Cuatro unidades policiales salieron disparadas desde la estación en dirección al Instituto Pinos. Sus sirenas encendidas alertaban a los pocos vehículos que transitaban las calles a esa hora de la noche que les facilitara el paso. Todos acataban la señal preocupados, pues en Puerto Cálido eran contadas las veces que eso había sucedido a lo largo de los años.
La noche estaba muy silenciosa, una fina niebla espesaba el aire. Llegaron a la calle Madison y no se veía ni un alma por la calle. Se estacionaron y contemplaron el Instituto Pinos, al contrario de lo que notificaron en la llamada, las luces del estacionamiento iluminaban el lugar, e incluso se veían unas cuantas luces encendidas en el interior. Unos oficiales pensaron que se trataba de una broma pesada de alguno de los chicos, no sería la primera vez que sucedía algo así. Otros temieron haber llegado muy tarde, desde que se dio a conocer el asesinato del bosque, ya la ciudad no les parecía segura. Entre dudas y conjeturas, se dirigieron al edificio unos cinco oficiales, entre ellos el detective Ferrier, el cual estaba con su ceño fruncido evaluando su entorno, los demás oficiales iban a investigar todo el perímetro del instituto.
Abrieron las puertas principales de una patada, pues no había tiempo para esperar que el responsable de cuidar el lugar les buscase las llaves, además a ese ni se le divisaba en los alrededores. Se adentraron al viejo edificio. Los pasillos estaban vacíos. Las columnas de taquillas estaban cerradas, uno que otro grafiti en ellas, las puertas de los salones también estaban cerradas. Recorrieron el lugar de arriba abajo, entraron a todas las aulas y no había rastro de nadie. Muchos sintieron alivio de que solo se tratara de una broma, otros molestos porque tal vez tenían la esperanza de capturar al individuo que tenía aterrorizados a todos.
Ya estaban por retirarse cuando recibieron la señal de radio de uno de sus compañeros.
— Solicito refuerzos en el segundo piso. Avistamiento de rastro de sangre.
El detective tragó fuerte y apresuró su paso, las gotas carmesíes en el piso lo guiaron hasta dos puertas amplias, parecía ser la cafetería. Con su pistola en mano entró, su corazón acelerándose, y ante la escena sintió que se le detuvo.
Había llegado tarde. Todos llegaron tarde.
Frente a sus ojos estaba una chica en medio del lugar, su cadáver, despojado de toda su vestimenta, reposaba sobre una de las mesas. La sangre aun brotaba de los cortes profundos de su torso y teñía lentamente el sucio piso gris del comedor.
***
Adara hiperventilaba en su habitación, una corriente fría de brisa nocturna le erizaban la piel. Pasados unos minutos, se levantó del suelo y caminó sobre los cristales rotos en dirección a su ventana, vio hacia la calle y esta estaba desolada.
Revisó el piso de toda su habitación. Su lógica le decía que había sido una piedra arrojada desde afuera lo que produjo que la ventana explotara, mas no encontró nada.
¿Cómo sucedió entonces?
¿O quién lo hizo?, se preguntó.
Empezaban a suceder cosas que ella no se podía explicar. Estaba asustada, confusa y sola en esa casa, una vez más.
El reloj de la sala marcaba las 2:15 am y el cuerpo de Adara le pedía a gritos descansar, pero se resistía a dormir, por lo que distrajo su mente escribiendo un extenso ensayo de literatura pautado para el jueves. No obstante, el sueño la venció.
La mañana siguiente despertó sobre su cama, la alarma de su celular sonaba. Miró su habitación con detenimiento, no recordaba cómo llegó allí.
El cansancio hace fallar la memoria.
Para ella eso si tenía todo el sentido del mundo.
De camino a la secundaria, sumergida en sus pensamientos debatía nuevamente sobre si contarle o no a alguien sobre las extrañas cosas que le venían sucediendo los últimos días. Aunque, si lo hacía, dudaba mucho que le creyeran. Una ventana rota no era suficiente evidencia.
Unas luces brillantes azules y rojas la sacaron de sus pensamientos. Al alzar la vista se encontró con patrullas rodeando la secundaria Pinos, oficiales de policía custodiando la zona e incluso una ambulancia. Una cinta de seguridad amarilla rodeaba las instalaciones restringiendo el paso.
Los estudiantes junto con los profesores y vecinos se amontonaban a las afueras del edificio. Todos estaban curiosos por saber qué había ocurrido en la casa de estudio.
Se detuvo en la acera por un momento y vio pasar a los cuerpos de prensa en dirección a la secundaria.
¿Qué había pasado?
Cada vez tenía más preguntas carentes de respuestas.
Pensó que quizás algunos antisociales entraron a robar y a su paso causaron daños a la propiedad. Si fue eso, no la sorprendía en lo absoluto.
Giró sobre sus talones y emprendió marcha al café. Por suerte, hoy si podía ir a trabajar.
Observó que no había clientes, aún era muy temprano.
— Señora Emma, se lo juro ¡Cada vez es más peligroso andar por las calles en las noches! ¡Ambas chicas desaparecieron a altas horas de la noche! —encontró a Darla, su compañera de trabajo, y a la señora Emma en medio de una enérgica conversación.
Editado: 22.05.2023