Una noche Marinette despertó al escuchar a lo lejos la voz del joven rubio, luego que se aseguró que su madre estaba durmiendo, salió al pasillo, escondiéndose.
— Me alegra que hayas venido Nino — Adrien estaba con un nuevo visitante, de piel morena, con lentes.
— Mi padre hace mucho quería traerme, pero ya sabes cómo es madre.
— Señoritas — llamó la Sra. Audrey — por favor vengan. Señorito Nino ¿Puede indicarme cuál es la que le interesa?
El joven nervioso caminó frente a las mujeres, apenas vio a Alía, sus mejillas se sonrojaron.
— Buena elección — lo alabó el padre de Adrien.
Los jóvenes no se dijeron nada más, subieron sonriéndose tímidamente al cuarto de Alía. A cada rato Adrien miraba al pasillo hasta que por fin se alegró al ver a la muchacha de pelo negro, como su padre conversaba con el de su amigo, y su guardaespaldas estaba en una habitación, se escabulló sigilosamente.
— Hola.
— Hola ¿Cómo estás? No traje a Tikki, está un poco helado para ella, es de una raza muy delicada.
En eso el gato negro se puso frente a la muchacha, y le mostró los dientes a Adrien, quien sin amedrentarse le acarició la cabeza.
— Es muy valiente ¿Cómo se llama?
— Pla.. Pla... Plaga — a Marinette le costaba hablar frente al jovencito.
— Hola Plaga — buscó en sus bolsillos — ten — le dio un pedazo de caviar que había quedado del que le daba a su exótica mascota.
El felino se comió todo y le pasó la lengua por la mano al muchacho, que lo tomó en brazos y se levantó.
— Es muy lindo ¿Es tuyo?
— Es de... — corrió a esconderse al ver que alguien se acercaba.
— Señorito Adrien — era la voz de la dueña del lugar, Marinette se metió por un pasillo y desde allí espió — ¿Está bien?
— Sí... este gatito estaba maullando.
— Lamento que lo haya molestado, lo cuida una de las sirvientas, la reprenderé por no haberlo cuidado como debe ser, debería estar en su cuarto como le pedí.
— No me incomoda, al contrario, me parece muy tierno ¿Puedo llevarlo al salón? Se ve que no tiene pulgas.
— Si así lo desea —lo acompañó alabando a su hija, a ver si el muchacho se interesaba en ella.
Al otro día la señora Audrey mandó llamar a Marinette a su oficina.
— Por favor cuida que no se vuelva a escapar en la noche.
— Lo siento, me aseguraré que no pase de nuevo.
Pero en la siguiente visita de los Agreste, el joven preguntó por el gatito.
— Esta con su cuidadora, durmiendo.
— Que pena, me encantó el animalito — sonrió, pero por recordar a Marinette.
— Hola señorito Adrien ¿Cómo se encuentra?
— Hola señorita Cloe — la saludó de beso en la mano, pero sin entusiasmo.
— Mi hija está por cumplir 15 años — si él es quien gana la subasta, y mi hija sabe jugar sus cartas, tendrá un excelente futuro.
— Lo sé, ella siempre me lo repite.
— Los dejaré solos para que conversen, con su permiso.
Desde lejos la mujer los miraba, con la esperanza que el muchacho se sintiera atraído por su hija, sabía que con sus antecedentes casarse para Cloe sería imposible, pero si fuera la amante del más joven Agreste, eso la convertiría en una verdadera princesa.
— No te hagas ilusiones — Gabriel sabía que pensaba la mujer, y no lo permitiría.
— Sé que no pueden casarse, pero es la hija del Alcalde, si...
— Eso dice usted, ni de amante se le debería tener, su hija es como usted, solo para sacarse las ganas y nada más, se le nota la ascendencia... recuerde que fui yo quien le ayudo a poner su negocio.
— Si me disculpa, voy a atender a los recién llegados.
Cuatro meses después la rubia cumplió 15 años, la casa se engalanó, Cloe se vistió como una princesa de cuento, no se atendió a los clientes regulares, solo estaba los más pudientes del lugar, la festejada bailó con varios, hasta que comenzó la subasta.
— Quien quiere probar los encantos de mi hija, es una verdadera belleza que nunca antes ha estado con ningún varón.
La señora Audrey habló mirando a los Agreste, ninguno de los dos se movió siquiera. Un hombre de mediana edad levantó la mano y dio una cifra.
— Buen precio señor Le Fabry ¿Alguien más quiere pujar? — no perdía la esperanza que Adrien o Gabriel mostrarán interés.
El más anciano de todos, levantó su mano.
— Señor de la Roche ¿Cuál es su oferta?
Era el doble del que habían ofrecido antes, nadie más levantó la mano.
— Cariño, ve con el Señor de la Roche.
Por fuera Cloe sonreía, pero por dentro estaba asqueada
"Mi primera vez será con un tipo así, al menos el precio que pagó por mi virginidad es bueno".
Los visitantes se quedaron un rato conversando, disfrutando de los tragos y del ambiente para luego irse, nadie se quedó a ser el segundo, ya que el precio por la atención sería más bajo.
Una semana después Adrien volvió al burdel.
— ¿No quiere atenderse con mi hija, señorito Adrien?
— No, gracias.
— Yo sí — dijo el padre.
— Aunque no es virgen, vale el doble que lo normal, solo ha atendido un par de caballeros.
— Que así sea, veremos si vale la pena el precio que pides — se volvió hacia su hijo — ¿De verdad no quieres ir?
— Ya te probé que soy un hombre, y como tal decidiré cuando y con quien voy a acostarme.
— Nos vemos.
Esta vez estaba con Tikki, cuando quedó sola con el joven la felina levantó las orejas y corrió al pasillo, su dueño la acompañó, y se encontró con la gatita y Plaga olfateándose, al final empezaron a jugar.
— ¡Qué bueno que se llevan bien! — ambos se subieron a los brazos del rubio.
— Buenas noches señorito Adrien.
— Dígame solo Adrien.
— Lo haré... Adrien, pero, por favor, dime Marinette.
Desde entonces ambos muchachos se encontraban y conversaban con cuidado que nadie los viera, los meses pasaron, un año después, la Sra. Sabine inesperadamente cayó enferma, en una semana ya casi no podía hablar, volaba en fiebre.