que yo, por lo menos me sacaba una cabeza entera, quizás un poco más. ¿Cuánto debía de medir? ¿Uno ochenta? ¿Noventa tal vez? Nunca fui buena en adivinar esas cosas. Su postura desprendía elegancia y sin duda imponía mucho. Cerré los ojos fuertemente y los abrí de nuevo, intentando sacarme al demonio de la cabeza y centrarme en lo que estaba sucediendo.
—Te acompañaré en este viaje, pero ni tú ni yo podemos interferir en nada de lo que va a suceder aquí. ¿Entiendes? Nada de lo que verás es real.
—Sí, sigamos el camino—respondí con decisión, aunque por dentro estuviera muerta de miedo.
Sentía que ya había estado anteriormente en aquella casa, que ya había cruzado esos pasillos y visto esos cuadros. Había unas enormes escaleras, las subí. Al estar en la segunda planta caminé hasta una puerta, como si supiera exactamente a dónde ir.
—Conozco esta habitación.
— ¿De quién es? —preguntó situándose a mi lado.
—De mi hermano, Atticus. — ¿Yo tenía un hermano? Sí… Algunas imágenes azoraron mi mente con sus recuerdos—. Él es mayor que yo, ¿edad? Creo recordar que me llevaba cinco años. En estos momentos creo que debería tener once. —Lo que dije fue sin siquiera pensarlo, como si estuviese bajo una poderosa hipnosis.
—Correcto. ¿Y la habitación de al lado?
—La de la derecha es la de Michael, mi hermano pequeño. Es menor que yo, dos años. En estos momentos tiene cuatro años. La de la izquierda es la mía y tengo seis. —Me dirigí a la puerta y la abrí, Demon y yo entramos. Me vi a mi misma a los seis años; una pequeña niña morena con hermosos ojos azules—, Tengo miedo—admití.
— ¿Por qué? —Escuchamos un ruido.
—Por eso—respondí a la vez que ambos éramos atravesados por mi hermano mayor.
— ¡Jessica, tranquila hermanita no pasa nada! ¿Qué te parece si jugamos un juego? —Atticus trataba de mostrarle a aquella inocente niña su sonrisa más tranquila.
— ¿Un juego? Es muy tarde. Mamá y papá se van a enfadar. —La pequeña estaba asustada. Entonces me fijé en algo; Atticus, el pequeño niño de pelo negro y ojos tan bellos como los míos, tenía las manos manchadas de sangre. Mi otro yo también se dio cuenta y se asustó —. ¡¿Qué te pasó?!
—Nada, me caí al venir hace aquí. Venga juguemos un juego, tenemos que escondernos, ¿vale? ¡Rápido, escóndete en el armario! —Atticus metió a la pequeña Jessica en el armario—. Michael ya está escondido, ahora me toca a mí.
— ¿Pero quién nos busca?
—Unos señores muy malos. Si te encuentran pierdes y tienes que comer brócoli de postre durante un mes.
— ¡Yo no quiero brócoli!
—Pues escóndete. —El niño cerró la puerta del armario y fue a esconderse bajo la cama, no obstante no fue lo suficientemente rápido…
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Editado: 29.06.2021