Quede asombrada ante lo vació y monótono de la casa. Sin decoraciones en las paredes ni muebles más allá de los esenciales.
Lucrecio nos trajo unas sillas del comedor, pues el único sofá individual lo utilizó él. Jordi parecía desconcertado, miraba con extrañeza cada rincón de la casa.
— ¿Puedo ofrecerles algo? ¿Agua? ¿Jugo?- preguntó con cortesía. No parecía alterado por nuestra presencia, nos trata como si fuéramos cualquier otro invitado más.
— No, gracias- respondí.
— Igual, nada, gracias- respondió mi amigo con premura al percatarse de que Lucrecio lo miraba.
Al terminar con los protocolos sociales, debimos proseguir con el asunto que nos importaba, pero se prolongó el silencio. Lucrecio y yo mantuvimos nuestras miradas fijas, ambos estábamos calculando nuestro siguiente paso.
Me percate que Lucrecio no está cómodo con nuestra presencia por el ligero movimiento que hace con el pie derecho. Su rostro y su voz reflejan parsimonia. Esa tranquilidad se debe a que ya nos esperaba, y la traición de sus nervios se debe a que le hizo falta concluir algo.
— ¿En qué puedo ayudarlos?
— Creemos que tiene información relevante con los recientes hechos.
— ¿Con el asunto de los niños? Debo aclarar que no tengo nada que les sea de ayuda, estoy seguro-respondió con seguridad—. Y en caso de que se trate del gato de la Señora Roberta, debo decirles, que yo nunca haría daño a ningún animal.
— No me mal interprete, no trato de culparlo de nada- aclare fingiendo inocencia.
— Nunca dije que lo hiciera- recalcó.
— Es que no quisiera tener un mal entendido- repliqué—, solo hacen que uno pierda tiempo.
— Estamos de acuerdo en eso.
Ambos nos mantenemos en el juego, en mi caso, principalmente, porque debo ganar tiempo. Sin embargo, una parte de mí desea ser directa.
— Es algo de rutina, estamos preguntando a todos los que habitan esta zona.
— La entiendo, solo hace su trabajo.
— Es usted un joven comprensivo, Concepción no se equivocó con usted.
— El respeto y la educación son importantes, podría decirse que son pilares de vida.
En todo momento mantiene calma, se expresa con seriedad y esboza una leve sonrisa en los momentos oportunos. Encantador en todo momento, y Concepción no fue la excepción al caer en sus encantos.
— Eso me recuerda, que tengo que hacerle unas preguntas. Ya sabe, para cumplir con mi trabajo- agregué.
— Adelante.
— ¿Por qué razón no continuo con sus estudios?
El rostro de Lucrecio se ensombreció, la sonrisa se borró y dejo una línea recta en sus labios. Se irguió un poco y el movimiento de su pie se aceleró.
— Cuestión de suerte, tal vez.
— Yo digo que es cuestión de determinación, nunca he creído en la suerte.
— Tiene razón, utilice la palabra incorrecta, es, en realidad, injusticia.
— ¿En serio? ¿Por qué?- fingí incredulidad. Lo cual parece haberlo molestado.
— Pensé que había hecho bien su tarea- respondió con sarcasmo.
En cuanto a cabo la frase, a gran velocidad, me lanzó el cojín del sofá en el que estaba sentado. Logré frenar el impacto contra mi cara, pero la fuerza fue tremenda que perdí la estabilidad y caí con todo y silla.
El impacto hizo que mi espalda se estrellará contra el respaldo de la silla, no grite del dolor, pero tampoco me sentía capaz de moverme. Segundo a segundo el dolor incrementó, quería alzar la cabeza para poder percibir lo que sucedía a mí alrededor, pero entonces el dolor se intensificaba.
— No te muevas- dijo Jordi, y escuche como cargaba el arma- ¿Te encuentras bien?
— Eso creo- respondí, e intenté levantarme pero solo conseguí sentir más dolor. Jordi debió percibirlo en mi rostro y me dijo que me quedara donde estaba.
— Y tú- por primera vez pude percibir odio en su voz, y estoy segura de que si el arma hubiera estado cargada, habría disparado—, de rodillas y las manos en la cabeza. ¡AHORA!
Luego se escuchó una risa, burlona, llena de regocijo. Jordi siguió gritándole que se arrodillara, pero la risa continuó.
— Para la próxima, práctica como sujetar un arma- y tras decir esto, pude verlo correr cuando paso en mi campo de visión. Nuevamente trate de pararme, pero me vi forzada a desistir una vez más al ver pasar el arma y luego impactarse en el cuello de Lucrecio, quien se impactó con el marco de la puerta y luego cayó.
Hubo dos gritos que sonaron a la vez, el de Lucrecio, que más que de dolor, parecía de asombro, al ser impactado por el arma; y otro de ira. Jordi salió tras él aprovechando el traspié que sufrió Lucrecio.