William
He ocultado a mis padres, y a mis hermanos lo que le sucedió a Destiny hace unos días en el evento deportivo del instituto. Sentí la necesidad de comprobar con mis propios ojos como se encontraba después del incidente, y la seguí a través del bosque. Si fuese un buen cazador, tendría que haber acabado con su vida en el acto, pero no fui capaz.
Cuando los sentimientos y la conciencia no entran en escena la teoría es sencilla, la práctica, por el contrario, es otro asunto.
Supuestamente tanto mis hermanos como yo estamos entrenados para esto, localizar, rastrear y más tarde matar. Pero mis padres se alejaron de las directrices que marca la organización, porque no comulgaban con su manera de pensar. Sin embargo, por lo que mi padre nos cuenta, jamás se puede huir de ellos, siempre seremos cazadores por mucho que intentemos cambiar.
Agarro la chaqueta, y alzo la voz despidiéndome de la familia que están en la cocina terminando de desayunar. Mi hermano Nill, me dice una vez más que tenga cuidado con la bruja. La prudencia siempre le ha caracterizado, y no me extraña que sea él quien más reparos tiene, y me insista en que vigile a Destiny.
Quiero a mi familia por encima de todas las cosas, y uno no escoge cual le toca cuando llega a este mundo, ni los lastres que arrastran con ellos. Soy afortunado en muchos sentidos, he sido un chico feliz durante mi infancia.
Desde el exterior parecemos una familia normal, mi madre es empresaria, dirige una empresa de accesorios que nos dan los suficientes beneficios como para vivir varias vidas si quisiéramos. Gracias a ello, mi padre se puede dedicar a lo que más le gusta, escribir. Es novelista de narrativa, centrándose por lo general en obras de ficción. Sus años en la organización le han servido para nutrirse sobre temas que distan con diferencia de lo que la gente considera la realidad de nuestro entorno.
Arranco el coche, y me pongo en camino dirección al instituto mientras continúo meditando sobre mi vida.
De pequeño no me paraba a pensar sobre el motivo de que papá pasase fuera de casa largas temporadas, di por sentado que se debía a su empleo. Algunos compañeros del colegio tenían a padres que trabajaban como comerciales y también se ausentaban, en mi caso tenia a uno de los mejores cazadores de la organización, pero no lo sabía. Al menos hasta el año pasado, cuando me soltaron la bomba, y me explicaron que con mi mayoría de edad entraba a formar parte de ella automáticamente.
Cuando mi hermano Jo cumplió los dieciocho, hace cuatro años, apareció en nuestra casa de Idaho un emisario, según él para comprobar que se le informase debidamente de lo que era. En ese momento mis padres se cuestionaron por primera vez qué clase de futuro nos esperaría. A pesar de eso sus vidas continuaron como siempre, hasta que un año más tarde llegó el cumpleaños de Nill, y se volvieron a personar sin avisar.
Por lo que me dijeron, hubo una discusión bastante fuerte entre mi padre y uno de los miembros de la organización. Después de ese incidente, nos mudamos cerca de Hot Springs, donde me matricularon en el instituto. Durante tres años todo fue normal, hasta que cumplí los dieciocho, y por temor a que aparecieran de improvisto me pusieron al tanto de todo.
Me sentó tan mal que mi propia familia me engañase, que dejé de prestar atención a las asignaturas y solo pensaba en conocer lo que implicaba ser un cazador. Exigí que me contaran todo, hasta lo mas turbio, y lo hicieron.
No pude aceptarlo, no me fue posible. Tanto los profesores como la directora se sorprendieron con mi cambio de actitud, y no les quedó otra que suspenderme. Debido a eso me encuentro repitiendo el último año, rodeado de compañeros que son más jóvenes, y con los que no tengo nada en común.
Ojalá pudiese regresar a esa época en la que mi única preocupación era conseguir una beca deportiva para acudir a la universidad. Me gustaba jugar al baloncesto, también me divertía con el grupo de amigos que había formado. Ahora no me queda nada. He descartado volver a jugar, total de qué serviría, y las pocas amistades que fragüé, se encuentran desperdigados por el país en distintas universidades.
Hastiado por los recuerdos, intento alejar la frustración centrándome en el presente, más que nada porque estoy aparcando el coche en la zona norte del parking, y he llegado al campus.
Reparo en ella al instante, está a la entrada de secretaría charlando con Sally, una de sus amigas, pero no se la ve tan animada como la semana pasada. Parece, cansada.
Ayer merodeé los alrededores de la casa del señor Miller, y no la vi salir en todo el día. Incluso, me quedé hasta bien entrada la noche y, como de costumbre desde que supe de su existencia, trepé por el árbol que tiene delante de la ventana que da a su dormitorio, pero la tenía cerrada.
Se me forma una leve sonrisa, que oculto con facilidad bajando la mirada mientras avanzo hacia la primera clase que me toca, Historia. Días atrás casi me mato por culpa de un traspié, la pillé cambiándose de ropa, y no me esperaba ver lo que vi. Por suerte cuando caí no me rompí ningún hueso.
―Hola, William ―dice Alison con timidez, se toquetea el cabello esperando que le devuelva el saludo.