IAN
Me encontraba en un sitio extraño, desconocido. Era una habitación cuyas paredes eran color tierra, el piso y el techo de un tono crema.
Había una ventana que permenacia cerrada. Una cama y una silla. Yo estaba sentado en la cama llorando amargamente. No podía aceptar no lo que me habia pasado. Por dios ¿qué haría ahora? ¿quizás podría morir? Sería lo mejor.
Miré al escritorio que había en la habitación. Sobre del mismo había un cuchillo y velozmente me lancé a él, pero alguien sujetó mi muñeca derecha con fuerza deteniendome.
Miré a quién me detuvo y me sorprendí. Era Escarlata. Pero ¿qué significaba esto? No entendía nada de nada. Su roja cabellera enmarcaba su rostro y sus ojos turquesas me miraban con firmeza.
Aquel maquillaje entre rojo y naranja característico en él me descolocaba. ¿Qué demonios sucedía?
— ¿Q-Quién eres? — las lágrimas seguían humedeciendo mi rostro
— ¿Qué crees que haces?
— ¿Quién eres?
— Tú sabes quién soy.
— ¿Escarlata? — él asintió con la cabeza — Pero...pero...me....me...
— No Ian, a tí nadie te hizo nada — me dijo Escarlata y yo lo miré asombrado — No pasó nada.
— ¿Cómo dices eso? Me duele — lloraba sin consuelo alguno — Me quiero morir...Fausto me...
— No, no y no. ¡Escuchame bien! — rugió — ¡Te asaltaron!
— ¿Qué?
— Te asaltaron, te robaron y golpearon, pero no fue Fausto sino un grupo de muertos de hambre.
— ¿Me asaltaron? Pero...
—Tranquilo Ian, tranquilo muchacho — Escarlata me abrazó consolándome — Yo te cuidaré a partir de hoy.
— ¿Estás seguro que no pasó nada?
— Así es — él me miró con firmeza — Pero la noche es muy peligrosa Ian, por lo tanto cada vez que ella llegue, yo apreceré y tú permanecerás aquí, tranquilo y seguro. Dormirás. Yo si puedo lidiar con la noche y sus monstruos. Tú saldrás durante el día, donde hay mayor seguridad. Despertarás ahí y yo dormiré porque necesitaré recuperarme. De esa manera te cuidaré.
Miraba a Escarlata más relajado. Saber que al menos alguien se preocupaba por mi sin pedirme nada a cambio era bastante bueno.
Más aún saber que nunca pasó aquella pesadilla. Era mi turno de salir ya que era de día. Antes de abrir la puerta vi cómo Escarlata se acostaba a dormir en la cama. Abrí la puerta y salí de la habitación.
Pero una luz intensa me encegueció y confundió. No sabía dónde estaba ni qué estaba pasando realmente.
Empezaba a sentir los intensos dolores recorrer todo mi cuerpo además de sentir una gran debilidad. Respirar dolía bastante.
Escuchaba voces a mi alrededor y sentía olores diferentes. Poco a poco fuí recuperando la conciencia hasta despertar por completo.
Abri los ojos y ví que estaba en una habitación desconocida. Pero ví a Orfen y Nathan conversando preocupados, pero al verme despierto ambos se acercaron a mí.
— Ian al fin despiertas — me dijo Nathan.
— ¿Cómo te sientes? — me preguntó Orfen.
— Mal, me siento muy mal — miré a Von Fisher y sentí el anhelo de estar a solas con él, despues de todo él me salvó. Recuerdo que en medio del dolor y la oscuridad él me sacó de allí. Igual sabia que era imposible.
— Los doctores dicen que pronto podrás volver a casa, grandioso — dijo Nathan a lo que me tensé. Volver a ese lugar me resultaba angustiante — Tu público te espera ansioso, después de todo estuviste dos días ausentes.
Volver, tenía que volver. Cerré los ojos sintiendo cómo mi respiración se volvía cada vez mas dificultuosa. Pero tenía que ser realista ¿dónde iria sino? La imagen de Fausto invadió mi mente, y me estanté, temblaba.
— Orfen — susurre inconscientemente, y me odié a mí mismo por ser tan débil, maldita sea ¿qué me pasa? El sujetó mi mano y me calmé.
— Tranquilo — me dijo él
— No te preocupes Ian, tú no recibes clientes, y así será siempre — me dijo Nathan, pero sentí furia.
— ¿Así será siempre? — lo miré enojado — Ustedes me vendieron a ese loco de Fausto una y otra vez.
— Ya hablaremos sobre eso, ahora procura recuperarte - diciendo ésto, Natham se fue.
Me sentía tan mal, pero algo en mí detuvo ese sentimiento permitiéndome respirar mejor. Un pensamiento se me cruzó en ese momento.
"¿Qué importa lo que Nathan diga? Aquí el que decide soy yo. ¿Con que hablaremos sobre eso? Claro que hablaremos".
— Ian ¿me escuchas? — me decía Orfen, se veía preocupado. Lo miré un momento en silencio.
— Sí, te escucho.
— Hablé con Nathan y cada vez que quiera verte podré hacerlo.
— Debiste ponerte con mucha plata entonces — dije fríamente. Volvía sentirme un objeto y eso me repugnaba.
— Duncan ¿por qué estás aquí? — Cambió abruptamente de tema — Perteneces a la misma clase social que yo ¿qué pasó?
Suspiré hondo y profundo. Me sentía tan humillado y agotado que no estaba en condiciones de contarle nada, pero sabía que le debía una explicación.
—Cuando mi madre murió mi padre quedó desvastado. Pasaron unos años así donde él y yo nos unimos y al menos creí que él estaba mejor. Hasta que un día me enteré que se volvería a casar. Luego vino su nueva esposa que apenas me vió me odió. Con el tiempo ambos tuvieron un hijo y ella lo convenció de hecharme de casa. La excusa fue que su hijo nació enfermo y debian gastar mucho dinero en su salud por ende no habia sitio para mi.
— Mi padre me dijo que no podía mantenernos a todos, así que tenía que elegir y eligió a su nueva esposa e hijo dejándome a mi fuera. Sin más me tuve que ir. Esa es la historia. Nathan me salvó de ser violado me llevó al club, me ofreció un trabajo un techo y comida. No es el mejor trabajo, no me gusta ese trabajo, pero no me queda otra opción. Ahí aprendí a bailar, y me subí al escenario durante las noches y durante el día hago trabajo de limpieza en el club.
Orfen me escuchó en silencio, en verdad me soprendía que alguien quiera oír mi historia. Éste Von Fisher era diferente al resto. Yo conocí a algunos Von Fisher y a diferencia de éste, los demás eran muy orgullosos. Jamás se denigrarían ni se rebajarían a preguntarme nada.