Promesa de un Wiliams
Blake
De nuevo me encontraba sentado en la banca afuera de la oficina de la trabajadora social, solo que ahora era diferente escenario, ya no tenia uniforme del colegio ahora tenia unos pantalones de mezclilla, una playera roja y unas zapatillas un danto desgastadas, con el labio roto, pero nada de eso me importaba ahora, solo quería que Morgan viniera por mi, tenia tantas ganas de llorar.
— ¡Campeón! — a lo lejos escuche la voz de Morgan, alce mi vista para poderlo ver mejor, sin pensarlo salte en un brinco para comenzar a correr hacia Morgan, quería que me abrazara, cuando llegue a el, estire mis delgados y pequeños brazos hacia el, los cuales respondió con un abrazo cargándome, yo solo escondí mi cara en el hueco de su cuello, y comencé a llorar, ya no podía aguantar más las lagrimas, era solo un niño cargando con dolor inmenso. — Ya, ya tranquilo campeón, estoy aquí para ti, no estas solo recuérdalo. — el frotaba su mano en mi espalda dejando que llorara, me sentía seguro con el.
— El dijo que asesinaron a mis padres por ser malas personas. — hable aun llorando. — que no me quería en su familia, ¿y si nadie me quiere en mi vida? — seguía llorando todo lo que no pude llorar desde el día de mi cumpleaños cuando ese señor me había echado.
— Jamás vuelvas a decir eso Blake, yo te quiero, tus padres te quieren, no pienses eso nunca más Blake. — el seguí frotando mi espalda, dejando que yo me desquitara que sacara todo lo que tenia encima.
— Señor Wiliams. — distinguí la voz de la trabajadora social. — por favor pase a mi oficina. — señalo con su mano hacia su oficina.
Morgan me dejo en el piso y se agacho a mi altura para poderme susurrar algo que solo el y yo escucháramos.
— Voy a hacer todo lo posible para que hoy mismo te vayas conmigo. — apretó mi mano y limpio mis lagrimas. — es una promesa y los Wiliams no rompemos promesas, espera aquí.
El se metió a la oficina detrás de la trabajadora social, cerraron la puerta para que yo no escuchara lo que hablaban, quería irme ya, quería sentirme seguro de nuevo y poder llorar todo lo que me he venido aguantando, ya no podía tener a mis padres, pero sabia que con Morgan iba a estar bien, se había ganado mi confianza, y era mi único amigo ahora.
Aproximadamente una hora después, Morgan salió con la trabajadora social detrás de el, el no tenia una buena cara, y no me inspiraba buenas noticias.
— ¿Morgan? — llame su atención queriendo saber que es lo que pasaba. — ¿ya nos vamos? — el negó, oh no me iba a dejar solo.
— Escucha campeón. — el se puso en cuclillas para estar a mi altura. — las cosas no son tan fáciles, estamos haciendo todo lo posible por que te vayas conmigo, pero hay un papeleo que hacer, necesito que hoy te quedes en este lugar y te prometo que mañana nos iremos a primera hora, ¿si? — negué en repetidas ocasiones, no me quería quedar aquí, no conocía a nadie, y tenia mucho miedo.
— Tengo miedo, no conozco a nadie, por favor no me dejes. — comencé a llorar y me aferre al cuerpo de Morgan.
— No te pienso dejar, solo necesitamos que alguien firme algo, prometo que mañana nos iremos si, tranquilo ¿confías en mi? — asentí de forma leve. — bien, recuerda que siempre me puedes marcar si necesitas algo, solo hasta mañana aguanta, te prometo que todo va a estar bien.
El abrazo con Morgan duro mucho tiempo, hasta que la trabajadora social dijo que ya me tenia que ir, ella me tomo de la mano y me llevo por una gran puerta, detrás de esta había un gran patio y pequeñas casas, había un montón de niños algunos más pequeños que yo, y otros más grandes que yo, había pasado la tarde conociendo un poco el lugar con la trabajadora social y me había acompañado a comer, ahora era de noche y me encontraba solo en un colchón sucio a lado de cinco niños tres más grandes que yo, uno más pequeño que yo y una niña de mi edad, ninguno me hablaba, y yo tenía mucha hambre, eran más de las diez de la noche por lo que podía ver en el pequeño reloj de la pared.
— Aquí solo hacemos dos comidas, así que deja de esperar a que alguien te traiga algo de comer. — hablo uno de los niños más grandes que yo.
— ¿Por qué solo dos? — pregunte sobando mi estomago, pues no dejaba de rugir por hambre.
— No hay dinero para más. — la niña de mi edad me respondió jugando con una muñeca sucia. — ¿cómo te llamas?
— Blake, ¿y tú?
— Karina, mucho gusto, espero que te acoples rápido aquí, ¿tampoco tienes papas? — la forma tan fácil que lo dijo me intrigado, ¿cómo una niña de 9 años puede tomar así la forma de no tener padres, no tenia voz para responder así que solo negué con la cabeza. — Tranquilo, ninguno de aquí tiene padres.
— Un amigo dijo que iba a venir por mi. — tome mis piernas atrayéndolas a mi pecho queriendo apaciguar el frio y el hambre que tenía.
— Todos dicen eso, pero jamás vienen por nosotros. — volvió a hablar el niño más grande que yo.
— Solo adoptan a los más pequeños por que los grandes son más difíciles de controlar. — termino el otro niño. — Soy Colton, el es Prien. — señalo al otro niño. — esperemos que te acoples rápido aquí, vas a estar mucho tiempo aquí.
Reprimí las ganas de llorar que tenia, no quería pasar frio, no quería tener hambre, no quería sentirme solo.
— Tus tripas no me dejan dormir. — Prien se levanto del colchón sucio fue a buscar algo en uno de los cajones que había de una mesita de noche, Colton y Karina lo siguieron. — toma. — el me tendió un trozo de pan, Colton una cajita que parecía de leche, y Karina un emparedado. — A veces nos colamos a la cocina y robamos comida para cuando nos castigan y nos dejan sin comer.
— Y también a veces en las noches nos da mucha hambre como a ti, mientras más niños llegan menos comida nos toca. — Karina me sonrió y se sentó a mi lado. — come te ves muy hambriento.