Los pasillos de la escuela...es cierto que a veces se vuelven un desfile de modas, sobre todo los viernes. Es difícil evitar las miradas al recorrerlo más si eres alguien que suele llamar la atención, pero así es en todas partes. Audrey camina por ellos de manera segura y casi recibe un saludo de todos en su camino, ya son las 9:00 am.
Comienza a sentir de nuevo, sentir de más, mientras sus compañeros entran a clase. El pecho se le comprime, le falta la respiración y su alrededor se torna diferente… de nuevo ondas que van y vienen, que lo guían hacia un lugar… que lo hacen ver, sentir y escuchar algo que los demás no, todo al mismo tiempo. Y de pronto, ese pesar, esa sensación tiene una dirección, y ahí está ella. Lo saluda con una sonrisa, un “Hola” a su alma, el comunicarse con ellos es más profundo que cualquier otra sensación jamás experimentada. Sin temor pero precavido Audrey se acerca a ella, lejos de todos, yendo a un rincón fuera de la visión de los compañeros en sus aulas.
Ella está asustada, perdida, como si no tuviese control de sí misma. El sabe por lo que está pasando, lo ha visto antes. Con los otros. Cuando le pedían ayuda para saber su propia historia, porque la olvidan… por que se pierden en el camino o quedan atados a algo en la tierra y lo buscan a él, para que los ayude, los guíe, para que los haga recordar pues tiene mente y el cuerpo que ellos ya no. Pero Audrey jamás ha querido eso, hacía más de un año que no tenía apariciones de aquel tipo, mucho menos tan fuertes, tan reales ni tan necesitadas.
─Muéstrame─le dice, cediendo ante los suplicantes ojos violeta de un alma perdida.
Con esa misma mirada es que lo transporta a aquel lugar, en el momento exacto de su deceso. Del deceso de una linda joven de ojos violeta asesinada por él mismo.
Él no lo puede creer, está más aterrorizado que nunca, quizá ella no recuerda bien. Los espíritus ni siquiera pueden recordar… pero el nunca se ha equivocado al leer las almas, no es un experto pero nunca se ha equivocado. No puede ser un error. Tampoco puede ser él, puesto que aquello sucedió muchos años antes que él naciera. Se siente afligido, ¿como rayos va a ayudar a resolver aquel horror?, aquel crimen que ni siquiera él ha podido terminar de ve.
─¿Cómo te llamas?─ se le ocurre preguntar, para saber si la recuerda, si la conoce de algún lado… si en realidad fue él. La respuesta es una agradable sorpresa, su nombre queda tanto con ella, Violeta con su mirar y su magnética vibra. Pero no lo ha escuchado antes, esta seguro que nunca ha asesinado a nadie con ese nombre. Está seguro de que nunca ha asesinado a nadie.
─Te queda. Audrey─ se presenta, jamás lo había hecho con los otros. Por que no era necesario, ellos le daban miedo. Sumándole que no tenían lindos ojos violeta ni una terrorífica historia imposible de ver donde él es el antagonista. No sé puede quedar con la duda y se lo pregunta, tal cual, crudamente.
─La persona que ví ¿en realidad fue tu asesino?
Violeta se sobresalta, ¿de qué está hablando?
Estoy ahí a lado de ese chico que me ha hecho doler por primera vez en tanto tiempo, me ha herido. Lo que está diciendo no puede ser verdad, aquello relacionado con la muerte, pues yo no estoy muerta.
Es un diciembre y las casas se llenan de luces y colores, menos la de los vecinos de a lado. Tienen un hijo, muchos dicen que quedó loco, que ve cosas, que no lo dejan salir más porque está aterrado. Una parte de la comunidad lo ha querido linchar, por brujo. Otros lo buscan, por medium. A mi me parece lindo, su nombre es Scott. Antes iba en la escuela conmigo, era agradable. Yo no tengo muchos amigos, me es difícil tenerlos. Para él no lo era hasta que empezó a hablar solo, a decir que veía cosas en los pasillos. Nadie le creyó aunque yo sí, nunca hablamos… solo era de lejos, mi Scott.
Día con día a eso de las 10 de la noche lo veo salir de su casa, dirigirse a no sé donde. Cuando yo regreso del trabajo él se va. Se supone que sus padres lo cuidan, se supone que está loco pero lo dejan irse. Yo me alegró de verlo, parece estar perdiendo peso, no es tan fornido como cuando jugaba futbol americano en la escuela. Su cabello está despeinado y tiene unas ojeras enormes. Cuando regresa lo hace con libros extraños, a veces también sale con ellos. Sé que no los consigue de la biblioteca porque a esa hora ya está cerrada, tampoco de algún lugar cercano.
Esa tarde regresé a la lonchería donde trabajo porque había olvidado mi reloj y no quería perderlo. El camino a casa es muy largo, de dos horas aproximadamente. Tengo que caminar para tomar un autobús así que he decidido cortar paso por el callejón, son las 8:30 pm. La lonchería cierra a las 6:00 pero tenemos que quedarnos a limpiar, a demás de chismear un poco con las únicas amigas que he hecho. Nunca me voy pasando de las 8. No me gusta cuando la noche ha caído.